La bofetada
Raimon Obiols propuso en junio de 1992, despu¨¦s de la ¨²ltima derrota del PSC en las elecciones auton¨®micas, que los socialistas catalanes abrieran un periodo de renovaci¨®n pol¨ªtica y organizativa. La primera medida apreciablemente renovadora que se aplicaba desde entonces era el voto por delegados en el congreso en vez de por delegaciones. Sufragio universal secreto. La primera votaci¨®n estall¨® anoche en el rostro del impulsor de la renovaci¨®n, el propio Obiols, como una bofetada humillante.La gesti¨®n de Obiols no consigui¨® el apoyo de la mitad de los congresistas. Ten¨ªa raz¨®n Josep Maria Sala, secretario de organizaci¨®n del partido, cuando, la v¨ªspera del congreso, dec¨ªa que hab¨ªa "un desencuentro entre el primer secretario y el 80% del partido". Cifras aparte, Sala ten¨ªa una correcta percepci¨®n del descontento imperante. Ten¨ªa el conocimiento propio de quien ha participado en la creaci¨®n de la mayor¨ªa que la votaci¨®n pon¨ªa al descubierto. El sentido exacto del voto de castigo es, no obstante, dif¨ªcil de precisar. Ning¨²n congresista se ha pronunciado contra la renovaci¨®n impulsada por Obiols; sin embargo, ¨¦sta queda ahora completamente en el aire. Y la magnitud del rechazo ha dejado al PSC dividido en dos mitades, con una direcci¨®n saliente desautorizada en la que se hallan todas las grandes figuras del partido. Sin una alternativa a mano.
A Obiols se le critica que ha dejado al PSC sin direcci¨®n pol¨ªtica clara y sin liderazgo por lo menos desde la primavera de 1992, cuando los socialistas perdieron las elecciones auton¨®micas.
Ser¨ªa ingenuo pensar, no obstante, que la bofetada no ha estallado tambi¨¦n en el rostro de los restantes dirigentes del PSC. Narc¨ªs Serra acudir¨¢ dentro de un mes y medio al congreso del PSOE encabezando una delegaci¨®n que, qui¨¦rase o no, representar¨¢ a un partido dividido. Las dudas de Pasqual Maragall a la hora de aceptar o rechazar el envite de dar la r¨¦plica a Jordi Pujol en las elecciones auton¨®micas de 1996 no son ajenas tampoco a la sensaci¨®n de incertidumbre, de falta de direcci¨®n, que se ha extendido en el PSC.
Sorprende que un pol¨ªtico con la experiencia de Obiols, con una tan arraigada convicci¨®n de que los partidos pol¨ªticos de ben ser sujetos vivos, no haya detectado la marea que herv¨ªa bajo sus pies. De todas formas, las primeras reacciones tras la vota ci¨®n indicaban que la magnitud del castigo super¨® las pretensiones de los cuadros intermedios que la hab¨ªan organizado, con el consentimiento de Josep Maria Sala y la inhibici¨®n nada inocente de Narc¨ªs Serra. Pretend¨ªan que rondara el 30% de los votos, pero entre abstenciones y votos negativos super¨® la mitad. Y ahora lo que aparece no es s¨®lo una cr¨ªtica a Obiols, sino la existen cia de un sentimiento generalizado de que la direcci¨®n del PSC no responde desde hace tiempo a las expectativas de su base.
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