El laberinto de las v¨ªrgenes
El martes le¨ª que un hombre se hab¨ªa cortado el pene en un bar del barrio de la Concepci¨®n y me puse nost¨¢lgico, porque ese barrio lo conozco muy bien; viv¨ª en ¨¦l algunos de los a?os m¨¢s decisivos de mi juventud: recuerdo que cada una de sus calles ten¨ªa el nombre de una virgen. Se trata de uno de los primeros barrios monogr¨¢ficos de Madrid, pero hay m¨¢s: la fiebre de la especializaci¨®n empez¨® entre nosotros por los barrios, o quiz¨¢ por las v¨ªrgenes. Ahora vivo en uno en el que todas las calles tienen nombres de barcos y es un desastre: no hay manera de distinguirlas, porque les falta identidad, car¨¢cter. A menos que seas un experto y conozcas la diferencia entre una carabela y un batel, no ser¨¢s capaz de memorizar d¨®nde se encuentran. A veces, alguien me pregunta por la calle de la Canoa, por ejemplo, o por la del Bergant¨ªn, y yo siempre digo lo mismo:-Pues est¨¢ por aqu¨ª, pero no s¨¦ d¨®nde.
Y es verdad, no s¨¦ d¨®nde est¨¢n las calles de mi barrio; lo mismo me pasaba cuando viv¨ªa en el de la Concepci¨®n, que ignoraba d¨®nde estaban las v¨ªrgenes, todas me parec¨ªan iguales, de manera que no sab¨ªa cu¨¢l de ellas coger para llegar a Hermanos de Pablo. En Hermanos de Pablo hab¨ªa una librer¨ªa, La Oveja Negra, donde pas¨¢bamos las tardes cont¨¢ndonos historias incre¨ªbles sobre las tromboflebitis de Francisco Franco. Qu¨¦ d¨ªas. -
Pues la calle en la que se fue a cortar el pene un tal F. J. F. no era otra que la de la Virgen de la Fuencisla, donde me parece que hab¨ªa una farmacia en la que yo compraba los optalidones de entonces, que eran estupendos. Te tomabas dos optalidones de aqu¨¦llos con el primer caf¨¦ de la ma?ana y andabas todo el d¨ªa en una nube, de una virgen a otra, ya digo, sin saber a ciencia cierta cu¨¢ndo estabas en una y cu¨¢ndo en otra. Luego los socialistas destrozaron el optalid¨®n, o sea, le quitaron el barbit¨²rico, y ahora es una gragea in¨²til, llena de cafe¨ªna, que s¨®lo sirve para ponerte nervioso. Te tomas un par y al rato te cabreas por todo. Los del PSOE no lo saben, pero mucha gente de la tercera edad dej¨® de votarles cuando se cargaron el optalid¨®n, que era su droga preferida. Se lo o¨ª decir a un viejo, lleno de rencor, en una residencia:
-Me importa un carajo que saquen a Marx. de la composici¨®n cualitativa del partido, pero no les perdono que hayan quitado el barbit¨²rico al optalid¨®n.
A lo mejor el tipo que fue a cortarse el pene el otro d¨ªa en Virgen de la Fuencisla no habr¨ªa hecho nada si hubiera podido tomarse un optalid¨®n de los de antes. Menos mal que el corte s¨®lo afect¨® al cuerpo cavernoso y se lo han reconstruido enseguida. La verdad es que esta moda de talar penes al principio me parec¨ªa un desastre, pero ya voy encontr¨¢ndole ventajas. Yo creo que el hecho de que todos los penes puedan reimplantarse, incluso despu¨¦s de haber sido arrojados por la ventanilla del coche a cualquier sitio, va a acabar por quitarnos el miedo a la castraci¨®n, que es uno de los miedos que, por lo visto, nos acompa?an desde la infancia. Como contrapartida, tendremos que aceptar que el pene, que parec¨ªa un ¨¢rbol, no es m¨¢s que un cuerpo cavernoso, hueco. Es f¨¢cil de reconstruir por eso, porque est¨¢ lleno de t¨²neles. Quiz¨¢ sea duro aceptar que lo que percib¨ªamos como un volumen no es en realidad m¨¢s que una ausencia inflada, pero a cambio de eso nos quitamos el miedo a que nos castren. Una cosa por otra. El barrio de la Concepci¨®n, como todos los barrios de Madrid en los que he vivido, son hoy en el recuerdo cuerpos cavernosos, ausencias reimplantables, indistintamente, en la memoria del afecto o en la del rencor. Un agujero cabe en cualquier parte, incluso en el bolsillo.
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