"Decir la verdad es lo ¨²ico importante"
Al borde de los 80 a?os, renqueante por culpa de una fractura de pierna, Adolfo Bioy Casares comienza con la literatura espa?ola: "Primero, El Quijote; despu¨¦s le¨ª mucho Azor¨ªn; le¨ª mucho Gabriel Mir¨®; El peque?o fil¨®sofo de Azor¨ªn, le¨ª casi todo Azor¨ªn, todo Gabriel Mir¨®".Pregunta: Esto de Azor¨ªn. Yo le¨ª que usted discrepaba con Borges, porque ¨¦l lo despreciaba.
Respuesta: S¨ª, es as¨ª. Borges ten¨ªa una especie de superstici¨®n contra lo muy sencillo. Creo que de esa discrepancia result¨® algo bueno para ambos. ?l empez¨® a comprender que en lo muy sencillo hab¨ªa m¨¦ritos tambi¨¦n. Algo muy sencillo ten¨ªa que valer para hacerse apreciar. En cambio, en las cosas complejas uno pod¨ªa ocultarse y hacer pasar por valioso algo que no fuera tanto.
P.: Con respecto a los cr¨ªticos. En su ¨²ltima novela, El campe¨®n desparejo, un periodista me dio una interpretaci¨®n que no se me hab¨ªa ocurrido. Dice que usted quer¨ªa simbolizar la Rep¨²blica Argentina y su sufrimiento. El sue?o del taxista, el personaje principal, en su b¨²squeda de esa mujer, y al final, cuando la encuentra, la viola. Ese periodista establec¨ªa un paralelismo entre esto y el menemismo.
R.: A m¨ª tampoco se me hab¨ªa ocurrido.
P.: Yo me di cuenta despu¨¦s, porque le¨ª que este libro hab¨ªa sido escrito antes de este Gobierno.
R.: Las interpretaciones... a veces nos irritan y otras veces enriquecen lo que uno ha hecho.
P.: ?Podr¨ªa tener car¨¢cter premonitorio esa interpretaci¨®n?
R.: No, pero yo no creo...
P.: ?Cree en la premonici¨®n?
R.: No, en ese caso no creo.
P.: Usted ha tendido a no manifestarse pol¨ªticamente en su vida, ?o se ha cuidado m¨¢s bien?
R.: No, porque he tenido la impresi¨®n de que me equivocaba, que pod¨ªa arrepentirme de lo que hab¨ªa dicho antes. Creo que m¨¢s bien es eso. Zapatero, a tus zapatos. Puedo tener juicio sobre escritores y literatura, pero ?sobre pol¨ªtica, qu¨¦ s¨¦ yo?
P.: ?La desprecia?
R.: No, no la desprecio, pero tampoco la estimo demasiado.
P.: ?Hay una actitud un poco elitista en esto, quiz¨¢s?
R.: Bueno, claro, pero involuntaria.
P.: ?Y c¨®mo ve cuando otros escritores se comprometen?
R.: Creo que, en general, son castigados despu¨¦s, porque de alg¨²n modo los utilizan y, cuando no los quieren m¨¢s, los desechan.
P.: Y c¨®mo ve usted Argentina en este momento?
R.: Mire, yo nunca he sido partidario de [Carlos] Menem [presidente de Argentina], pero veo que el pa¨ªs est¨¢ mucho mejor que nunca. Me parece que otros pa¨ªses est¨¢n tratando de seguir el camino de Argentina.. Y eso, realmente, me parece muy bien para nosotros.
P.: Las ¨²ltimas entrevistas suyas han sorprendido un poco a la gente. La imagen que da usted es de un donju¨¢n incorregible.
R.: No creo que sea tanto, pero realmente las mujeres me han gustado mucho. Esa categor¨ªa: primero el agua, despu¨¦s el pan y por ¨²ltimo, las mujeres, un poco para castigarlas...
P.: ?Para castigarlas?
R.: S¨ª, pero en realidad, el agua me gusta mucho, el pan me encanta, y las mujeres, tambi¨¦n.
P.: ?Por ese orden?
R.: S¨ª, en ese orden, creo. El agua me tienta, el pan me tienta y las mujeres me tientan, pero despu¨¦s del agua y el pan.
P.: Usted dice que ten¨ªa dos y tres relaciones al mismo tiempo.
R.: S¨ª, es cierto. Cuando tuve una, realmente fui muy infeliz, me maltrataron. Cuando tuve dos o tres, ignoradas por ellas, por lo menos en lo que yo he sabido, me fue muy bien.
P.: ?Ten¨ªa un mecanismo de defensa, ?si le iba mal con una pasaba a otra?
R.: No, yo tengo la impresi¨®n de que ellas, como si adivinaran que yo ten¨ªa otras, trataban de no perderme, de mimarme y cuidarme.
P.: ?Usted se psicoanaliz¨®?
R.: No, nunca. Ahora, una psicoanalizada me dijo que yo parec¨ªa un psicoanalizado a quien el psicoan¨¢lisis le hab¨ªa hecho bien. Me pregunto si a alguien le ha hecho bien.
P.: ?Pero tuvo relaciones con psicoanalizadas, por supuesto?
R.: Desde luego, desde luego. Tengo la impresi¨®n de que [ellas] me psicoanalizaron y de saber mucho del psicoan¨¢lisis. Ha habido mujeres a las que he dejado, aunque eran lind¨ªsimas, porque no me hablaban de otra cosa que de psicoan¨¢lisis.
P.: ?Usted conoce los escritos de Mara?¨®n sobre Don Juan?
R.: Los conoc¨ª y los olvid¨¦.
P.: M¨¢s o menos, Mara?¨®n dice que a Don Juan le falta madurez. ?Se considera inmaduro?
R.: No, no me considero inmaduro. Creo que si he sido donju¨¢n, ha sido para protegerme. No he querido nunca ser infeliz. Las mujeres me hac¨ªan infeliz cuando yo me volcaba totalmente en una. Entonces, puse esa distancia que da el hecho de tener dos o tres y me dio resultado.
P.: Usted es consciente de que jugaba con ventaja.
R.: S¨ª, soy consciente de que jugaba con ventaja. Y antes, no. Cuando me entregaba, no jugaba con ventaja. Ten¨ªa muy cerca una persona desdichada por ser muy enamoradizo y por estar entregado a una sola mujer: Borges.
P.: ?A su madre?
R.: No, no, Borges ha tenido muchos amores sucesivos. En cada uno de ellos yo dir¨ªa que fue desdichado, porque se volcaba enteramente y entonces las mujeres se ponen implacables.
P.: Se trata m¨¢s de un juego de dominaci¨®n que de amor.
R.: Si, as¨ª es, el de ellas. Cuando yo jugaba a la verdad, a entregarme del todo a la persona que quer¨ªa, esa persona inmediatamente me dominaba y castigaba.
P.: Y esa relaci¨®n suya con las mujeres... ?en qu¨¦ aspecto le compensaba m¨¢s?, ?la parte afectiva, de protecci¨®n, que le daban o el aspecto sexual?
R.: Los dos. El aspecto sexual me parece muy importante siempre.
P.: Usted considera perfectamente posible una relaci¨®n disociada, ?una relaci¨®n por el puro sexo?
R.: No por el puro sexo. Creo que el puro sexo no da bastantes satisfacciones, pero creo que el sexo con cierto cari?o y una cierta admiraci¨®n a la belleza de la mujer, entonces s¨ª se es feliz.
P.: ?Y no cree que su postura puede haberlas hecho infelices?
R.: Puede ser, s¨ª, ?qu¨¦ le vamos a hacer!, pero al fin y al cabo ellas jugaban a dominarme y yo a gozar con ellas. As¨ª que en definitiva creo que, si las hice sufrir, un poco lo ten¨ªan merecido.
P.: ?Ser¨¢ que tienen un componente masoquista?
R.: Puede ser, o que quieren dominar y el que se sustrae a la dominaci¨®n les hace sufrir.
P.: ?Usted hab¨ªa hablado tan libremente de esto antes?
R.: No. Estoy hablando ahora m¨¢s libremente, porque creo que no me queda mucho por jugar, y entonces, decir la verdad, en definitiva, es lo ¨²nico importante.
P.: Se siente un poco m¨¢s all¨¢ del bien y del mal?
R.: As¨ª es, pero porque el bien y el mal no me asustan. No tanto porque yo quiera prescindir de eso. De buen gusto seguir¨ªa en la carrera, pero la carrera no me quiere a m¨ª.
P.: Usted dice que no es agn¨®stico, sino ateo.
R.: ?Qu¨¦ vamos a hacerle! Ateo, gracias a Dios.
P.: En Espa?a hab¨ªa un jesuita famoso, el padre F¨¦lix Garc¨ªa, especializado en ¨²ltimas confesiones de ateos. Cuentan, que confes¨® a Ortega a ¨²ltima hora. No s¨¦ si es cierto. ?Usted no piensa tener ning¨²n momento de debilidad?
R.: Creo que no. Si yo... tal vez... cuando una persona est¨¢ por morir, est¨¢ en un estado tal de confusi¨®n y de terrores que llega a tener esos terrores que ahora nos parecen inveros¨ªmiles... Entonces hay como una sensaci¨®n de vivir una pesadilla.
P.: Usted no tiene el consuelo de ir a disfrutar de las hur¨ªes en el para¨ªso.
R.: No creo, no. Francamente no. Hur¨ªes, en el para¨ªso terrenal.
P.: Quiz¨¢ sea un poco de psicoan¨¢lisis barato, pero dicen que los mujeriegos son el resultado de hijos no amados.
R.: No creo. En mi caso creo que mis padres me quisieron mucho.
P.: Escribir, a usted no parece que le produzca sufrimiento.
R.: No, de ninguna manera. No he sentido el dolor...
P.: ?El horror de la p¨¢gina en blanco y esas cosas?
R.: No, a veces no niego que, cuando voy a empezar un cuento o una novela, me da un poco m¨¢s de trabajo que cuando sale lo empezado, pero yo no dir¨ªa el horror de la p¨¢gina en blanco, sino la dificultad de convertir esa primera p¨¢gina en una p¨¢gina en que los p¨¢rrafos se ci?an unos a otros de un modo natural. Siempre me ha costado empezar, pero, una vez empezado, he escrito con relativa facilidad.
P.: El hecho de haber escrito tantas cosas por encargo, como los famosos prospectos del yogur, ?le ha ayudado?
R.: S¨ª, yo creo que mucho. El prospecto del yogur nos ha hecho mal a Borges y a m¨ª en cierto sentido. Despu¨¦s escribimos en broma juntos, nunca pudimos escribir en serio juntos. Las colaboraciones de Borges y m¨ªas son una broma tras otra.
P.: Una joda [cachondeo] permanente.
R.: Una joda permanente, claro. Y a veces quisimos que no lo fuera y no pudimos hacerlo.
P.: ?Era una permanente acrobacia intelectual, para ver quien hac¨ªa la pirueta ... ?
R.: No creo tanto. Simplemente nos sent¨ªamos felices ri¨¦ndonos cuando escrib¨ªamos. Y, bueno, escribimos siempre.
P.: Iba realmente unido a placer.
R.: A placer, desde luego.
P.: Lo cual abunda en la descripci¨®n de usted como un personaje hedonista.
R.: Puede ser, claro.
P.: ?Vio usted los escritos del psicoanalista de Borges?
R.: No.
P.: Donde cuenta todas susexperiencias traum¨¢ticas [de Borges] con el sexo.
R.: No, y Borges me ocult¨®odo eso.
P.: Lo hablaba con el psicoanalista y...
R.: ... pero no lo hablaba conmigo. Eramos tan amigos y... pero no.
P.: Qu¨¦ situaci¨®n m¨¢s esquizofr¨¦nica, ?no?
R.: S¨ª, tiene raz¨®n.
P.: ?C¨®mo puede uno expresarse ante un extra?o y cerrarse, al amigo?
R.: Es cierto, qu¨¦ disparate ?no?, pero nunca tuve la impresi¨®n de que se cerrara. Si se cerraba, se cerraba con mucha naturalidad. Y adem¨¢s no lo tomo con resentimiento.
P.: Habla usted en una de sus ¨²ltimas entrevistas de la relaci¨®n con Victoria Ocampo, que era una persona muy autoritaria.
R.: S¨ª, realmente... m¨¢s que amigo, hab¨ªa que ser s¨²bdito.
P.: ?En qu¨¦ se manifestaba esto?
R.: Bueno, en su permanente irritaci¨®n. Recuerdo haber estado conversando con Borges, un d¨ªa que hab¨ªa un escritor extranero, y Victoria nos dijo: "No sean mierdas, atiendan al escritor extranjero, no se pasen la noche hablando entre ustedes". Nos ten¨ªa as¨ª, a soga corta. Por eso era muy dif¨ªcil ser muy amigo de ella. Yo la considero una muy buena mujer y muy honesta, pero nada m¨¢s. No pude ser nunca muy amigo de ella.
P.: ?Con Silvina [Ocampo, esposa de Bioy, recientemente fallecida] era diferente?
R.: Pero claro. Silvina no se parec¨ªa en nada a Victoria. Era todo lo contrario, se puede decir. Era una persona muy d¨²ctil. Victoria no era nada d¨²ctil.
P.: ?Era c¨®mplice de sus aventuras amorosas?
R.: No, yo creo que sufr¨ªa mucho por ellas. Pero me dijo una cosa que me dej¨®... me consuela, cuando pienso en ella. Yo pienso siempre con mucho cari?o en ella. Me dijo: "Vos me has dado la prueba m¨¢s evidente de amor, porque has tenido muchas mujeres, pero siempre has vuelto a m¨ª". Y, bueno, me ha alegrado que haya tenido esa. interpretaci¨®n de las cosas.
P.: ?Era para usted una necesidad, tambi¨¦n?
R.: No, era un sosiego, era un descanso estar con ella.
P.: ?Un reposo del guerrero, tal vez?
R.: Bueno, tal vez, pero... me sent¨ªa as¨ª como en la verdad, un cari?o verdadero.
P.: Usted no ha tenido hijos biol¨®gicos.
R.: No.
P.: ?Y esto significa algo para usted, una ... ?
R.: Bueno, qu¨¦ s¨¦ yo, puede ser que haya tenido.
P.: ?Est¨¢ escribiendo usted autobiograf¨ªa?
R.: Un poco, s¨ª.
P.: ?Con m¨¦todo?
R.: No, yo no creo en el m¨¦todo, pero escribo con asiduidad. Por algo que yo considero casual -un psicoanalista no lo admitir¨ªa-, admito que en este ¨²ltimo tiempo he escrito cosas autobiogr¨¢ficas de verdad.
P.: ?Y usted tom¨® notas en su vida, en plan de diario o algo as¨ª?
R.: No.
P.: ?Y no tiene problemas de evocacion, para recordar?
R.: Tengo problemas, pero s¨¦ que esos problemas se solucionan con el tiempo. Si uno espera, viene lo que le estaba negado en un primer momento, llega despu¨¦s.
P.: ?Lee mucho todav¨ªa?
R.: Leo siempre. No creo que sea un sufrimiento. La lectura es un placer.
P.: ?Lee a los contempor¨¢neos?
R.: Tambi¨¦n leo contempor¨¢neos, ?c¨®mo no?
P.: A m¨ª me han dicho: "Quedan Bioy, S¨¢bato, y despu¨¦s nada".
R.: Esperemos que no. Yo dir¨ªa que Argentina siempre ha sido un pa¨ªs con alguna literatura buena. As¨ª como otras cosas tendr¨¢ malas, la literatura es buena.
P.: La idea de la pervivencia y la inmortalidad aparece con frecuencia en su obra.
R.: ?Ah, s¨ª!; realmente porque tengo una pereza muy grande de morirme. Desear¨ªa seguir viviendo para siempre. Y entonces me contento con miserables sustitutos, como son esos ingeniosos sustitutos de la invenci¨®n literaria, pero es porque no puedo conseguir la verdadera inmortalidad que me gustar¨ªa ganar.
Babelia
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