Economistas y pol¨ªticos
El semanario brit¨¢nico The Economist ofrec¨ªa el pasado verano un cuadro bastante sorprendente seg¨²n el cual en la mayor¨ªa de los pa¨ªses ricos -concretamente en cinco de los siete miembros del G-7-, el ministro de Econom¨ªa no era un economista profesional. Por el contrario, ten¨ªan el t¨ªtulo de economista la casi totalidad de los ministros del ramo de los principales pa¨ªses del Tercer Mundo.Tener el t¨ªtulo de economista no garantiza entender una palabra de econom¨ªa. Confundir lo uno con lo otro es como considerar que saber idiomas y ser experto en pol¨ªtica internacional son cosas equivalentes. Pero, por supuesto, carecer de estudios econ¨®micos tampoco es garant¨ªa suficiente de competencia en la materia. No obstante lo cual, hablar de econom¨ªa es ahora mismo una costumbre a la que se sienten especialmente inclinados los que no tienen ni idea de econom¨ªa ni de ninguna otra cosa. Prueba: los que llaman a la radio, y los que les responden. Podr¨ªan hablar de cualquier otro tema, pero, por alg¨²n motivo, ese tipo de personas prefiere la econom¨ªa.
Esos expertos se han especializado ¨²ltimamente en abrir los ojos a los trabajadores. Les dicen cosas como que no existe una relaci¨®n apreciable entre las subidas salariales y la inflaci¨®n, o que el d¨¦ficit no es un problema serio o, en fin, que la pol¨ªtica econ¨®mica de Balladur es de izquierda ?Bajar el impuesto de la renta y subir los tributos indirectos, de izquierda!
Otros prefieren un estilo m¨¢s antiguo. Julio Anguita dijo el otro d¨ªa a los estudiantes de Econom¨ªa de la Complutense que la reforma laboral supon¨ªa "volver a situaciones de la Europa del siglo XIX, a la Inglaterra victoriana, a ese paisaje social que vio Carlos Marx. y que incorpor¨® a El capital"
Seg¨²n informaba EL PA?S el pasado 21 de noviembre, en Madrid se ha constituido una asociaci¨®n llamada Marx-Madera que ofrece cursos por correspondencia para entender El capital. Pero eso no es tan. f¨¢cil. Louis Althuser escribi¨® hace unos 25 a?os, mucho antes de que se descubriera su locura, un pr¨®logo para una edici¨®n de bolsillo del libro I de El capital. Sosten¨ªa el fil¨®sofo que se trataba de una obra "muy dif¨ªcil de entender para los economistas o historiadores, [pero] muy f¨¢cil de comprender para cualquier proletario". La raz¨®n era que, mientras los primeros estaban cegados por la ideolog¨ªa burguesa, los segundos pose¨ªan "un instinto de clase formado por la ruda escuela de la explotaci¨®n cotidiana ( ... ) que les ayudaba a entender objetivamente lo que present¨ªan subjetivamente".
Althuser conclu¨ªa ofreciendo una peque?a esperanza a los "especialistas y dem¨¢s intelectuales burgueses y peque?oburgueses, incluidos los estudiantes": pues, si bien " es extremadamente dif¨ªcil" [superar la ceguera de clase], "no es absolutamente imposible" como prueba el caso de "Marx mismo, que era hijo de un burgu¨¦s liberal".
A posteriori hemos sabido que Althuser no se tomaba en serio a s¨ª mismo, y ¨¦sa es la primera diferencia con Anguita. La segunda es que las ideas del fil¨®sofo ya tuvieron ocasi¨®n de ser llevadas ¨¢ la pr¨¢ctica (y de ser refutadas por ella), mientras que ser¨ªa una calumnia afirmar lo mismo de las que ahora defiende el coordinador general. Lo mismo ocurre con las ideas de los economistas y otros expertos que asesoran a los sindicatos: que apenas han podido ponerlas a prueba, si exceptuamos algunos experimentos en el campo de la promoci¨®n inmobiliaria.
Hace unos 60 a?os, Keynes predijo que, en un plazo no superior al cuarto de siglo, los economistas ser¨ªan reconocidos como los m¨¢s importantes cient¨ªficos de la humanidad. A?adi¨® que esperaba fervientemente que ello diera ocasi¨®n a los economistas para llevar a la pr¨¢ctica sus teor¨ªas, con lo que dejar¨ªan de ser importantes para siempre.
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