El sistema de pensiones no esta en crisis
EDUARDO MART?N TOVAL MATILDE FERN?NDEZ y FERNANDO GIMENO
Participamos, el conjunto de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, de un modelo de Estado en el que todos los ciudadanos tenemos garantizada la percepci¨®n de ingresos en sustituci¨®n de las rentas que se dejan de percibir como consecuencia de enfermedades, infortunios o, simplemente, la conclusi¨®n de la vida laboral. Junto a ello se nos garantiza un conjunto de derechos como el de la educaci¨®n, sanidad, etc¨¦tera, que han dado lugar a mecanismos de solidaridad social y de cohesi¨®n que han sido y son una de las claves de la estabilidad de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea.Pero, dicho eso, existen tantos modelos como pa¨ªses. Si utilizamos datos de 1991, los gastos de protecci¨®n social sobre el PIB alcanzan el 21,74% en Espa?a, siendo la media europea para dicho a?o del 26,03%; pa¨ªses como Holanda y Francia alcanzan un 32,41%, y un 28,7%, respectivamente. Hay que se?alar, sin embargo, que en el a?o 1982 la diferencia de Espa?a respecto a la media de la Uni¨®n Europea era de 10 puntos. Y, a finales de 1993, es previsible. que superemos el 25% del PIB. Sin tener en cuenta que, como es sabido, en estas cifras no pueden computarse los gastos de inversi¨®n, y que nuestro actual nivel de inversi¨®n en protecci¨®n social (escuelas, hospitales, residencias de la tercera edad, etc¨¦tera) es muy superior al de los pa¨ªses con sistemas de protecci¨®n mucho m¨¢s consolidados. De otro lado es notorio que estos gastos de inversi¨®n generan adem¨¢s empleo.
La siguiente reflexi¨®n ser¨ªa que mientras la crisis obliga a los pa¨ªses europeos avanzados a plantearse reformas dr¨¢sticas de los sistemas de protecci¨®n social, como consecuencia de situaciones de sobreprotecci¨®n (caso de Holanda dentro de la Uni¨®n Europea y Suecia fuera de la Uni¨®n Europea, por ejemplo), en Espa?a, incorporada mucho m¨¢s tarde a un sistema de protecci¨®n social avanzado, podemos decidir razonablemente el camino a seguir, adapt¨¢ndonos a las nuevas condiciones econ¨®mico-sociales sin tomar medidas como las que se plantean en dichos pa¨ªses.
El sistema de Seguridad Social constituye el n¨²cleo b¨¢sico del Estado del bienestar, y desde 1982 se ha venido perfilando la arquitectura b¨¢sica de nuestro modelo, basado en tres niveles -no contributivo, profesional y complementario- dise?ados por leyes de 1985, 1977 y 1990 y consolidado mediante reformas sucesivas que han mejorado la racionalidad del sistema y fortalecido sus aspectos financieros, aspectos esenciales para la estabilidad de cualquier sistema de protecci¨®n social, dado el n¨²mero de personas afectadas y la cuant¨ªa tan importante de recursos que supone (el presupuesto de la Seguridad Social, que de momento excluye el desempleo, se eleva en 1994 a 10 billones de pesetas, lo que supone el 15,6% del PIB nacional y el 35% del presupuesto consolidado del Estado). Si analizamos los presupuestos iniciales y los presupuestos liquidados de las prestaciones econ¨®micas de la Seguridad Social en 1993, vemos un comportamiento de las pensiones de acuerdo con las previsiones de gasto, mientras que se produce una desviaci¨®n excesiva y poco justificada, desde el punto de vista de la Seguridad Social, de la incapacidad laboral transitoria y de la invalidez provisional, que influye en que la Seguridad Social se convierta en un instrumento que financia la crisis de las empresas o que resuelve problemas personales no previstos en nuestro sistema protector. El an¨¢lisis de nuestras cifras presupuestarias nos permite afirmar que la incapacidad laboral transitoria y la invalidez provisional, as¨ª como, de otro lado, las prestaciones y subsidios por desempleo y la sanidad, han generado en los ¨²ltimos a?os un d¨¦ficit que ha contribuido a producir inquietud sobre el futuro financiero de la Seguridad Social; y la conclusi¨®n obligada es que nuestro sistema contributivo de pensiones, en s¨ª mismo considerado, en comparaci¨®n con el resto de las prestaciones y gastos citados, ha demostrado su solidez incluso en periodos de dificultades econ¨®micas. Por ello no se puede generar la idea de crisis de nuestro sistema de pensiones.
Se vienen haciendo afirmaciones que ponen de manifiesto un desconocimiento de la realidad de nuestro sistema de pensiones. En principio hay que decir que, de los 6,5 millones de pensiones existentes en la Seguridad Social, menos de la mitad lo son de jubilaci¨®n y que la pensi¨®n media de jubilaci¨®n de la Seguridad Social es de 63.248 pesetas. Es cierto, y no puede ignorarse, que la evoluci¨®n demogr¨¢fica produce dos tipos de consecuencias que inciden en la Seguridad Social: las personas viven m¨¢s a?os y por ello pueden percibir prestaciones sociales durante m¨¢s tiempo, y, por otro lado, las tasas de natalidad disminuyen, por lo que la poblaci¨®n joven tambi¨¦n lo hace. En un sistema de reparto como el de la Seguridad Social espa?ola, las cotizaciones de cada mes finan cian las prestaciones de cada d¨ªa, por lo que los dos aspectos fundamentales son los cotizantes y los preceptores de prestaciones o, m¨¢s exactamente, las cotizaciones y las prestaciones.
Nuestro problema no son las tasas de natalidad, sino el empleo, la capacidad de generar empleo. En Espa?a, las tasas de actividad de las mujeres, por ejemplo, est¨¢n por debajo de las de otros pa¨ªses europeos. El futuro del Estado del bienestar depende, pues, del empleo de forma determinante.
El sistenia de reparto es una de las caracter¨ªsticas solidarias intergeneracionales, al que ya hemos hecho referencia con anterioridad. Los cotizantes actuales financian las rentas de quienes perciben las pensiones d¨ªa a d¨ªa, y as¨ª sucesivamente generaci¨®n tras generaci¨®n. Adem¨¢s de ser t¨¦cnicamente un buen sistema, genera lazos de interrelaci¨®n de enorme importancia en una sociedad que quiere cohesionarse y que quiere vivir el futuro sin angustia.
Que el sistema sea t¨¦cnica y socialmente el m¨¢s correcto no quiere decir que no haya que afrontar con realismo sus problemas y su evoluci¨®n.
Y hoy la pregunta que se est¨¢n haciendo muchos ciudadanos es si en el futuro el sistema de Seguridad Social va a poder financiar un n¨²mero de prestaciones m¨¢s numerosas y de mayor cuant¨ªa.
En nuestra opini¨®n, la respuesta es categ¨®ricamente s¨ª, si somos capaces de abordar con realismo el problema. Nuestra pol¨ªtica de acercar las bases de cotizaci¨®n a los salarios reales ha dado lugar a que la cuant¨ªa de las nuevas pensiones sea mayor que las que causan baja en el sistema. En 1993 la cuant¨ªa media de las nuevas pensiones es de 65.000 pesetas mensuales, frente a las 50.000 pesetas de las que dejan de pagarse. Por otro lado, el valor actual de las prestaciones que se perciben est¨¢ por encima del valor actual del conjunto de las cotizaciones que se pagan, por lo que se refiere a un afiliado a la Seguridad Social, lo que es expresi¨®n tambi¨¦n de la solidaridad del sistema. Que la base m¨¢xima de cotizaci¨®n sea superior a la pensi¨®n m¨¢xima es un mecanismo de solidaridad que tambi¨¦n opera en nuestro sistema. Aproximadamente la diferencia: entre la base m¨¢xima de cotizaci¨®n y la pensi¨®n m¨¢xima es de 100.000 pesetas.
Por ¨²ltimo, supone un principio claro de solidaridad el establecimiento de pensiones m¨ªnimas con car¨¢cter general dentro del sistema contributivo. La discusi¨®n en todo caso es si debe financiarlo el Estado o debe hacerse a trav¨¦s de las cotizaciones. A modo de conclusiones:
- Nuestro modelo de Estado del bienestar es m¨¢s joven que el de los pa¨ªses europeos m¨¢s avanzados, y ello nos permite proyectar un futuro atendiendo a los condicionantes econ¨®micos y sociales actuales y garantizando su futuro sin efectuar recortes en las actuales pensiones.
-Ya se est¨¢ actuando y habr¨¢ que hacerlo permanentemente para evitar el descontrol en los gastos de la incapacidad laboral transitoria y la invalidez provisional.
- Aunque no forma parte de la Seguridad Social, las desviaciones en los gastos del desempleo tienen que reducirse, para luego disminuir estos gastos en la medida que vaya creciendo el empleo.
- Todas las pol¨ªticas sociales que encuentran su origen en la crisis econ¨®mica, si se aprueban, deben ser financiadas por el Estado.
- El principio de solidaridad intergeneracional es un elemento fundamental de la Seguridad Social.
- Seguramente a medio y largo plazo debemos planteamos el reforzamiento de los aspectos contributivos, pero manteniendo el sistema de reparto y no confundi¨¦ndolo con sistemas de capitalizaci¨®n que ya pueden operar hoy en el nivel complementario, y en ning¨²n caso sustitutorio, de la Seguridad Social a trav¨¦s de los fondos de pensiones. Ese reforzamiento de los aspectos contributivos del sistema p¨²blico de pensiones ya se hizo en 1985 y es un planteamiento posible para el futuro, porque los m¨¢rgenes de reforma de nuestro sistema en relaci¨®n a otros europeos son a¨²n muy considerables.
- Nuestro sistema de pensiones no tiene por qu¨¦ tener crisis. El problema fundamental es el empleo y no la demograf¨ªa. El reto de esta sociedad es, pues, que m¨¢s mujeres y j¨®venes se incorporen al trabajo.
En este debate, como en tantos otros que se producen en nuestro pa¨ªs, lo que sobran son las voces agoreras, los estereotipos y las afirmaciones sin matices, y lo que se echa en falta son debates sosegados, objetivos y constructivos que permitan a nuestros ciudadanos reconocer los problemas, pero tambi¨¦n afrontarlos con esperanza. Y en esta cuesti¨®n hay sin duda muchos m¨¢s motivos para la esperanza que para el desaliento.
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