La inteligencia, acosada
El asesinato de la inteligencia est¨¢ convirti¨¦ndose en algunos pa¨ªses en un deporte de moda. No s¨®lo se mata a escritores inocentes, intelectuales que cometen el error de pensar y de creer en la virtud del di¨¢logo y el intercambio, sino que se intenta, pr¨¢cticamente en todas partes, acallar a los que no se puede matar. Reducirles al silencio prohibiendo sus escritos o amenaz¨¢ndoles con el rayo de una fatwa. Desde la famosa fatwa de Jomeini contra Salman Rushdie da la impresi¨®n de que se han abierto las puertas del infierno y de que se hace lo imposible por arrojar al mismo a los escritores que se limitan a hacer su oficio, contar historias salidas de su fantas¨ªa, construir ficciones a partir de lo real, inventar personajes y dar acceso a un universo muchas veces ¨ªntimo. Un escritor es, ante todo, un hombre de la libertad, de la duda y del inconformismo. Dirige a la sociedad la mirada cr¨ªtica que ¨¦sta necesita para avanzar. Desde luego que existen escritores de la complacencia, sin exigencias, que escriben cualquier cosa con tal, de que se les halague y se les festeje. A ¨¦sos, nunca se les molestar¨¢. Viven en la superficie de las cosas y creen que la escritura es una reproducci¨®n retocada de la vida. Parece que son los m¨¢s numerosos. Ocupan la sociedad del espect¨¢culo de la que habla Guy Debord. No corren el riesgo de provocar ninguna fatwa, como no sea la de la indignidad, pero les trae sin cuidado. Los implicados en estos tiempos de terror pertenecen, en su mayor¨ªa, a pa¨ªses del Tercer Mundo, pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo como Egipto, Argelia o Sud¨¢n.Egipto ocupa, en el seno del mundo ¨¢rabe, la posici¨®n de pa¨ªs faro, sobre todo en el ¨¢mbito cultural. Antes de la guerra civil libanesa, Beirut y El Cairo rivalizaban en cuanto a dinamismo editorial. Al Ahram es el m¨¢s antiguo diario ¨¢rabe; lleva m¨¢s de cien a?os public¨¢ndose en El Cairo. Es, a pesar de todo, un espacio de debate, aunque pol¨ªticamente siga siendo la voz del Estado. Puede decirse que, gracias a este peri¨®dico, Nasr Hamed Abu Zeid no se ha divorciado de su mujer. ?De qu¨¦ se trata y qui¨¦n es este hombre, convertido en unos d¨ªas en h¨¦roe de la libertad?
Nasr Hamed Abu Zeid es un antiguo obrero convertido en universitario, casado con una antigua obrera convertida en profesora de franc¨¦s en la Universidad de El Cairo. Como todas las personas autodidactas, atropella las reglas y escribe sin tener en cuenta las susceptibilidades de sus iguales. Public¨® un ensayo sobre El significado del texto en las ciencias del Cor¨¢n. Su tesis principal se resume as¨ª: la acci¨®n de Dios se manifiesta en dos categor¨ªas; una, indiscutible, concierne a los fen¨®menos naturales, y est¨¢ al margen de la historia; la segunda se inscribe en el ¨¢mbito hist¨®rico, y esta acci¨®n debe ser interpretada hist¨®ricamente. Conclusi¨®n: el islam del primer siglo de la h¨¦gira (siglo VII de la era cristiana) no es el islam de hoy d¨ªa. Dicho de otro modo, los textos son inmutables, pero la historia se mueve y puede requerir reformas o ajustes de los textos religiosos que rigen la vida cotidiana de la gente. Es una idea bastante generalizada o por lo menos una pregunta que se plantea a menudo: ?son compatibles los tiempos modernos con todos los textos religiosos pensados y promulgados varios siglos antes?
La Universidad Al Azhar, de El Cairo, es la m¨¢s importante del mundo musulm¨¢n. Es tambi¨¦n la m¨¢s antigua, junto con la Universidad de Fez, la Qarauiyn. Form¨® a la ¨¦lite letrada durante la ocupaci¨®n otomana y, sobre todo, ha cultivado la tradici¨®n de la profundizaci¨®n del saber. Aut¨®noma e independiente con respecto al Gobierno, se ha convertido en la conciencia moral e intelectual del pa¨ªs. Con el tiempo, y con la evoluci¨®n de los movimientos fundamentalistas, ha ido adoptando una postura defensiva al manifestar su comprensi¨®n e incluso su apoyo a los musulmanes integristas. Al pretender ser depositaria del islam, reacciona cada vez que se alza una voz no ortodoxa, como en el caso de Nasr Hamed Abu Zeid, que fue tachado de infiel, de ateo y, por consiguiente, de esposo indigno de una musulmana, lo que explica la sanci¨®n por la que se le obligaba a divorciarse de su mujer. Por supuesto, ella no ten¨ªa ninguna gana de separarse de su marido. Es curioso; antes, en Italia, los esposos que quer¨ªan divorciarse tropezaban con la prohibici¨®n de la Iglesia; ahora sucede lo contrario cuando toca v¨¦rselas con el rigorismo isl¨¢mico. El asunto se llev¨® a los tribunales y la prensa lo hizo suyo. Gracias al periodista y escritor (musulm¨¢n) Lofti al Juli, durante cuatro meses se desarroll¨® una pol¨¦mica en las p¨¢ginas de Al Ahram. Se expresaron todas las tendencias, y los defensores de la racionalidad y el laicismo triunfaron e influyeron en la opini¨®n de los jueces: Nasr Hamed Abu Zeid fue absuelto y no se pronunci¨® sentencia alguna de divorcio por razones de incompatibilidad religiosa.
Este hecho de intolerancia no es aislado. Muchos escritores fueron designados, bien por Al Azhar o bien por los movimientos de los Hermanos Musulmanes, como imp¨ªos a los que hab¨ªa que castigar o eliminar del panorama cultural del pa¨ªs. El 7 de junio de 1992 fue asesinado Farag Foda, ensayista y autor de panfletos antiintegristas. Tres mil ejemplares de la edici¨®n ¨ªntegra de Las mil y una noches fueron destruidos. Hasta el premio Nobel Naguib Mahfuz fue incluido en la lista, y su novela Les enfants de notre quartier, prohibida. Las novelas de Gamal Ghitany, de Eduard el Jarrat (copto) y de Sunnalah Ibrahim son denunciadas y prohibidas, y no es el Estado el que lo hace, sino la instancia suprema de la Universidad Al Azhar. Son descritas como obras que propagan "la decadencia y la obscenidad".
Frente a las vacilaciones de la pol¨ªtica del Estado egipcio -que, por un lado, quiere reprimir a los activistas islamistas y, por el otro, no quiere disgustar a los ulemas (te¨®logos)-, Al Azhar cobra cada vez m¨¢s peso e interviene a menudo en la vida social y cultural del pa¨ªs. ¨²ltimamente, esta venerable universidad ha querido atribuirse el derecho a intervenir en todo lo relativo a la cultura, con lo que se convierte en un segundo Ministerio de Cultura. El poeta Higazy, que ha ense?ado durante mucho tiempo literatura ¨¢rabe en Francia y ahora ha vuelto a El Cairo, ha reaccionado violentamente contra esta voluntad de dominar la cultura. Ha escrito un art¨ªculo muy valiente en Al Ahram, en el que define el papel de cada uno: el intelectual debe ser libre e independiente; el te¨®logo debe limitarse a su campo, que es el estudio de los textos sagrados.
Para luchar contra el fanatismo no s¨®lo est¨¢ la represi¨®n. Tambi¨¦n est¨¢ la creaci¨®n. La televisi¨®n egipcia acaba de emitir un serial, Al aila (La familia), en el que se muestra -a trav¨¦s de la ficci¨®n- la verdadera naturaleza de los islamistas. Asimismo, el cine acaba de abordar este problema con El terrorista, que cuenta la historia de un islamista que comete numerosos atentados antes de arrepentirse. El hecho de que este personaje est¨¦ interpretado por Adel Imam, el actor m¨¢s famoso de Egipto, es una se?al importante de la voluntad de la sociedad civil de no dejarse llevar por la corriente de la intolerancia y el odio.
La historia de Nasr Hamed Abu Zeid, en la que el rid¨ªculo rivaliza con la tonter¨ªa, podr¨ªa inspirar una buena pel¨ªcula o una buena obra de teatro que no desmentir¨ªa el teatro del absurdo de Eug¨¨ne Ionesco. Si estuviera todav¨ªa entre nosotros, le habr¨ªamos pedido que nos diera algunas ideas para combatir los estragos del oscurantismo.
es escritor marroqu¨ª, premio Goncourt en 1987.
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