Perseguido por las matanzas civiles
Un "ni?o de la guerra" espa?ola revive ahora su experiencia con los refugiados de Bosnia
"La ¨²ltima moda en los Balcanes es el tiro al ni?o". Fernando G¨®mez, un m¨¦dico de 60 a?os, endurece el gesto para hablar de una contienda sobre la que los europeos han derrochado habilidad para los adjetivos dram¨¢ticos y han demostrado parquedad en las acciones. Porque su vida, precisamente, ha estado marcada desde muy temprano por el triste protagonismo de la guerra. Con apenas cinco a?os, el peque?o Fernando G¨®mez atravesaba como refugiado la frontera camino de Francia, reci¨¦n terminada nuestra guerra civil. Una Sarajevo completamente distinta a la de ahora vio crecer a aquel ni?o de la guerra durante los seis a?os siguientes, antes de volver a Espa?a para quedarse.No regres¨® a Bosnia hasta hace a?o y medio. Quer¨ªa rescatar de las bombas a la familia que le acogi¨® en plena guerra europea. Lo consigui¨®, pero volvi¨® all¨ª para ayudar en lo posible. Cada rostro de cualquiera de los campos de refugiados que atiende cada d¨ªa en Bosnia y Croacia le recuerda los avatares de su infancia.
Sin embargo, se niega a hablar sobre su pasado o su familia bosnia: "Preg¨²nteme sobre lo que ocurre all¨ª; las historias personales y los falsos protagonismos sobran". Despu¨¦s de traer a Espa?a a los que considera sus padres y hermanos, Fernando G¨®mez regres¨® para ofrecer su experiencia como m¨¦dico. "Con los medios que hay m¨¢s valdr¨ªa hablar de curandero", dice. Desde mediados de 1993, en colaboraci¨®n con m¨¢s de 50 peque?as organizaciones humanitarias, trabaja con los 500.000 refugiados hacinados en 111 campos alrededor de Split. "En tres meses se han suicidado nueve adolescentes", dice a quemarropa. Es s¨®lo un ejemplo de la situaci¨®n de desesperanza total del lado m¨¢s s¨®rdido y menos espectacular de la guerra. "Se trata sobre todo de combatir la desconfianza y dependencia que se siente cuando se vive de la caridad", explica.
Ocho metros cuadrados para cinco familias, campos de refugiados situados en zonas des¨¦rticas a merced de 20 grados bajo cero, una comida diaria y absolutamente nada que hacer en todo el d¨ªa son los elementos que configuran la cotidianidad de estos europeos orientales . "Es dif¨ªcil hacerse una idea de lo que se puede vivir confinado en un espacio reducido a merced de las ayudas", dice Fernando G¨®mez para aclarar que, adem¨¢s de distribuir la comida, la misi¨®n de los voluntarios es combatir la desesperaci¨®n de los refugiados. "Muchos llegan aturdidos de ver una vida destrozada en pocos d¨ªas y con todo el tiempo del mundo para no hacer nada. En las guerras tambi¨¦n se puede morir de aburrimiento", concluye.
La obsesi¨®n por los aut¨¦nticos perdedores de cualquier guerra vuelve al relato de Fernando G¨®mez cuando refiere el caso de los 27 ni?os del club ol¨ªmpico de Sarajevo: "Hasta diez veces han sido cambiados de campo. Est¨¢n sometidos a todo tipo de presiones. De momento, nadie ha podido hacer nada por ellos".
Ahora pasa unos d¨ªas en Masamagrell, un pueblo cerca de Valencia, invitado por la Comisi¨®n Ciudadana de Ayuda a Bosnia y Croacia. Quiere hacer algo m¨¢s por cualquiera de esos ni?os que, como ¨¦l mismo hace medio siglo, est¨¢n condenados al desarraigo. No quiere dejar pasar la ocasi¨®n para criticar el n¨²mero tan escaso de refugiados que acoge Espa?a: "S¨®lo 2.800 ciudadanos de la antigua Yugoslavia se han beneficiado aqu¨ª de esta medida, frente a los 326.000 que ha recibido Alemania".
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