Entre la paz y la guerra
Las primeras se?ales de normalidad que vive la capital bosnia no bastan para tapar los estigmas del conflicto
La gente dice que la vida vuelve a animarse en Sarajevo. Es cierto que la gente ha vuelto a pasear por la calle, las madres salen con sus hijos, los patines han tomado el relevo de los trineos y el pintalabios de las chicas ilumina sus rostros. De vez en cuando, sale agua de los grifos y, en algunas zonas, a veces hay electricidad. Los ra¨ªles del tranv¨ªa han sido despejados y se han llevado a cabo pruebas t¨¦cnicas durante las cuales el p¨²blico tom¨® los dos vagones por asalto. En el mercado se encuentran algunas verduras y las peque?as tabernas est¨¢n llenas de gente tomando caf¨¦ o cerveza. Los colegios est¨¢n abiertos y la filarm¨®nica ha reanudado sus programas. Unos cuantos coches maltrechos recorren las carreteras despejadas y el ronroneo de los veh¨ªculos blindados blancos de Unprofor dan a la ciudad un aire de paz. La televisi¨®n bosnia ha reanudado sus emisiones y el diario Oslobodenje sigue saliendo todos los d¨ªas, mientras que Vecernje Novine, que antes era un diario, sale tres d¨ªas a la semana. En su edici¨®n del 9 de marzo, Oslobodenje public¨® seis p¨¢ginas enteras de necrol¨®gicas, a pesar de que un fabricante de ata¨²des nos dijo que el negocio hab¨ªa deca¨ªdo desde que empez¨® el alto el fuego. Y el sol primaveral va calentando lentamente la ciudad paralizada.Pero, a pesar de todo, Sarajevo sigue siendo una ciudad en guerra, asediada por los serbios que rodean la ciudad, que controlan todas las salidas, que a¨ªslan d el resto del mundo a los 350.000 habitantes que quedan. Los productos que se venden en las calles vienen del mercado negro. Los pocos veh¨ªculos capaces de encontrar gasolina (30 marcos -casi 2.500 pesetas- el litro) est¨¢n en Sarajevo, y los letreros que se?alan el camino a Mostar, Banja Luka o Tuzla se han vuelto obsoletos. La red telef¨®nica se acaba en la l¨ªnea de frente y el correo ya no alcanza su destino, a no ser que vaya por rutas indirectas: todos los d¨ªas, a las 3.30 horas, Radio 99 emite los nombres y direcciones de cartas que llegan con la ayuda de organizaciones humanitarias.
La basura se quema en las calles. Milicianos armados est¨¢n apostados en las intersecciones y protegen los puntos estrat¨¦gicos, a veces parapetados detr¨¢s de sacos de arena. A las diez en punto el toque de queda vac¨ªa las calles de los ¨²ltimos rezagados que se han atrevido a salir en la oscuridad de la noche desafiando el riesgo de tropezar con el menor obst¨¢culo. Espero que me perdonen los que han sufrido la guerra, pero supongo que as¨ª debe de ser un asedio.
Nadie puede vislumbrar el fin del cerco. Se piensa que durar¨¢ lo mismo que la guerra en Bosnia. ?Qui¨¦n puede decirlo? Muchos, sobre todo los intelectuales, temen m¨¢s que nada que llevar¨¢ a la divisi¨®n de Bosnia y traer¨¢ consigo la partici¨®n de Sarajevo, ciudad multicultural en la que todas las familias cuentan con miembros serbios, croatas, y musulmanes y en la que las iglesias cat¨®licas y ortodoxas, las mezquitas y las sinagogas coexisten separadas por s¨®lo unos centenares de metros.
Una econom¨ªa de guerra -en otras palabras, una econom¨ªa arruinada que ya no produce nada- est¨¢ tomando posiciones. Las empresas han quedado destruidas y hay escasez de energ¨ªa. El peri¨®dico Vecernje Novine, que antes de las hostilidades ten¨ªa una tirada diaria de 100.000 ejemplares, apenas consigue publicar 1.000 copias tres veces a la semana, debido a la escasez de papel. Los sueldos mensuales de sus 46 periodistas han descendido en estos d¨ªas de 1.500 marcos a un marco.
La divisa local ha desaparecido. Ahora, para comprar cosas se usan marcos y d¨®lares, y a veces paquetes de cigarrillos, botellas de alcohol o litros de petr¨®leo. El mercado negro y el trueque han sustituido a la econom¨ªa para esta gente condenada a vivir de la caridad, los intercambios o el ingenio. Ni un solo banco ha reanudado la actividad.
?Qui¨¦n va a reconstruir esta ciudad aniquilada cuyos edificios calcinados son demasiados como para contarlos? ?Qui¨¦n va a tapar los agujeros que han dejado los bombardeos y las balas, que abundan tanto como las piedras? ?Quedar¨¢ un solo edificio con ventanas que no hayan quedado hechas a?icos? ?Y qui¨¦n va a limpiar las carreteras de las pilas de coches y las barricadas? ?Qui¨¦n devolver¨¢ a los bosnios su Parlamento, sus iglesias, sus mezquitas, sus instalaciones deportivas, su biblioteca -una joya de la arquitectura austriaca- y sus millones de libros carbonizados? ?Y qui¨¦n volver¨¢ a plantar las hileras de ¨¢rboles talados para obtener le?a? "A partir de ahora, el verdor empieza m¨¢s all¨¢ de la l¨ªnea del frente. Est¨¢ reservado para los serbios", como dice el jefe del departamento de planificaci¨®n del Ayuntamiento.
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