La pantomima de los magistrados
Eran ya las diez de la noche del domingo y los periodistas y el cuerpo diplom¨¢tico esperaban con impaciencia el avance del escrutinio anunciado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), organismo creado tras los acuerdos de paz de 1992 entre el Gobierno y la guerrilla.Media hora m¨¢s tarde, los cinco magistrados, elegidos por la Asamblea legislativa, hac¨ªan su aparici¨®n con gran solemnidad, todos vestidos de negro. Tras entonar el himno de El Salvador, procedieron a la lectura de los datos. Para pasmo de los presentes, los magistrados fueron desgranando, una a una, las actas de 25 mesas electorales.
Las protestas de la audiencia, una vez recuperada del asombro, no se hicieron esperar. El retraso en el sistema de c¨®mputo, para el que el TSE recibi¨®, por cierto, una ayuda de medio mill¨®n de d¨®lares (70 millones de pesetas), no justificaba semejante pantomima. Los magistrados, impert¨¦rritos, finalizaron su representaci¨®n y se fueron, despu¨¦s de que su presidente, Luis Arturo Zald¨ªvar, declarara que estaban muy contentos con su trabajo, "arduo y cristalino".
Jornada de caos
La cosa ser¨ªa graciosa de no ser porque el caos presidi¨® la jornada electoral. En la capital, los colegios se distribuyeron no por barrios, sino por orden alfab¨¦tico de los apellidos, con lo que muchos ciudadanos debieron cruzar San Salvador de un extremo a otro.Ese detalle, y el que los listados estaban en un estado lamentable por el uso, no facilitaban precisamente la votaci¨®n a una poblaci¨®n en la que el analfabetismo llega al 40%. Los defectos del registro electoral dejaron con las papeletas en la mano a numerosos votantes.
Las Naciones Unidas, por su parte, a¨²n recuerdan como una pesadilla el conflicto surgido en Chalatenango, baluarte tradicional de la guerrilla, donde por poco tres pueblos a los que el TSE dej¨® en un principio sin urnas casi se echan al monte.
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