?Una 'mili' atractiva?
ES DIF?CIL encontrar un caso en el que las decisiones de los gobernantes hayan ido tan por detr¨¢s de la realidad social como el de la puesta en marcha del actual modelo de defensa nacional. El hecho de que este modelo entronca con la Constituci¨®n de 1978 y supone un cambio radical respecto al habido tradicionalmente en Espa?a, no ha evitado que sufra un radical rechazo social. En Espa?a, por supuesto; pero tambi¨¦n en otros pa¨ªses europeos.La pr¨¢ctica simultaneidad entre la puesta en vigor de un modelo que se pretende legalmente avanzado y su repudio creciente por quienes deben hacerlo viable es lo que puede explicar la dificultad del Gobierno en reaccionar. Quiz¨¢s porque hab¨ªa puesto sus esperanzas en que el tiempo hiciera patentes las ventajas del modelo de defensa nacional alumbrado por la democracia. Sin embargo, la imparable impopularidad de la mili obligatoria y el auge sin precedentes de la objeci¨®n de conciencia parecen haberle hecho caer en la cuenta de que era una previsi¨®n err¨®nea.
De ah¨ª las prisas que le han entrado ahora por endurecer, de un lado, la prestaci¨®n social sustitutoria con el fin de reducir el n¨²mero de objetores, y suavizar, de otro, la vida en el interior de los cuarteles para mitigar el rechazo social al servicio militar entre los j¨®venes llamados a filas. Pero es dudoso que estas medidas basten para aumentar la aceptaci¨®n social del actual modelo de defensa nacional: Ej¨¦rcito mitad profesional, mitad de leva, en el horizonte del a?o 2000, flanqueado por un servicio social sustitutorio cada vez m¨¢s enraizado en la juventud.
Definir las condiciones en que los soldados deben realizar su servicio en filas ha sido una de las reivindicaciones b¨¢sicas de los movimientos de contestaci¨®n a la mili obligatoria. Tambi¨¦n era la norma que faltaba para dar por cerrado el entramado legal en el que se sustenta el modelo de defensa nacional puesto en pie en estos a?os. Que el Gobierno se apreste a promulgar ahora, en plena crisis del sistema, el tan esperado reglamento sobre los derechos y obligaciones del soldado en los cuarteles no dejar¨¢ de ser tildado de oportunista.Y, seguramente, con raz¨®n. Pero que su finalidad inmediata sea hacer m¨¢s atrayente la prestaci¨®n del servicio militar obligatorio a los j¨®venes espa?oles no resta un ¨¢pice de importancia a la medida. Supone ni m¨¢s ni menos humanizar la vida del soldado y garantizar que la ley y los derechos b¨¢sicos de la persona tambi¨¦n ser¨¢n respetados en los cuarteles. Otra cosa es que la medida llegue a tiempo y sirva para reanimar un modelo de mili obligatoria que se halla en estado comatoso.
En todo caso, mientras la realidad social y el presupuesto clarifican el proceso de transici¨®n hacia un modelo de Ej¨¦rcito profesional, bien est¨¢ que el joven que hace la mili conozca al menos cu¨¢les son sus derechos y obligaciones, c¨®mo puede aprovechar esos meses de su vida dedicados a la defensa y el derecho que le asiste a no obedecer ¨®rdenes contrarias a las leyes o ajenas al servicio, particularmente las que propician abusos y novatadas en los cuarteles. Si a eso se a?ade, como parece, la implantaci¨®n del horario laboral en los cuarteles -ocho horas de servicio y no las 24 horas del d¨ªa-, la generalizaci¨®n del pase de pernocta y el derecho a percibir gratificaciones por trabajos peligrosos, se habr¨¢ dado un paso importante hacia la dignificaci¨®n e incluso profesionalizaci¨®n de las tareas del soldado. Lo que es dudoso es que sirva para cortar de ra¨ªz la aversi¨®n cada vez mayor a la mili en amplios sectores de la juventud, basada no ya en factores culturales o generacionales, sino en la convicci¨®n de que se trata de una p¨¦rdida de tiempo, dada la nueva configuraci¨®n de los ej¨¦rcitos y su creciente componente tecnol¨®gico.
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