El Retiro
Fue pensado para el placer. Primero para el placer privado, para la pompa regia, para el epicure¨ªsmo cortesano. Era el lugar donde el galante, golfo y libertino de Felipe IV celebr¨® sus m¨¢s ruidosas fiestas y, tambi¨¦n, las m¨¢s ¨ªntimas.El parque se pag¨® con las arcas p¨²blicas; fue la mejor cama que el conde-duque de Olivares prepar¨® para su rey. Un mordaz agorero, Francisco de Quevedo, se atrevi¨® a criticar aquellos fastos del Buen Retiro en unas letrillas que le hicieron pasar una temporada en un fr¨ªo encierro leon¨¦s: "... pero no es buena ocasi¨®n, / que cuando hay tantos desastres, hagas brotar fuentes de agua, cuando corren r¨ªos de sangre. / No es raz¨®n que cuando el cielo, / desenvainando el alfanje, / se mira contra nosotros por nuestros pecados graves, andes haciendo retiros / y no haciendo soledades". El poeta sigui¨® preso y el Retiro sigui¨® siendo el lugar de la org¨ªa perpetua del monarca gozador.
Pasaron los a?os, el Retiro cambi¨®, lo transformaron, y, al fin, en una de las revueltas populares m¨¢s dignas y fracasadas del pueblo espa?ol y madrile?o, en la Revoluci¨®n del 68, aquel parque real pas¨® a ser municipal.
Ha sido el lugar donde vimos las primeras fieras; donde aprendimos a montar en imposibles bicicletas alquiladas. Entre la m¨²sica de la banda, el p¨¢nico a las marionetas y la arriesgada navegaci¨®n a remos en su estanque -oce¨¢nico para los ni?os de secano- fuimos descubriendo los lugares escondidos, los mejores rincones para el amor furtivo. En sus bancos m¨¢s discretos, en sus caminos de grandes ¨¢rboles, al otro lado de los setos, descubrimos que el amor era el juego m¨¢s divertido. Ten¨ªa morbo y peligro. Antes de la cursiler¨ªa afeitadita de jard¨ªn ingl¨¦s en que han convertido al parque, era nuestro para¨ªso, el jard¨ªn de los madrile?os entendidos como pecadores expulsados, otra de las bellas artes. Cuando termin¨¢bamos el dulce y precipitado pecar, pod¨ªamos salir por la plaza del ?ngel Ca¨ªdo -una de las mejores estatuas de Madrid- y ¨¦l nos entend¨ªa. Nos hac¨ªa buenos a los pecadores terrenales. Est¨¢ a punto de cumplir 100 a?os de complicidad con los pecadores de las noches del Retiro.
No corren buenos tiempos para los madrile?os gozadores, para los pecadores del Retiro; el alcalde beato y sacrist¨ªa, el que nunca pec¨® en el Retiro, nos quiere poner una virgen de nueve metros, una virgen kitsch en el mejor estilo de la obra y el gusto de este alcalde. ?Nueve metros de virgen?
?Pero hubo alguna vez once Mil v¨ªrgenes en el Retiro?
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