Satan¨¢s
El viejo Satan¨¢s que aparece en la Historia Sagrada es un personaje de Walt Disney comparado con esos polic¨ªas que han asesinado a toda una familia despu¨¦s de sacarle el dinero para pagar unas deudas de p¨®quer. El demonio que nos hab¨ªan ense?ado de ni?os era s¨®lo un gamberro simp¨¢tico que se limitaba a pinchar el trasero de los condenados con un tenedor. Pero el mal metaf¨ªsico existe. El aut¨¦ntico Satan¨¢s es ese tipo achulado, con bigote y gafas negras que est¨¢ tendido en ba?ador sobre una toalla en una playa de Pontevedra. Viene en los peri¨®dicos. El esp¨ªritu del mal ha tomado el cuerpo de ese sabueso asesino cuyo nombre propio figura en un carn¨¦ de identidad corriente. Uno tiende a creer que ning¨²n acto humano tiene importancia si se considera la relatividad del tiempo y del espacio. Veinte mil millones de a?os de silencio han precedido a esta brev¨ªsima cerilla encendida que es la vida y otro silencio de infinitos millones de a?os seguir¨¢ cuando el ¨ªnfimo resplandor de la humanidad se haya apagado. Da un poco de risa que entre estas dos eternidades de helio venga alguien cabreado o lleno de vanidad diciendo: usted no sabe con qui¨¦n est¨¢ hablando. La ley de la relatividad es el ¨²ltimo tribunal que todo lo exonera. Las aspiraciones de belleza que hayan podido tener los mortales las absorber¨¢n los astros. Cualquier acto de hero¨ªsmo o de incertidumbre entrar¨¢ a formar parte del ¨¦ter. Todo el amor del mundo se perder¨¢ tambi¨¦n en el espacio. Cuando esta historia de locos contada por un idiota se acabe, no se sabe si las esferas de piedra p¨®ez quedar¨¢n impregnadas por todos los sue?os que experimentaron los humanos. Tal vez la bondad vuelva al seno del primer ¨¢tomo, pero si el mal sobrevive a la humanidad y el infierno existe en alg¨²n lugar del universo despu¨¦s de todos los deseos, en ese fuego sin duda no reinar¨¢ un Satan¨¢s de Walt Disney, sino un sujeto con bigote y gafas negras, con pinta de chulo de timba que seguir¨¢ matando indefinidamente para pagar sus inagotables deudas de p¨®quer.
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