Los dem¨®cratas abren la puerta para que el Congreso investigue el 'caso Whitewater'
Las papeleras de la Casa Blanca est¨¢n desbordadas. Desde el pasado jueves nadie las ha vaciado. Nadie puede tampoco destruir informaci¨®n contenida en ordenadores o en el correo electr¨®nico, de acuerdo con la orden de Robert Fiske, fiscal especial. Su equipo rastrear¨¢ hoy toda la "basura Informativa" para buscar documentos relacionados con el esc¨¢ndalo Whitewater. Podr¨ªan ser im¨¢genes de una pel¨ªcula sobre el caso Watergate, pero, por desgracia para Bill Clinton, es la realidad, y el protagonista no es Richard Nixon, sino ¨¦l mismo. Para reforzar todav¨ªa m¨¢s el espectro del pasado, el dem¨®crata Dan Rostenkowski, presidente del decisivo Comit¨¦ de Arbitrios y Medios del Congreso de los Diputados, dej¨® ayer abierta la posibilidad de que haya sesiones informativas en el Capitolio sobre el caso, como los republicanos vienen reclamando desde Navidad.El presidente pas¨® todo el fin de semana recluido en Camp David, un lugar que no le gusta y que no frecuenta; pero adecuado para poner distancia con el maremoto Whitewater y las agitadas jornadas de la semana pasada y para enfrentarse con m¨¢s energ¨ªa a la semana que comienza. El pr¨®ximo jueves, seis altos cargos de la Casa Blanca (incluido el dimitido asesor jur¨ªdico Bernard Nussbaum) y cuatro del departamento del Tesoro (uno de ellos ya no en activo) comparecer¨¢n ante un Gran Jurado para cumplir con las citaciones de Robert Fiske y aclarar sus contactos con los investigadores del caso Whitewater, la aventura inmobiliaria que acab¨® mal y en la que participaron los Clinton en los a?os 80, en Little Rock, y sus posteriores complicaciones: el aparente trato de favor al banco en quiebra de su socio y amigo en Whitewater, James McDougal, por parte del entonces gobernador Clinton y del despacho de abogados en el que trabajaba Hillary Rodham Clinton.
Peligro para Clinton
El caso Whitewater, independientemente de la gravedad de los hechos que encierra, lo est¨¢ manejando muy mal la Casa Blanca y sus consecuencias pueden poner en peligro los grandes proyectos pol¨ªticos de los Clinton. La dimisi¨®n de Nussbaum, ha querido ser un cortafuegos para tratar de controlar el da?o, pero sus llamas han chamuscado las pesta?as de Bill Clinton y de Hillary Rodham, y las investigaciones del fiscal especial, Robert Fiske, ocupar¨¢n a partir de ahora buena parte del foco en la escena pol¨ªtica. "No me sorprender¨ªa nada que hubiera m¨¢s dimisiones", declar¨® Marlin Fitzwater, portavoz de Ronald Reagan y George Bush, un hombre que conoce bien los mecanismos del poder. "Nussbaum se va, pero el problema contin¨²a", era el expl¨ªcito t¨ªtulo del editorial de ayer de The Washington Post.
La imagen de Hillary Rodham queda especialmente zarandeada. Ella llev¨® a la Casa Blanca a Bernard Nussbaum y a Vincent Foster, el n¨²mero dos de Nussbaum, que se suicid¨®, aparentemente, el pasado verano y que se hab¨ªa encargado del enredo de Whitewater en el despacho de abogados de Little Rock.
Independientemente de las consecuencias que la investigaci¨®n del fiscal Robert Fiske pueda tener, el objetivo urgente de la Casa Blanca es reparar el da?o y tratar de contener las sospechas crecientes de la opini¨®n p¨²blica sobre el papel de los Clinton en el caso. Ayer, en el programa Meet the Press, en la NBC, el vicepresidente Al Gore, tras reconocer el descontrol que ha habido hasta ahora en el asunto, trat¨® de reforzar la impresi¨®n de que la lecci¨®n ha sido aprendida y de que habr¨¢ plena colaboraci¨®n con las investigaciones para aclarar el caso. "Vamos a tener los criterios ¨¦ticos m¨¢s exigentes", dijo. "Y ser¨¢n seguidos y exigidos, sin ninguna duda".
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