94 humanos y un perro aprenden urbanidad en el barrio de Salamanca
Chuchi no llor¨® la primera vez que fue a la escuela, a pesar de que era el ¨²nico ni?o de la clase. Su mam¨¢ estaba con ¨¦l. Ella, una despistada vecina del barrio de Salamanca, acudi¨® a la primera clase de, educaci¨®n canina con su perro, un caniche negro. Le hab¨ªan dicho que el curso era pr¨¢ctico, pero los perros s¨®lo van a la ¨²ltima clase, y fue la ¨²nica de los 94 alumnos del cursillo que se present¨® el martes acompa?ada de su can en el Centro Cultural Buenavista.
La due?a de Chuchi es una de las 94 personas que se han apuntado al curso de educaci¨®n perruna en el distrito de Salamanca. El Ayuntamiento est¨¢ empe?ado en limpiar la ciudad de bo?igas caninas y en evitar las molestias que causan los chuchos. Ni expendedores de bolsitas para recoger los excrementos, ni multas, ni la tecnolog¨ªa punta de la moto recogecacas han eliminado las minas del asfalto; de modo que los responsables de medio ambiente han cambiado la estrategia: ha llegado la hora de la educaci¨®n canina b¨¢sica.No s¨®lo la corporaci¨®n madrile?a se preocupa de las cacas perrunas; el Ayuntamiento de Alcal¨¢ de Henares (164.000 habitantes) repartir¨¢ 10.000 recogedores de cart¨®n para atajar un problema que amenaza las suelas de los alcala¨ªnos. El equipo de gobierno socialista prepara tambi¨¦n un impuesto especial para los due?os de perros, que ya ha sido bautizado con el nombre de cacatasa, informa Efe. En Alcal¨¢, donde no existe un censo canino, se calcula que viven unos 3.000 chuchos.
Instintos primarios
Uno de los organizadores de las clases de urbanidad canina en Madrid, Gonzalo Villarrubia, est¨¢ muy sorprendido por el ¨¦xito que est¨¢n teniendo los cursillos reci¨¦n comenzados. En cada uno de los 21 distritos de la capital, seis monitores se turnan para ense?ar a los propietarios de los perros a cuidarlos y sobre todo a dominar sus instintos m¨¢s primarios. Los cursos han comenzado el pasado lunes en el distrito de Centro y en las dem¨¢s zonas ir¨¢n empezando en las pr¨®ximas semanas.
La media de asistencia a los cursillos es, de momento, de unas 80 personas, a falta de que comiencen las clases en los distritos de la periferia. En total pasar¨¢n por los cursos unas 2.000 personas. Villarrubia -que, junto a su hermano Jos¨¦ Antonio, organiza la escuela volante para perros- explica que cada persona rellena una ficha donde refleja todos los datos de su perro: raza, edad, caracter¨ªsticas de la vivienda, etc¨¦tera. En las tres primeras clases (una por semana), uno de los seis conferenciantes (veterinario, adiestrador o experto en perros) explica a sus alumnos c¨®mo elegir un cachorro adecuado a la vida que hacen los futuros due?os y al tipo de vivienda que habitan. Villarrubia explica que, con un
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intervalo de una semana entre clase y clase, al due?o le da tiempo a poner en pr¨¢ctica lo que ha aprendido. El profesor insiste en la educaci¨®n de los cachorros para llegar a la edad adulta plenamente civilizados. Tras la charla comienza el turno de preguntas: "?Qu¨¦ debo hacer si mi perro se empe?a en morder a diestro y siniestro?". "El m¨ªo me arrastra por la calle, ?c¨®mo lo puedo solucionar?"En la cuarta y ¨²ltima clase, los estudiantes humanos demuestran lo que han aprendido con sus perros. Para esta ¨²ltima sesi¨®n pr¨¢ctica se acotar¨¢n zonas de algunos parques. Gonzalo Villarrubia explica que la mayor¨ªa de los asistentes son due?as de chuchos de entre 30 y 60 a?os. "Pero hay algunas personas que no tienen perro ni quieren tenerlo, y, sin embargo, asisten para ver qu¨¦ van a hacer los perreros para que no molesten los animales", a?ade. Y conf¨ªa en que el efecto se note pronto en las calles. "Va a tener dos repercusiones: en los propietarios, que van a aprender a canalizar los instintos del chucho, y en los que no son perreros, que van a poner muy mala cara a los descuidados", concluye.
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