Europa de regiones

LA UNI?N Europea es, b¨¢sicamente, una uni¨®n entre Estados. Pero sin desdibujar este entramado ¨ªnstitucional, Europa debe reconocer la existencia en su seno de regiones y municipios. Reconocerlos y escucharlos. La constituci¨®n del Comit¨¦ de las Regiones es, en este sentido, un paso. El hecho de que se trate de una instancia s¨®lo consultiva para un determinado cat¨¢logo de materias -entre otras, la salud, el transporte, la cultura y la gesti¨®n del Fondo de Cohesi¨®n- no empa?a el alcance de este reconocimiento. Es un reflejo de una correcci¨®n del esp¨ªritu fundacional de la Comunidad Europea y del mayor peso que los propios Estados dan a su realidad regional y municipal. De hecho, en el mencionado comit¨¦ las regiones son reconocidas en funci¨®n del Estado que territorialmente las cobija y no directamente como tales, y el funcionamiento del mismo se ¨ªntegra en el Comit¨¦ Econ¨®mico y Social, lo que provoca la cr¨ªtica de los l¨ªderes regionalistas.A la espera de una reforma prevista en 1996, municipios y regiones cohabitan en el seno del comit¨¦. Previsiblemente, esto no escatimar¨¢ tensiones, algunas de las cuales ya se han advertido en el proceso de elecci¨®n del primer presidente del organismo. El mapa comunitario presenta una variada gama en las f¨®rmulas internas de organizaci¨®n de los Estados, desde los m¨¢s regionalistas y federales hasta los que, sin apenas pol¨ªtica regional, otorgan un papel destacado a los municipios. El comit¨¦ responde a la necesidad de conjugar ambos modelos. Es de esperar que en el futuro logre perfeccionar este sistema organizativo.

La existencia del comit¨¦ palia, adem¨¢s, el llamado d¨¦ficit democr¨¢tico de la Uni¨®n, dada la primac¨ªa de los cargos electos en el ' mismo, y supone potencialmente un refuerzo del discurso de la subsidiariedad, un concepto plagado de lecturas interesadas: los Estados lo plantean para evitar un mayor desfondamiento de sus competencias ante Bruselas; las regiones recriminan a sus Estados que no lo aprovechen para una mejor redistribuci¨®n competencial, pero ellas mismas son reticentes a reconocer, y dar poder, a la realidad municipal que albergan. Hizo bien Jacques Delors en inaugurar el comit¨¦ con un serm¨®n de advertencia para que regiones y municipios no proyecten sus querellas intestinas hacia este organismo y lo aprovechen para dinamizar el proyecto europeo. La sesi¨®n fundacional no fue ejemplar en este sentido. Las disputas entre regionalistas y municipalistas no respetaron siquiera la cohesi¨®n de las familias pol¨ªticas. Los espa?oles han sido destacados protagonistas en esta representaci¨®n, con p¨²blico, de lo que comenz¨® como rencilla y amenaz¨® acabar en reyerta.

El acto fundacional del Comit¨¦ de las Regiones tiene una clave dom¨¦stica. El alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, se ha aupado a la primera vicepresidencia con la promesa de suceder a Jacques Blanc en la presidencia dentro de dos a?os. Pujol ha colocado a su candidato al frente del confit¨¦, lo que le permiti¨® dejar su puesto en el bur¨®, aliviando -con el agradecimiento de la mayor¨ªa- la tensi¨®n en la delegaci¨®n espa?ola, que deb¨ªa prescindir de un representante. Espa?a ten¨ªa tres puestos en el bur¨®, que se repartieron el socialista Rodr¨ªguez Ibarra, el popular Lucas y Pujol. No se cont¨® con que el candidato Maragall tambi¨¦n ocupaba plaza y deb¨ªa desalojar a otro. Su compa?ero socialista, que presum¨ªa de ser el verdadero investido por Ferraz, no quer¨ªa abandonar... y no lo hizo. El espect¨¢culo de la disputa dej¨® at¨®nitas a las delegaciones restantes. Con su gesto, Pujol salv¨® la situaci¨®n y pali¨® el mal sabor de boca creado por su oposici¨®n a que Maragall fuera presidente del comit¨¦.

En todo caso, el muy saludable paso de abrir el proceso de construcci¨®n europea a instancias m¨¢s cercanas a los ciudadanos y reforzar as¨ª el tejido europeo no deber¨ªa ser utilizado para hacer de este comit¨¦ un campo de disputas entre regionalistas y municipalistas o una caja de resonancia para ambiciones personales u obsesiones de autoafirmaci¨®n.