El centro, como punto geogr¨¢fico
Aprisionado al norte por la Liga y al sur por los neofascistas, Pacto por Italia dice tener el ¨²nico programa coherente
ENVIADO ESPECIALEl centro en Italia est¨¢ hoy formado por dos hijos extrauterinos de la Democracia Cristiana: el Pacto, dirigido por Mario Segni, y el Partido Popular de Mino Martinazzoli, y una facci¨®n de partidillos que se agarran a sus faldones para arrimarse un esca?o, lo que de otra manera no obtendr¨ªan, porque sus formaciones pol¨ªticas, liberal o republicana, no franquear¨ªan el 4% de votos nacionales que exige la nueva ley electoral para estar en el Parlamento tras las legislativas de los d¨ªas 27 y 28 de marzo.
La palabra que siembra el terror en la coalici¨®n centrista es bipolarismo: el reparto del mapa electoral entre la derecha, que dirige el empresario Silvio Berlusconi, y la izquierda, que sigue al ex comunista Achille Occhetto. Por ello, Mario Segni se desga?ita, dentro de lo que su educaci¨®n patricia se lo permite, explicando que no hay tres polos o alianzas de partidos, derecha, izquierda y centro, sino dos coaliciones disparatadas, las de sus rivales, que ocultan al menos una docena de partidos con programas irreconciliables, y una verdadera Alianza, la suya, que propone un programa com¨²n.
Como todos los actores de esta campa?a, mucho m¨¢s Fellini que Visconti, los l¨ªderes centristas se dedican a negar al pr¨®jimo antes que a afirmarse ellos mismos.Y en esa negaci¨®n disparan con harto mayor frecuencia a la izquierda que a la derecha.
Herederos, pero menos
Martinazzoli recuerda constantemente al electorado que su partido es heredero de la Democracia Cristiana, pero ya no es la Democracia Cristiana; repite que pide el voto cat¨®lico precisamente porque ya no es su partido aquella DC de la tangente desbocada, de las comisiones para todo un pa¨ªs de intermediarios; que la renovaci¨®n de nombre y estructuras deja intacta una doctrina "de inspiraci¨®n cristiana" y elimina toda la podredumbre de la trattativa econ¨®mica. As¨ª ser¨¢, pero con la eliminaci¨®n de los m¨¢s comprometidos con el antiguo r¨¦gimen, la nueva DC ha perdido tambi¨¦n todo un sistema clientela que, sobre todo en el sur, significaba varios millones de votos. Hoy, el centrismo es en Italia, efectivamente, un reducto electoral casi s¨®lo del centro del pa¨ªs, aprisionado entre la pujanza de la Liga, en el norte; de los neofascistas de Gianfranco Fini, en el sur, y de Berlusconi, en todas partes.El l¨ªder del Partido Popular reprocha a Occhetto que la pol¨ªtica, el poder, lo signifique todo para ¨¦l; hasta el extremo, dice, "de haber dejado de ser comunista porque con aquella ideolog¨ªa jam¨¢s habr¨ªa ganado unas elecciones, y por eso ahora es ex comunista, para ver si tiene mejor suerte", mientras que ¨¦l "sigue siendo democristiano" al frente de un partido nuevo, porque "era el antiguo, no su ideolog¨ªa", lo que hay que rechazar.
Contrariamente, Segni quiere persuadir al elector de que su Pacto por Italia no es otra versi¨®n de la DC, sino una nueva, formaci¨®n, un movimiento que no se basa, como el partido hist¨®rico de De Gaspen, en el anticomunismo, entre otras cosas, dice, "porque la Uni¨®n Sovi¨¦tica ya no existe", sino que ofrece una propuesta solidaria a todas las clases, de liberalismo democr¨¢tico basado en el humanismo cristiano. Martinazzoli, considerablemente m¨¢s a la izquierda que su aliado en este matrimonio de conveniencias, prefiere hablar de "capitalismo popular, contrario a las f¨®rmulas prepotentes del gran capital, con sus grupos de presi¨®n como existen hoy en Italia".
Voto in¨²til
Los expertos electorales coinciden en que la insistencia de los centristas en pretender formar Gobierno en solitario, sin contemplar coalici¨®n alguna ni a derecha ni a izquierda, arrincona su voto en la inutilidad, rest¨¢ndole la expectativa de quienes les votar¨ªan si les vieran como elementos moderadores o como el fiel de la balanza entre las coaliciones conservadora y progresista.Un rayo de enigm¨¢tica luz ha venido, con todo, a alumbrar las esperanzas del centro. En una comparecencia sorpresa, Luigi Abete, el presidente de la patronal italiana, vino a hablar ayer a la sede de la piensa extranjera en Roma, para decir que el mundo econ¨®mico, con fuerte apoyo sindical, es partidario del di¨¢logo, de la concordia entre las fuerzas pol¨ªticas. Apenas un eufemismo por el centro, las palabras de Abete subrayaban el temor de que la victoria de cualquiera de las coaliciones de derecha o izquierda preludie una era de agitaci¨®n laboral y la puesta en cuesti¨®n de los acuerdos de moderaci¨®n salarial suscritos entre la patronal y los sindicatos en junio del a?o pasado. Una visita as¨ª s¨®lo se habr¨ªa producido -pongamos por caso en Inglaterra- en la v¨ªspera de una gran emergencia nacional. Aqu¨ª, en Italia, es uno m¨¢s del alud indigerible de golpes de efecto, que no sabemos ya si surten o no alg¨²n efecto sobre un electorado que tiene cada d¨ªa m¨¢s cara de televidente.
Ingenio no siempre acertado, augurio probable de desastre, angustia indiscutible, la coalici¨®n se devana los sesos para no verse aplastada por el rodillo compresor de dos realidades que amenazan con hacer hoy del centro s¨®lo un lugar geogr¨¢fico.
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