El gran coladero
Si fuera cierto que en la temporada 1992 s¨®lo se afeitaron 11 reses de 7.300 lidiadas y en la de 1993 s¨®lo 40 de 7.600 lidiadas -seg¨²n los datos facilitados recientemente por el Ministerio de Interior-, no habr¨ªa en este pa¨ªs ninguna actividad p¨²blica o privada, civil, militar o eclesi¨¢stica, tan limpia de corruptelas como la fiesta de los toros.Pero no es cierto. La mayor¨ªa de las reses que se lidiaron durante esas dos temporadas sal¨ªan con una decrepitud fisica y unas malformaciones de astas escandalosas, y estos son claros indicios de que siniestra mano, guiada por hartera mente, las someti¨® a manipulaci¨®n fraudulenta. Todo lo cual sucedi¨®.al amparo de la m¨¢s absoluta impunidad, pues quienes ejecutaban la barbarie y sus inductores -toreros, apoderados, ganaderos y empresarios desaprensivos- se aprovecharon del vigente reglamento taurino que es, en la letra y en el esp¨ªritu, un gran coladero; el mayor disparate que haya conocido la fiesta de los toros en toda su historia.
Un melonar
Desde que el reglamento autoriz¨® arreglar astas que seg¨²n la versi¨®n unilateral del ganadero hubieran sufrido desperfectos en el campo (sin poner l¨ªmites ni a los desper fectos ni a la magnitud de los arreglos); desde que acept¨® la lidia de toros que los veterina rios dictaminan afeitados si lo decide as¨ª el presidente o lo exige el ganadero "bajo su responsabilidad" (y al p¨²blico no se le informa de nada); desde que impidi¨® el an¨¢lisis de astas correspondientes a reses sospechosas que no se encontraran en el ¨²ltimo su puesto; desde que convirti¨® en un mercado persa el reconocimiento de los toros -que es tarea pericial y restringida- autorizando que entren all¨ª ganaderos, toreros, empresarios, protesten si les conviene y haya de recojerlo el presidente; desde que semejantes incongruencias y otras no me nos sospechosas aIcanzaron la categor¨ªa de norma, la fiesta de los toros es un melonar sin amo.
Un melonar donde cada cual toma a la rebati?a lo que le plazca, aquellos que tienen influencia campean a su acomodo, los veterinarios carecen de autoridad, el presidente decide a su antojo y, mientras tanto, el p¨²blico queda totalmente indefenso frente a la comisi¨®n del fraude.
El resultado es un puro sarcasmo: ¨²nicamente el 0'1% de los toros se afeitaron en 1992, a juzgar por los datos de Interior. O dicho de otra manera: ninguna de las primeras figuras -seg¨²n Interior- lidi¨® ni un solo toro afeitado en dicho per¨ªodo; ninguna de las ganader¨ªas llamadas comerciales manipul¨® las astas de sus reses. ?Hay quien se lo crea? El ca¨®tico reglamento que ha creado este escandaloso coladero no admite componendas: o lo derogan, o la fiesta se va al garete.
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