Las vacas en el desempleo
Entre el Mercado Com¨²n, Maastricht, la Uni¨®n Europea, y ahora el GATT, las vacas de nuestro Guadarrama ya no pintan nada. Ni su carne ni su leche pueden competir con la de otras vacas, ?no m¨¢s hermosas, por Dios!, pero s¨ª, por lo que se ve, m¨¢s queridas y protegidas, que pastan en otras praderas de Europa y Am¨¦rica. La verdad es que a nuestro ganado le ha ido de mal en peor en los ¨²ltimos tiempos. Las ca?adas por las que transitaban hacia el valle del Ti¨¦tar, o las dehesas de Toledo y de Extremadura, en el duro invierno de la sierra, han sido ocupadas por urbanizaciones y carreteras que han puesto, as¨ª, en peligro la ganader¨ªa extensiva y trashumante. Y las vacas cerriles, tan elogiadas por el llorado profesor Gonz¨¢lez Bern¨¢ldez, se han vuelto agresivas, al perder los mejores pastos en los fondos del valle y ser molestadas por excursionistas y domingueros. Con todo y eso, el ganado del Guadarrama sobreviv¨ªa malamente. Pero ahora la cosa es peor, ya no es que las vacas encuentren m¨¢s obst¨¢culos, o que se vean cada vez m¨¢s arrinconadas o molestadas, es que ya ni valen, ni siquiera gustan.No valen ni un duro. La Uni¨®n Europea, que por un lado clama por la protecci¨®n de los espacios naturales de Madrid, limita, por otro, la producci¨®n de leche y carne, y hace econ¨®micamente inviable el aprovechamiento ganadero. Pero es que tampoco gustan. As¨ª me lo dijo, con cierto aire altanero y despectivo, un carnicero con el que andaba en tratos para la venta de unos terneros: "Conv¨¦nzase usted, a la gente de Madrid no le gusta su carne". Me lo tom¨¦, naturalmente, como una ofensa personal: ?pero c¨®mo puede ser que los solomillos de unos chotos crecidos en unos pastos sanos y naturales les resulten demasiado rojos a los se?oritos de la capital! Claro, me dije, les han enga?ado y estragado con productos peligrosos y aparentes, y ahora desprecian lo suyo como si no les fuera nada en el asunto. Craso error, porque ?no nos damos cuenta, los madrile?os, lo que de verdad nos jugamos en este asunto de las vacas? Ah¨ª es nada, el aire, la luz, la salud f¨ªsica y mental, el paisaje, ese que ve¨ªa Machado.
Nos estamos jugando probablemente el intangible m¨¢s valioso con el que cuenta Madrid. Y tenemos que saber que para proteger este espacio natural, esta sierra que tanto nos gusta, y tanto queremos por su buen aire y su paisaje de fin de semana, pero del cual sabemos muy poco; pues bien, para protegerlo, dec¨ªa, hay que encontrar una salida honorable para la vaca, que ahora no vale tanto por su carne o por su leche, pero que hoy vale- m¨¢s por lo que no se puede contar en monedas, vale por ese aire y esa luz que hemos de defender nosotros, los madrile?os, y por y para nosotros y nuestros hijos (curiosa paradoja). Si queremos proteger a nuestra sierra, las vacas cuentan, claro que cuentan.
No se puede mantener la sierra, ese aire y esa luz que tanto bien nos hacen, sin que las avile?as, las moruchas, las cerriles, pasten por nuestras praderas, aunque para ello tengamos que ponerlas en las nominas del desempleo. Ya no beberemos su leche ni comeremos su carne, pero nos alimentar¨¢n de otro modo. Porque si no las mantenemos dignamente, el ecosistema del Guadarrama se viene abajo, y m¨¢s vale no pensar lo que ello significar¨ªa para este Madrid ya suficientemente lleno de problemas imposibles.
Las vacas, a pesar de todo, de que no son econ¨®micamente rentables, de que su carne ya no gusta, de que es preciso limitar el cupo de leche; de que, adem¨¢s, ?huelen muy mal!; a pesar de todo ello, digo, tenemos que pensar entre todos en darles un digno desempleo, porque, y de esto no nos damos cuenta en nuestra bendita ignorancia, las necesitamos en la sierra tanto, tanto como el aire que respiramos, y un poquito m¨¢s que la televisi¨®n en la que vemos hermos¨ªsimos paisajes naturales que nos deslumbran. Las necesitamos tanto como el aire que respiramos, este aire tan fino de Madrid, y nunca mejor dicho.
es promotor de la Asociaci¨®n de Amigos de la Sierra de Guadarrama.
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