El mundo 'ex'
Tras los acontecimientos que han marcado este fin de siglo, mucha gente se ha convertido en ex. La posguerra fr¨ªa ha provocado que, en el Este, parte del mundo viva una existencia en cierta medida p¨®stuma: un ex imperio, varios ex Estados y ex pactos de alianza entre Estados, gran n¨²mero de ex sociedades, ex ciudadan¨ªas y ex pertenencias, y, tambi¨¦n, ex disidencias. Es, pues, leg¨ªtimo preguntarse qu¨¦ quiere decir en realidad llamarse ex o ser un ex. ?Haber sido natural de una ex Europa finalmente libre, de una ex Uni¨®n Sovi¨¦tica disgregada, de una ex Yugoslavia destruida? ?Haberse convertido en ex socialista o ex comunista, ex alem¨¢n del Este, o ex yugoslavo? ?No ser ya -no querer ser ya lo que se fue o lo que uno presum¨ªa ser? Hay que evitar jugar con las palabras. Este status es mucho m¨¢s grave de lo que podr¨ªa parecer a primera vista: el ex es sentido como una marca, a veces como un estigma. En ocasiones es un lazo involuntario, en otras, una ruptura querida. Puede ser una relaci¨®n, a menudo ambigua, tanto como una cualidad, generalmente ambivalente. El sentido de lo que puede ser definido como ex, y la actitud frente a ¨¦l, var¨ªa dependiendo de los casos: entre deplorar la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y compartir la tragedia de Bosnia en la ex Yugoslavia hay poco en com¨²n. Y esto es igualmente v¨¢lido para los habitantes de dichos pa¨ªses.Ser un ex es tener, por una parte, un status mal determinado, y, por otra, sufrir una sensai¨®n de malestar. Y esto concierne tanto a los individuos como a las colectividades, tanto a la identidad como al modo de existir: una suerte de ex instancia, superpuesta y retroactiva. El fen¨®meno es a la vez pol¨ªtico (o, si se prefiere, geopol¨ªtico) y social, espacial y psicol¨®gico. Plantea, entre otras, m¨¢s de una cuesti¨®n moral y cuestiona una moral anterior. Me encuentro con muchos ex compatriotas a los que les cuesta pronunciar la palabra ex Yugoslavia (su lengua tropieza en ese desagradable prefijo); otros la articulan con delectaci¨®n vengativa e incluso corrigen a los que osan desfigurarla. Hoy comprendo mucho mejor a los miembros de mi familia paterna que, en la URSS de Br¨¦znev, tem¨ªan sersovietizados hasta el punto de convertirse en ex rusos o ex ucranios. Se acaba de forjar el verbo exurssificar, en el sentido de purificar. ?Estamos condenados a vivir un ex destino?
Cuando termina un siglo es habitual hacer balances. ?De qu¨¦ sirve hacer un ex balance? Ya sabemos todo sobre ese tema, m¨¢s por la pr¨¢ctica que por la historia. Pero el Este no tiene la exclusividad del status de ex. En Occidente y en otros lugares hay muchos ex estalinistas, ex colonialistas, ex Mayo del 68, toda una ex izquierda convertida en nueva derecha, y tantos ejemplos m¨¢s. Ma?ana se hablar¨¢ probablemente de una ex Europa, precedente de una Uni¨®n Europea que se har¨ªa finalmente realidad, renegando de este modo de un viejo continente inerte e indeciso, culpable... No es ¨¦se nuestro prop¨®sito.
No se nace ex, se llega a serlo. Hay en curso tantas negaciones, tantas modificaciones del pasado o del presente, tantas autojustificaciones o ajustes de biograf¨ªa, mil y una huidas hacia adelante o hacia atr¨¢s, tantas maneras de rehacer o deshacer, ya que no la vida, al menos la autobiograf¨ªa. Algunos nuevos intelectuales de la ex Europa del Este, bien situados en el r¨¦gimen precedente, sobresalen en este juego de usurpaci¨®n o de recuperaci¨®n. Los miembros de la vieja nomenklatura -ex dignatarios o ex oficiantes, ex directores de empresas o de conciencias- vuelven a la escena tras una salida temporal. Es cierto que el viejo r¨¦gimen no prepar¨® su relevo, y no presinti¨® en absoluto su fin pr¨®ximo. La finalidad de la historia es el ¨²ltimo temor de los ex¨¦getas. El choque provocado por los acontecimientos fue tan violento como imprevisto. Las transiciones todav¨ªa pueden a las transformaciones. (A ¨¦stas o bien les cuesta afirmarse o, cuando lo hacen, a menudo parecen grotescas). La democracia proclamada parece casi siempre una democratura (he forjado este torpe t¨¦rmino intentando definir un h¨ªbrido de democracia y dictadura). Y siempre ha habido un populismo primario dispuesto a apoyar a los reg¨ªmenes de este tipo. En la mayor¨ªa de esos pa¨ªses se ha ignorado el laicismo en tanto que categor¨ªa social. El juguete nacional nunca perdi¨® su atractivo. La cultura nacional misma se convierte f¨¢cilmente en ideolog¨ªa de la naci¨®n. Una grandiosa utop¨ªa nacida en el coraz¨®n de la Europa Occidental y trasplantada brutalmente al Este engendr¨® algo mucho peor que la quiebra: los valores que la inspiraron tambi¨¦n se han derrumbado. Hasta la idea de emancipaci¨®n ha desaparecido del horizonte. No son ¨²nicamente se?ales o trazas de un estado de cosas: todo es un mundo ex, su derecho y su rev¨¦s. Sus habitantes, incluso cuando lo abandonan o emigran, contin¨²an llevando la impronta.
En tales situaciones, es casi inevitable que los discursos est¨¦n desfasados, sus centros de gravedad, desplazados. La cr¨ªtica oscila entre traici¨®n y ultraje, especialmente en un contexto plurinacional: criticar la propia naci¨®n equivale a traicionarla; criticar la ajena significa, para el que es objeto de esa cr¨ªtica, una ofensa. El hecho de encontrarse entre la traici¨®n y el ultraje agota a la cr¨ªtica misma, y acaba por aniquilarla. Se la sustituye por una sobrepuja en halagos: ?qui¨¦n da m¨¢s!
A medida que se logra distanciarse de un ex espacio o de un ex medio determinado, el discurso se va encontrando en una posici¨®n cada vez menos confortable: entre el exilio y el asilo. Corre el riesgo de alienarse o de ser reducido al silencio. La sabidur¨ªa casi nunca sirve de ayuda.
Los pertenecientes a esa reducida porci¨®n de la intelligentsia no cegada por el nacionalismo llevan sus ex como otros tantos fracasos o desilusiones. Tengo la costumbre de alinearlos en forma de letan¨ªa:
los reg¨ªmenes totalitarios han ca¨ªdo, y, sin embargo, seguimos asediados por el totalitarismo;
cre¨ªmos conquistar el presente, y no somos capaces de dominar el pasado;
denunciamos la historia, y seguimos estando invadidos por el historicismo;
vimos nacer las libertades, y no sabemos qu¨¦ hacer con ellas o corremos el riesgo de abusar de ellas;
defendimos una herencia nacional, y ahora debemos defendernos de ella;
quisimos salvaguardar la memoria, y ahora la memoria parece vengarse y castigarnos;
se imponen los repartos, y no tenemos nada que repartir.
El mundo ex est¨¢ repleto de herederos sin herencia.
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