La pol¨¦mica de la lengua en Catalu?a
El planteamiento por parte del Tribunal Supremo de una cuesti¨®n de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional sobre la Ley de Normalizaci¨®n Ling¨¹¨ªstica de Catalu?a de 1983 deber¨ªa verse como un hecho normal, pero lo cierto es que ha suscitado mucha inquietud, porque se inserta m¨¢s en la l¨®gica del conflicto que en la del di¨¢logo y aparece como la culminaci¨®n de una penosa discusi¨®n sobre la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica en Catalu?a, en la que se han dicho muchas barbaridades y en la que se ha jugado m¨¢s a la desestabilizaci¨®n pol¨ªtica que a la preocupaci¨®n sincera por el conocimiento y el uso de las lenguas. La pol¨¦mica no es nueva, pero ha alcanzado el paroxismo actual porque la derecha tradicional y la que pretende no serlo han utilizado el tema de la lengua para romper el acuerdo de mayor¨ªa parlamentaria entre el partido socialista y CiU. Con ello han resucitado viejos demonios y han llevado las cosas al peor de los terrenos posibles: a la confrontaci¨®n entre fundamentalismos.Con el hecho vivo de las lenguas no se puede jugar nunca, y menos-en este caso, cuando las heridas de la historia son tan recientes y est¨¢ en juego no s¨®lo la estabilidad pol¨ªtica, sino tambi¨¦n la cohesi¨®n y la paz sociales. En vez de jugar con un tema tan serio hay que hacer un poco de memoria y recordar que, desde el punto de vista ling¨¹¨ªstlco, Catalu?a sali¨® del franquismo profundamente herida y traumatizada. La dictadura hab¨ªa llevado al grado m¨¢ximo la pol¨ªtica de represi¨®n de la lengua catalana y hab¨ªa conseguido convertir a la inmensa mayor¨ªa de los catalanes en analfabetos en su propia lengua. Durante aquellos interminables a?os, usar el catal¨¢n en p¨²blico era un acto de afirmaci¨®n democr¨¢tica, una forma de lucha contra la dictadura. Y es perfectamente comprensible que el castellano fuese visto por mucha gente como una lengua hostil, porque era impuesta por la dictadura, y en nombre de ella se imped¨ªa el uso de la propia. Pero esto era una parte del problema, porque el castellano no s¨®lo era la lengua de una administraci¨®n dictatorial, sino tambi¨¦n la lengua de los centenares de miles de trabajadores que se ve¨ªan obligados a emigrar a Catalu?a en busca de un trabajo y unas condiciones de vida que se les negaban en sus tierras de origen, andaluzas, murcianas, extreme?as, gallegas o castellanas. Cuando llegaban a Catalu?a estos trabajadores encontraban trabajo y acogida, pero tambi¨¦n hostilidad por parte de algunos sectores, y a menudo eran explotados por empresarios poco escrupulosos que hablaban en catal¨¢n. Ling¨¹¨ªsticamente, Catalu?a era, pues, una sociedad seriamente herida, con un biling¨¹ismo enfermo, anormal, que no se pod¨ªa sanar y normalizar enfrentando a una lengua con otra, sino creando las condiciones para que ambas pudiesen desarrollarse y convivir en paz y de manera creadora, es decir, fecund¨¢ndose mutuamente.
En definitiva, como vio perfectamente la Assemblea de Catalunya, organizaci¨®n unitaria de la oposici¨®n, la lucha por la autonom¨ªa y la democracia enCatalu?a era inseparable de la lucha por la democracia en toda Espa?a, y en Catalu?a mismo no se pod¨ªa avanzar ni un paso en esta direcci¨®n sin juntar los esfuerzos de los dem¨®cratas catalanes de origen y catalanes de adopci¨®n, de los dem¨®cratas catalanohablantes y los dem¨®cratas castellanohablantes. ?ste era el gran desaf¨ªo pol¨ªtico y cultural. Y ¨¦ste fue el gran m¨¦rito hIst¨®rico de las fuerzas de izquierda, especialmente de los n¨²cleos que confluyeron en la formaci¨®n del PSC y de los militantes del PSUC, que lucharon por la democracia y la autonom¨ªa con el objetivo de integrar, de no dividir artificialmente a la sociedad catalana, de no crear l¨ªneas de separaci¨®n por la lengua o el lugar de origen, y acu?aron, defendieron e impusieron el concepto de que era catal¨¢n el que viv¨ªa y trabajaba en Catalu?a, fuese cual fuese su lugar de nacimiento y su lengua. Y fue un motivo de orgullo para todos ver a tantos dirigentes pol¨ªticos y sindicales castellanohablantes luchar por la autonom¨ªa de Catalu?a codo a codo con otros catalanohablantes.
?ste fue uno de los grandes problemas heredados que intent¨® resolver la Constituci¨®n de 1978 con la proclamaci¨®n de unos principios b¨¢sicos en los art¨ªculos 2, 3 y 4, y la nueva organizaci¨®n del Estado en el t¨ªtulo VIII. Cuando se elabor¨® el Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a, a partir de la nueva estructura constitucional, la cuesti¨®n ling¨¹¨ªstica fue, como era l¨®gico, uno de los grandes temas de debate. Y a los que tanto discuten hoy, de manera visceral y con poco conocimiento de causa, yo les aconsejar¨ªa que leyesen con detenimiento el art¨ªculo 3 de dicho estatuto, porque es un modelo de equilibrio y de sensatez frente a los que ped¨ªan pura y simplemente la vuelta de la tortilla, es decir, que se consagrase el catal¨¢n como lengua ¨²nica, o a los que exig¨ªan la obligatoriedad inmediata del conocimiento del catal¨¢n, exigencia que habr¨ªa creado problemas insolubles a corto y a medio plazo. Dicho art¨ªculo 3 reconoce y consolida la coexistencia de dos lenguas, una espec¨ªfica de Catalu?a y otra general en toda Espa?a, y obliga a la Generalitat a garantizar el uso normal y oficial de ambos idiomas, a tomar las medidas necesarias para asegurar su conocimiento y a crear las condiciones que permitan alcanzar su igualdad plena en el ejercicio de los deberes y derechos de los ciudadanos de Catalu?a. Est¨¢ claro que el Estatuto de Autonom¨ªa no pretendi¨® solventar de una vez, con f¨®rmulas r¨ªgidas, un problema tan complejo, sino que defini¨® las obligaciones gen¨¦ricas de la Generalitat y traz¨® unas perspectivas de futuro sensatas y equilibradas.
Este fue el esp¨ªritu que inform¨® la elaboraci¨®n de la Ley de Normalizaci¨®n Ling¨¹¨ªstica de 1983, sin duda la ley m¨¢s ponderada, con m¨¢s visi¨®n de futuro, con mayor sentido de la realidad y con m¨¢s esp¨ªritu unitario -puesto que fue elaborada, como la Constituci¨®n, por una ponencia conjunta que ha aprobado el Parlament de Catalu?a. Tambi¨¦n aqu¨ª hubo fuertes pol¨¦micas y con frontaciones entre l¨ªneas di versas. Incluso Converg¨¦ncia Democr¨¢tica de Catalunya coquete¨® al principio con la pro puesta de establecer l¨ªneas paralelas en la ense?anza, una en castellano y otra en catal¨¢n, y fueron las fuerzas de izquierda las que impidieron esta divisi¨®n ling¨¹¨ªstica, que habr¨ªa conducido inevitablemente a una divisi¨®n social y a un en frentamiento ling¨¹¨ªstico en Catalu?a. Finalmente, todos se pusieron de acuerdo para conseguir el gran objetivo: que todos los ciudadanos de Catalu?a pudiesen conocer y utilizar las dos lenguas, el catal¨¢n y el castellano en pie de igual dad, para que nadie fuese discriminado por raz¨®n de lengua y para que el biling¨¹ismo real de la sociedad se pudiese desarrollar sin conflictos ni imposiciones.
Es indudable que una aspiraci¨®n como ¨¦sta no se puede realizar en poco tiempo y sin chocar con situaciones singulares o particulares de conflicto. Hay generaciones enteras que nunca ser¨¢n biling¨¹es y otras que lo ser¨¢n completamente si todo va bien. El mismo concepto de inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica, potencialmente muy fecundo, se presta a abusos si se aplica con prepotencia o con partidismo exclusivista.
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La pol¨¦mica de la lengua en Catalu?a
Viene de la p¨¢gina anteriorSe requiere, por consiguiente, mucha claridad en el objetivo, mucha ponderaci¨®n en su realizaci¨®n y mucho sentido del equilibrio en el desarrollo de la pol¨ªtica definida. Todo esto se puede quebrar si a las dificult¨¢des normales se afladen los partidismos coyunturales, si estas dificultades se utilizan como armas arrojadizas en la batalla pol¨ªtica y si hay errores y sectarismos en la. puesta en pr¨¢ctica de la ley, en la ense?anza y fuera de ella.
El problema de la cuesti¨®n de inconstitucionalidad, es que, como dec¨ªa, se inserta en esta l¨®gica de la confrontaci¨®n. Lo hace expl¨ªcitamente en algunos de los razonamientos de la resoluci¨®n del Tribunal Supremo, pero sobre todo porque aumenta el protagonismo de los extremistas de uno y otro signo, puede invalidar de golpe a?os y a?os de esfuerzos de la gente sensata (que es la mayor¨ªa) y abrir un terreno propicio a los fundamentalismos ling¨¹¨ªsticos, que es lo peor que puede ocurrir. Lo que hace falta es todo lo contrario: calmar los ¨¢nimos, llamar a la sensatez, buscar soluciones a los problemas concretos, que los hay y los habr¨¢, dando explicaciones a los que se sienten inquietos, solventar los fallos producidos en la aplicaci¨®n de la ley, frenar las fugas hacia adelante (como la pretensi¨®n del Gobierno de la Generalitat de imponer ahora una reforma dura de la ley que puede dividir a los catalanes y echar m¨¢s le?a al fuego de la pol¨¦mica) y recuperar el protagonIsmo de una inmensa mayor¨ªa que no s¨®lo no ve incompatibilidad en el uso de las dos lenguas, sino que lo considera un enriquecimiento personal.
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