Stupendams, exceso de perfecci¨®n

En un concierto de Stupendams puede pasar que lo que objetivamente se considera una virtud -cantar estupendamente- derive en defecto, pues tanta perfecci¨®n abruma y llega a cansar. Claro que todo lo que se diga no vale para nada en tanto que la gente que acuda a verlas se lo pase pipa. Y eso es lo que pas¨® la noche del mi¨¦rcoles en Rev¨®lver.Una parroquia eventual, que lleg¨® a ocupar m¨¢s de la mitad del aforo, disfrut¨® con las onomatopeyas sonoras de Stupendams: sonidos que imitaban bajos, trompetas, percusi¨®n (apoyada a veces por unos leves instrumentos reales) o guitarra, en versiones dif¨ªcilmente reconocibles de Bob Marley, Beatles o Jackson Five. Y mostr¨® su benevolencia cuando la ¨²nica catalana que queda en el grupo -adem¨¢s de cuatro brit¨¢nicas y una neozelandesa residentes en Barcelona- se desmarc¨® con un discurso en catal¨¢n olvidando que estaban en Madrid; el ¨²nico fallo que se permitieron, y por el que pidi¨® disculpas sinceras.

Cuando acabaron su tan ensayado show, el respetable les pidi¨® m¨¢s; y ellas, simulando que no se pon¨ªan de acuerdo, mezclaron las distintas preferencias y crearon una sola canci¨®n de otras canciones. Lou Reed o Prince se fundieron en una sola, pero daba la sensaci¨®n final de que todo el recital hab¨ªa sido la misma canci¨®n.