M¨²sica para encadenados al silencio
Carabanchel acogi¨® un concierto que ser¨¢ televisado para lograr fondos contra el sida
El sonido de voces y guitarras no consigui¨® romper el silencio de los reclusos. Una legi¨®n de m¨²sicos tom¨® ayer el patio cultural de la c¨¢rcel de Carabanchel desde las once de la ma?ana. Por el escenario desfilaron figuras m¨ªticas de la m¨²sica espa?ola. El flamenco de Ketama, el pop sensible de Antonio Vega y el rock de Rosendo compartieron tablas con las rumbas de Peret y las palabras de Antonio Gala y Ver¨®nica Forqu¨¦. Ante tanta figura, cab¨ªa esperar que soplaran aires de fiesta. Pero los 2.000 presos que asistieron al concierto permanecieron quietos.
Encuentro con Carabanchel, nombre que recibi¨® el acto, pretende recaudar fondos para Basida, un centro gratuito de atenci¨®n a enfermos del sida. La retransmisi¨®n del concierto por televisi¨®n, dentro de 15 d¨ªas, permitir¨¢ la recaudaci¨®n de fondos. Un r¨®tulo con n¨²meros de tel¨¦fono a los que llamar y un n¨²mero de cuenta dar¨¢n a los espectadores la posibilidad de contribuir a la causa.El aplauso escase¨®, el baile fue anecd¨®tico y los v¨ªtores s¨®lo llegaron al final. Los reclusos observaban con escaso entusiasmo algo que les produc¨ªa m¨¢s curiosidad que gozo. S¨®lo la presencia de mujeres levant¨® a los reclusos: "?Ay, que me da el, telele aqu¨ª mismo!", grit¨® un preso ante la proximidad de una enfermera; los contoneos de Aurora -¨²nica solista femenina- animaron a muchos otros, que casi saltaron la valla que los separaba de los artistas.
Pero eso s¨®lo fue un episodio aislado. La t¨®nica general era la apat¨ªa. "C¨®mo no vamos a estar apagados si dentro de cinco minutos estamos igual que siempre", comentaba un preso mientras un funcionario de prisiones se acercaba para abortar todo contacto entre el interno y la prensa. "Esto da buen rollo, pero en cuanto llegue a la celda, ya se me habr¨¢ olvidado". Y tuvo que callar, encadenado al silencio.
El concierto de la prisi¨®n de Carabanchel tuvo dos p¨²blicos: una valla separaba a los silenciosos presos de los entusiastas invitados. Mientras, a pie de escenario, m¨²sicos e invitados aplaud¨ªan y bailaban, al otro lado de la valla s¨®lo unos pocos se sumaban a la fiesta. "Esto me impresiona mucho", coment¨® tras su actuaci¨®n Antonio Vega. "Nos mantienen apartados de los presos, pero ves sus caras y es fort¨ªsimo", dec¨ªa. "Hoy me he sentido m¨¢s libre que nunca. He visto lo que significa la libertad. A los reclusos no les dejan ejercer de seres humanos".
Adem¨¢s del grupo de internos que interpret¨® la canci¨®n El baile del preso, Rosendo fue uno de los pocos artistas que movi¨® a la masa silenciosa. Con Maneras de vivir, uno de los cl¨¢sicos de Le?o, arranc¨® coros, palmas e incluso le pidieron un bis. Cada artista s¨®lo pod¨ªa tocar dos canciones.
Guitarra disuasoria
"Yo vivo a doscientos metros de esta prisi¨®n, soy de este barrio y tengo amigos presos. Si de chaval no llego a tener una guitarra entre las manos, ahora estar¨ªa perdido como esta gente", comentaba el legendario rockero tras su actuaci¨®n. "Ellos entienden mejor que nadie las letras que escribo".
La m¨²sica no impidi¨® que los reclusos hicieran sus bisnis. 'T¨¢same las anchoas [gafas de sol], colega", ped¨ªa uno de ellos. "T¨ªrate el rollo, que t¨² ma?ana te puedes comprar otras". Y algunos acabaron el concierto luciendo sus nuevas gafas.
Los flamencos consiguieron aplausos. Pero el que realmente levant¨® a los presos fue Peret. "Esto se est¨¢ acabando", dijo al subir a escena, "o sea, que vamos a aprovechar". Solo con su guitarra, cant¨® en cal¨® una canci¨®n cuyo estribillo -Y lo mararon sin compasi¨®n- fue coreado por todos. La ma?ana musical se acababa. Escudado por miembros de La Barber¨ªa, Ketama y Caco Senante, Peret consigui¨® dar una pincelada festiva en el tramo final.
Apenas sonaba el ¨²ltimo acorde de Y lo mararon sin compasi¨®n, los gritos que ped¨ªan un bis se fundieron con el sonido de la alarma. Los m¨²sicos siguieron tocando mientras la mayor¨ªa de los presos volv¨ªa a sus celdas, respondiendo de modo autom¨¢tico a la se?al. S¨®lo unos pocos reclusos se atrevieron a permanecer en el patio mientras a escena sub¨ªan todos los artistas para tocar, fuera de programa, un ¨²ltimo tema con Raimundo Amador a la cabeza. Pero esto no estaba previsto, y los funcionarios, ajenos a la m¨²sica, obligaban a los internos a salir del patio. Las manos en alto de los m¨²sicos despidieron al ¨²ltimo reducto de 30 internos que caminaban hacia atr¨¢s. Se resist¨ªan al reencuentro con la celda.
All¨ª mismo, el radiotransmisor de un funcionario escup¨ªa: "?C¨®mo va el recuento?". El boquis respond¨ªa que mal, porque quedaban unas 30 personas en el patio. "?Pero personas o reclusos?", se escuch¨®.
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