Las dos democracias son una sola
Uno de los momentos m¨¢s dram¨¢ticos de la insurrecci¨®n chiapaneca ocurri¨® el 25 de enero pasado cuando representantes de las comunidades agrarias e ind¨ªgenas de la regi¨®n le explicaron en Tuxtla Guti¨¦rrez al presidente, Carlos Salinas de Gortari, la situaci¨®n de injusticia que padecen.Cuenta Alfonso Reyes de un viaje a Andaluc¨ªa con un fil¨®sofo espa?ol que, despu¨¦s de escuchar a los campesinos, exclam¨®: "?Qu¨¦ cultos son estos analfabetos!".
Lo mismo puede decirse del campesino chiapaneco Luis Herrera dici¨¦ndole al presidente en espa?ol dif¨ªcil: "En Chiapas has manifestado cambiar la sociedad para ser nuevo, se?or presidente. Pero no pas¨® nada. S¨®lo por palabra qued¨®".
?Qu¨¦ es lo que estos dos hombres profundamente inteligentes esperan que cambie? Otro campesino, Hern¨¢n Cort¨¦s M¨¦ndez, habl¨® de "grandes persecuciones a campesinos, encarcelamientos y asesinatos que jam¨¢s se han castigado o esclarecido". Pero en Chiapas "hoy, con las leyes actuales, todos los campesinos somos potencialmente delincuentes", dijo otro trabajador, Jacobo Nazar Morales.
Alfonso de Le¨®n, campesino de La Pijal Yacaltic, con rara sabidur¨ªa, lo resume todo cuando explica que ellos no aspiran al igualitarismo, "pero s¨ª que todos quepamos en la sociedad".
Que todos quepamos en la sociedad. Esta definici¨®n casi perfecta de la democracia nace de una cultura profunda, antigua, con ra¨ªces de gobierno propio.
Este es el problema. Los ind¨ªgenas y campesinos que le hablaron al presidente Salinas no necesitan la tutor¨ªa del PRI, saben gobernarse a s¨ª mismos. Con sus palabras, cae el mito cultivado a lo largo de nuestra historia: son ni?os, son analfabetos, son premodernos. Pues s¨ª: qu¨¦ cultos son estos analfabetos y c¨®mo, con muy pocas palabras, demuestran que ellos son verdaderamente la "gente de raz¨®n" y no los supuestos monopolizadores de la raz¨®n, los ladinos, blancos y mestizos que tienen derecho a caminar en la acera mientras los indios se ven obligados a usar la acequia.
Durante siglos, ellos han explotado a la poblaci¨®n trabajadora de Chiapas, tratando de sumergir su antiqu¨ªsima cultura. Hoy, esa cultura se manifiesta de nuevo y nos habla a todos con un sentido incluyente de la modemidad. No hay modernidad exclusiva. Tiene que ser inclusiva. Chiapas nos ha recordado que s¨®lo podemos seguir siendo si no olvidamos todo lo que somos y hemos sido.
Chiapas, sin embargo, ha resucitado o revelado los arraigados sentimientos racistas e intolerantes de muchos mexicanos. He escuchado estos d¨ªas a muchas gentes de la alta sociedad mexicana, banqueros, magnates de los medios, sus esposas, pidiendo para el pueblo trabajador de Chiapas el exterminio, el silencio. ?C¨®mo se atreven a destruir nuestra tranquilidad, si son indiada, patarrajados, si no tienen acciones en Benamex o chalets en Vail, si no ven y aplauden a Televisa? Son Nadie.
Ahora, ese gran Nadie que habita en las sombras de M¨¦xico ha salido al sol. Y ha puesto el dedo en la llaga: la democracia en Chiapas s¨®lo es posible si hay democracia en M¨¦xico. Y la democracia en M¨¦xico s¨®lo es posible si hay democracia en Chiapas.
?Democracia en Chiapas? Las razones de la primera revoluci¨®n poscomunista, que empez¨® en M¨¦xico el 1 de enero de 1994, son locales, son profundas y tienen que ver con la situaci¨®n de injusticia irresuelta revelada mundialmente por la ca¨ªda del comunismo. Esas razones se acumulan diariamente.
Son, hemos insistido todos, ancestrales. A veces datan de la colonia espa?ola. Otras, sin embargo, son m¨¢s recientes. El fin de los programas de obras p¨²blicas en Chiapas. La ca¨ªda de los precios del caf¨¦ sin los antiguos subsidios que amortiguaban las fluctuaciones. El descenso de los ingresos y del nivel de vida, no s¨®lo de los campesinos, sino de la clase media y la burocracia. La consiguiente radicalizaci¨®n. La evangelizaci¨®n y la teor¨ªa de la liberaci¨®n. La traducci¨®n a las lenguas ind¨ªgenas de la Constituci¨®n mexicana. La reforma del art¨ªculo 27 de esa misma Constituci¨®n, que, si bien quer¨ªa reconocer fracasos y estimular modernidades en el campo, pas¨® por alto la existencia de latifundios (Colosio insisti¨® en su discurso de Anenecuilco en que s¨ª los segu¨ªa habiendo) y, sobre todo, les cerr¨® la esperanza a muchos campesinos sin tierra y anclados en la cultura del ejido. Zhou Enlai dijo en cierta ocasi¨®n que una reforma agraria, aunque fracase, es irrepetible mientras mantenga viva la esperanza del campesino.
En Chiapas, toda una cultura campesina se sinti¨® amenazada. La reforma econ¨®mica neoliberal no rindi¨® todos sus frutos. Quince mil chiapanecos siguen muriendo cada a?o por enfermedades intestinales perfectamente curables.
Este pueblo digno, inteligente, cada vez m¨¢s consciente de sus derechos, puede y debe elegir libremente a sus gobernantes locales, pues s¨®lo ellos ser¨¢n responsables ante las voces ciudadanas de Chiapas.
Pero si los problemas de Chiapas no pueden resolverse sin democracia en Chiapas, la democracia en Chiapas no puede ser efectiva sin una democracia nacional a la cual aqu¨¦lla se articule.
?C¨®mo? Mediante dos grandes reformas del sistema pol¨ªtico mexicano.
Una consiste en tener un federalismo efectivo que, en la cl¨¢sica definici¨®n de Madision, "extienda la rep¨²blica", es decir, abrace a todos, les d¨¦ un lugar a todos, como pide el campesino Alfonso de Le¨®n. ?C¨®mo? Nuevamente Madision lo dice: mediante un Gobierno nacional fuerte, pero sujeto a pesos y contrapesos, separaci¨®n de poderes y difusi¨®n descentralizada de iniciativas locales.
De otra manera, la reforma federal se vuelve inseparable de la reforma del presidencialismo y de la actualizaci¨®n del equil¨ªbrio entre los poderes. (De paso, ?qu¨¦ hac¨ªa el presidente de la Suprema Corte en una reuni¨®n partidista del PRI en Los Pinos? ?Se hac¨ªa bolas?).
En este a?o electoral mexicano, no ser¨¢ posible que el drama de Chiapas y su soluci¨®n democr¨¢tica no incidan en el drama de M¨¦xico y nuestra soluci¨®n democr¨¢tica. El acuerdo esencial suscrito por las fuerzas pol¨ªticas (la Moncloa mexicana para la transici¨®n democr¨¢tica en que he venido insistiendo), los 20 puntos para la democracia suscritos por un grupo de ciudadanos y los seis puntos para una elecci¨®n cre¨ªble del candidato pri¨ªsta, Luis Donaldo Colosio, se complementan y fortalecen mutuamente: se trata de los acuerdos m¨ªnimos para que la elecci¨®n federal mexicana del 31 de agosto sea limpia, democr¨¢tica, cre¨ªble.
Todos est¨¢n de acuerdo en la necesidad de contar con autoridades electoras imparciales, un padr¨®n electoral confiable, acceso a los medios de comunicaci¨®n, topes al financiamiento, prohibici¨®n de usar recursos p¨²blicos con fines partidistas y fiscalizaci¨®n de los delitos electorales.
El candidato Colosio insiste en la auditor¨ªa del padr¨®n electoral y un acuerdo para evitar restricciones penadas a los derechos pol¨ªticos. Pero la esencia del compromiso est¨¢ en el acuerdo global partidista. Ahora hay que actualizarlo.
Lo que no se podr¨¢ hacer es separar las negociaciones en Chiapas del acuerdo por la democracia. Pues, en ¨²ltimo an¨¢lisis, si no se resuelven los problemas de la democracia en Chiapas, no se resolver¨¢n en M¨¦xico, y si no se resuelven en M¨¦xico, pronto habr¨¢ una, dos, tres Chiapas en Hidalgo, Oaxaca, Michoac¨¢n, Guerrero... Pero ¨¦ste es un vocabulario guevarista, foquista, periclitado, y la revoluci¨®n chiapaneca, entre sus virtudes, tiene la de poseer un vocabulario fresco, directo, poscomunista. El subcomandante Marcos, me parece, ha le¨ªdo m¨¢s a Carlos Monsiv¨¢is que a Carlos Marx.
es escritor mexicano.
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