La crisis de la 'mili'
EL ACTUAL modelo de defensa nacional -Ej¨¦rcito mitad profesional, mitad de leva, en el horizonte del a?o 2000, flanqueado por un servicio social sustitutorio cada vez m¨¢s enraizado en la juventud- se basa en una hip¨®tesis que, de no verificarse, amenaza con hacerlo inviable: que el rechazo a la mil? obligatoria no pase de ser una opci¨®n minoritaria. Pues bien, esta hip¨®tesis lleva camino de revelarse falsa si, como parece, los objetores al servicio militar superan en 1994 los 100.000, cifra nada desorbitada si se tiene en cuenta que se han contabilizado 10.782 s¨®lo en el primer mes del a?o. Ello supondr¨ªa un incremento del 57% en relaci¨®n a 1993, en que hubo 68.209 objetores.No es extra?o que este desarrollo fulgurante de la objeci¨®n de conciencia, unido al desafi¨® civil que representa el movimiento cada vez m¨¢s nutrido de los insumisos (9.393 en 1993, lo que constituye un aumento del 19% respecto del a?o anterior), comience a quitar el sue?o a gobernantes y a responsables pol¨ªticos. El director general de Asuntos Religiosos y Objeci¨®n de Conciencia ha advertido que de mantenerse este rechazo social al ritmo actual ser¨¢ inevitable el colapso del servicio militar obligatorio por falta de j¨®venes dispuestos a prestarlo.
Pero no s¨®lo la mili corre el riesgo de convertirse en una antigualla a los ojos de una juventud cada vez m¨¢s distanciada de todo lo que aqu¨¦lla representa. La avalancha de huidos de la mifi, amparados bajo el manto de la objeci¨®n de conciencia, amenaza con llevarse por delante el servicio social sustitutorio. No existe dispositivo alguno, ni p¨²blico ni privado, capaz de satisfacer una demanda de 100.000 objetores al a?o. Por m¨¢s que el ministro de Justicia haya anunciado la reforma de dicho servicio social en profundidad y haya multiplicado los convenios de colaboraci¨®n con administraciones p¨²blicas e instituciones humanitarias no gubernamentales, incluidas obras asistenciales y misionales de la Iglesia cat¨®lica. Un esfuerzo que ha supuesto duplicar las 25.000 plazas existentes pero que, probablemente, se revelar¨¢ insuficiente a corto plazo.
Nuevamente se corre el riesgo, pues, de que las reformas legales y administrativas previstas sean meros emplastos de una situaci¨®n que exigir¨ªa a marchas forzadas una cirug¨ªa m¨¢s radical: la de articular de una manera distinta de la actual el principio constitucional que establece "el derecho y deber de los espa?oles de defender a Espa?a". Y no se ve cu¨¢l pueda ser esa otra manera que la de proceder a una profesionalizaci¨®n total del servicio de las armas, as¨ª como a un desarrollo del voluntariado social en el marco de una nueva ley de servicio civil. Una manera distinta, ciertamente, pero que no implica una ruptura radical con el actual modelo de defensa. Se tratar¨ªa, m¨¢s bien, de llevar hasta sus ¨²ltimas consecuencias el principio . de profesionalizaci¨®n ya admitido y de ofrecer a los j¨®venes una opci¨®n real y atrayente de compromiso solidario con la sociedad.
. Del elenco de argumentos barajados tradicionalmente contra la opci¨®n del Ej¨¦rcito profesional s¨®lo el econ¨®mico mantiene hoy d¨ªa su virtualidad. Pero es imposible determinar cu¨¢l es el coste de un Ej¨¦rcito profesional sin previamente evaluar sus efectivos. 0 sea, que en el caso de Espa?a lo primero que se necesitar¨ªa es un debate nacional -en la sociedad y en el Parlamento- sobre esta importante cuesti¨®n. ?Qu¨¦ Ej¨¦rcito necesita Espa?a, en n¨²mero y calidad de efectivos, para que su defensa militar sea disuasoria en tiempos de paz- y eficaz en los de guerra, as¨ª como para llevar a cabo dignamente sus compromisos internacionales, tanto en el marco de la ONU como de la OTAN? Es seguro que el contribuyente espa?ol no puede sufragar un Ej¨¦rcito profesional del tama?o del actual, pero no lo es tanto que no pueda hacerlo con uno estrictamente ajustado a esos objetivos, en el marco de las afianzas militares en que se sit¨²a Espa?a. En cualquier caso, es un debate que habr¨¢ que hacer, y m¨¢s pronto de lo previsto, en tanto la crisis del servicio militar avance al ritmo galopante en que lo hace.
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