Morir en Ruanda

LA EN?SIMA guerra civil ha estallado en Ruanda, colonia que recibi¨® la independencia de B¨¦lgica, al igual que la vecina Burundi, en 1962. Una guerra civil intermitente, pero no menos cruenta, asuela Burundi desde el oto?o pasado. Pero incluso para estas tierras peri¨®dicamente anegadas en sangre por las explosiones de los odios tribales entre los hutus, mayoritarios, y los tutsi, la carnicer¨ªa actual parece superar a las anteriores. Observadores internacionales hablaban ayer de miles de muertos en apenas tres d¨ªas de org¨ªa de violencia. Entre las v¨ªctimas ya hay un n¨²mero a¨²n indeterminado de miembros de la colonia extranjera. ?sta cuenta con 135 espa?oles y est¨¢ compuesta sobre todo por religiosos, miembros de organizaciones humanitarias y 2.500 cascos azules desplegados en el pa¨ªs precisamente para intentar evitar lo que ha ocurrido.Los gobiernos de B¨¦lgica y Francia han reaccionado con premura ante el manifiesto e inminente riesgo que corren todos los extranjeros que a¨²n permanecen en Ruanda-yhan logrado sobrevivir en los primeros d¨ªas de esta pesadilla- Apoyados por fuerzas norteamericanas, ayer lograron evacuar hacia zonas de relativa calma a varios cientos de extranjeros. Se trata de una operaci¨®n arriesgada, pero imprescindible. Poner a salvo a la comunidad extranjera que, en este pa¨ªs m¨¢s que en ning¨²n otro, se encuentra all¨ª por deseo de ayudar a la poblaci¨®n nativa, es la m¨¢xima prioridad. No hay soberan¨ªas a respetar cuando un Estado se halla en un caos de estas dimensiones. Una vez logrado esto, las Naciones Unidas deber¨¢n intentar imponer el respeto a un alto el fuego que hoy a¨²n no existe pese a haber sido firmado por las facciones militares tribales.

La historia de Ruanda y Burundi, dos Estados con id¨¦ntica composici¨®n ¨¦tnica, arroja cierta luz sobre los actuales acontecimientos y demuestra que gran parte de la responsabilidad de estas explosiones de odio y muerte recaen sobre la antigua potencia colonial, B¨¦lgica.

El pueblo tutsi, apenas un quinto de la poblaci¨®n conjunta de los dos Estados, hab¨ªa constituido hasta la independencia la casta de los poseedores de la tierra y del poder pol¨ªtico-militar, reduciendo a los hutus, ampliamente mayoritarios, a la condici¨®n de siervos casi feudales. El poder colonial se apoy¨® en esa capa social para controlar el pa¨ªs.- Los tutsis se convirtieron en intermediarios de los colonizadores, ten¨ªan acceso a las migajas de educaci¨®n que Bruselas dispusiera para sus tutelados, encontraban siempre mejor ocasi¨®n para adoptar la religi¨®n de sus protectores, el catolicismo, y, en definitiva, esperaban prolongar su dominio una vez declarada la independencia.

B¨¦lgica no invent¨® la animosidad hist¨®rica entre hutus y tutsis, pero s¨ª trabaj¨® complacientemente para que esa profunda herida siguiera abierta. Colonizaci¨®n y descolonizaci¨®n de ?frica est¨¢n repletas de errores y cr¨ªmenes que sirven para explicar la tragedia del continente. Pero ahora lo m¨¢s importante es poner fin a la matanza. Despu¨¦s habr¨¢ que buscar f¨®rmulas de enmendar errores para evitar que se repita.