Expedici¨®n de castigo
Corte / Armillita, V¨¢zquez,Pauloba
Cinco toros del Conde de la Corte (uno devuelto por inv¨¢lido), con trap¨ªo, armados y astifinos; inv¨¢lidos o descoordinados; dificultosos. 4?, sobrero de Ram¨®n S¨¢nchez, con trap¨ªo, manso, de casta noble.
Armillita: dos pinchazos y estocada ladeada; pinchazo, estocada baja -aviso con retraso- y descabello.
Pepe Luis V¨¢zquez: estocada corta baja y descabello; estocada corta atravesad¨ªsima descaradamente baja.
Luis de Pauloba: pinchazo y estocada ca¨ªda; bajonazo escandaloso tirando la muleta. Silencio en los seis.
El jefe de monosabios, Antonio Rodr¨ªguez Salas, cogido por el 4? fue asistido de cornada menos grave en un antebrazo y fuerte contusi¨®n en el hipocondrio.
Plaza de la Maestranza, 12 de abril. Cuarta corrida de feria.
Tres cuartos de entrada.
Es una t¨¢ctica de guerra: infundir pavor al enemigo mostr¨¢ndole la potencia de fuego desde las primeras escaramuzas, combatirlo luego hasta su destruci¨®n total. As¨ª actu¨® la acorazada de picar en esta lidia infame de toros febles. Emprendi¨® la expedici¨®n de castigo y, si la dejan, lo arrasa todo; de los toros, no habr¨ªa dejado ni las criadillas.Ver trastabillando al toro que abri¨® plaza, fue el picador Efr¨¦n Acosta, hijo de M¨¦xico (dej¨¦moslo en hijo de M¨¦xico, de momento), le meti¨® varazo inmisericorde por el costado trasero, caracole¨® en torno, acorral¨® al inocente animal junto al burladero de capotes y las puras tablas, y cuando lo dej¨®, ya estaba la v¨ªctima inmolada, para el arrastre.
El Chocolate le segu¨ªa en turno y al segundo toro de poco lo parte el espinazo. No le import¨® la debilidad manifiesta del menguado enemigo; antes al contrario, debi¨® encenderle el ardor guerrero pues le tir¨® el puyazo con sa?a en medio de la columna vertebral y no cej¨® en la carnicer¨ªa hasta consumar el sacrificio. El toro se cay¨® redondo y ya ped¨ªa el p¨²blico que lo apuntillaran cuando Pepe Luis V¨¢zquez consigui¨® incorporarlo. Volvi¨® a caer moribundo y entonces se parti¨® una pata. Ese toro era la percha de los golpes.
La expedici¨®n de castigo no amainaba su furia e iba desbaratando toros, destruy¨¦ndoles los costados y los espinazos, uno a uno, sin mirar fuerzas ni bravuras. No hab¨ªa compasi¨®n. Y el ¨²ltimo acorazado, Manuel Mart¨ªn se llama, volvi¨® a hacer la carioca, volvi¨® a acorralar al toro contra las tablas, y no se sabe si cant¨® victoria pero se destoc¨® en nombre de toda la brigada acorazada y salud¨® con el castore?o.
Y, mientras, el p¨²blico, no dec¨ªa absolutamente nada. Deb¨ªan de ser los silencios de la Maestranza, que llaman. Al p¨²blico ni le inmutaban las tropel¨ªas, con lo cual los picadores pudieron perpetrarlas a placer.
Parece como si hubiera un acuerdo entre ellos para descuartizar toros de la forma m¨¢s repugnante que se haya conocido en toda la historia de la fiesta. La mejor defensa es un ataque, dir¨¢n. Pues no quieren de ninguna manera -?ni locos!- que les ocurra lo que al compa?ero encargado de picar al sobrero: que el toro desarrolle su poder¨ªo y los tire al suelo.
Indefenso el caballo tras la costalada del picador, un monosabio lo empujaba para sostenerlo en pie, pero el toro debi¨® verlo por bajo del peto, se revolvi¨® y le peg¨® una voltereta. Se march¨® el hombre corriendo a la enfermer¨ªa con una cornada en un brazo, aunque pudo ser peor ya que el pit¨®n lleg¨® a alcanzarle el pecho.
El toro, sobrero de Ram¨®n S¨¢nchez, manso en el primer tercio, desarroll¨® en los siguientes encastada nobleza y dio lugar a que Armillita luciera los detalles de su asolerada torer¨ªa. S¨®lo detalles: par de pases de la firma, varios redondos, alg¨²n natural suelto, el ayudado.... m¨¢s, en realidad, el toro se le fue sin torear. "?Se va sin tortear!", le habr¨ªan gritado en Las Ventas los madrile?os. Los sevillanos de la Meaestranza prefirieron dedicarle un desde?oso silencio, que quiz¨¢ sea peor. Un buen toro puede acentuar un fracaso.
Es lo que no les sucedi¨® a Pepe Luis V¨¢zquez, cuyos toros no ten¨ªan faena, y a Luis de Pauloba, que intent¨® derechazos con ejemplar pundonor a los broncos de su lote. La corrida sali¨® inv¨¢lida, aunque m¨¢s dio sensaci¨®n de deescoordinada. Excelente de trap¨ªo, con un sexto ejemplar de impresionante arboladura, pero temblona. Y, encima, la destruy¨® la acorazada de picar. La destruy¨® sin piedad, como si se tratara de una maldici¨®n b¨ªblica.
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