Las fuerzas del mal
Hay momentos de la historia en que los nubarrones del oscurantismo pol¨ªtico y la violencia social descienden sobre la vida en apretadas formaciones, sofocando la experiencia y cerrando el horizonte. Tal vez estemos en uno de esos momentos.El triunfo del caudillo Berlusconi y sus aliados neofascistas en la rom¨¢ntica, democr¨¢tica, creativa Italia de nuestras fantas¨ªas juveniles. La posibilidad de un fan¨¢tico nacionalista y racista como Zhirinovsky en la presidencia de Rusia. La ola fundamentalista, isl¨¢mica y de muchos otros or¨ªgenes, que se extiende por el planeta, con el impulso incontenible de los que no tienen nada que perder, ni siquiera sus cadenas. El racismo y la xenofobia como pr¨¢ctica masiva en nuestra civilizada Europa. Las conspiraciones de los aparatos a la sombra del poder, yendo hasta el magnicidio con tal de frenar los cambios del sistema cuando, como en M¨¦xico, las reformas cobran visos de realidad. Las campa?as de destrucci¨®n de la imagen de l¨ªderes pol¨ªticos cuando, como en el caso de Hillary Clinton, se mueven tan siquiera levemente las fichas de poderosos intereses econ¨®micos o corporativos. La toma del poder en algunos circuitos de la econom¨ªa mundial y en segmentos de algunos Estados por parte de la econom¨ªa criminal, organizada en torno al narcotr¨¢fico, el contrabando de armas, el lavado de dinero y la corrupci¨®n pol¨ªtica. Y la violencia de cada d¨ªa en nuestros barrios, en nuestras noches, en nuestro imaginario y en la paranoia que va carcomiendo la alegr¨ªa de vivir.
Y sin embargo tan s¨®lo hace un lustro amplias avenidas sonrientes se abr¨ªan a la humanidad. La democratizaci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el fin de la guerra fr¨ªa, la unificaci¨®n europea, las perspectivas de desarme y de distensi¨®n internacional permit¨ªan vislumbrar una nueva era de paz, de cooperaci¨®n internacional, de desarrollo compartido, en la que los problemas del medio ambiente, de la pobreza en el Tercer Mundo, de la drogadicci¨®n, de los derechos humanos, de la experimentaci¨®n con nuevas formas de convivencia social, podr¨ªan al fin pasar al primer plano de las pol¨ªticas de los gobiernos y de los proyectos colectivos de las sociedades. Tanto m¨¢s cuanto que una extraordinaria revoluci¨®n tecnol¨®gica basada en la informaci¨®n ofrec¨ªa instrumentos in¨¦ditos para incrementar la productividad, aumentar la riqueza y aplicar el desarrollo cient¨ªfico al tratamiento de la enfermedad, el hambre y la ignorancia, como si pudi¨¦ramos realizar a la vez los ideales de la ilustraci¨®n y del socialismo.
Pero nos perdimos, se perdieron, nos perdieron. Al nivel macro y al nivel micro, nos lanzamos, se lanzaron, a sacar la mayor tajada individual posible aprovechando el corrimiento de tierras de la transici¨®n hist¨®rica que estamos viviendo. La desamortizaci¨®n comunista de Rusia super¨® en pillaje y acumulaci¨®n primitiva a los secuaces de nuestro Mendiz¨¢bal. Estados Unidos se obsesion¨® con ser el ¨²nico superpoder, para luego acordarse de que no pod¨ªan pagar la cuenta. Las naciones europeas se comportaron como eso, como naciones, apostando antes que nada por ganar posiciones en un nuevo juego de poder construido en torno a viejos valores. Las nuevas tecnolog¨ªas, por lo general, se utilizaron para despedir m¨¢s, controlar mejor, obtener m¨¢s plusval¨ªa y hacer circular el capital m¨¢s r¨¢pidamente por las liberalizadas telecomunicaciones mundiales. La competitividad pas¨® a ser la regla de juego fundamental: precisamente en el momento en que se pod¨ªa ampliar la tarta para todos (productividad informacional) se puso el acento en ganar partes de mercado a costa de los dem¨¢s (que no otra cosa es la competitividad). Y como los mensajes los percibimos a¨²n antes de entenderlos, todos participamos en la carrera, cada uno como pudo en su ¨¢mbito. Y la carrera nos llev¨® aqu¨ª y ahora. O sea, a la confusi¨®n pol¨ªtica, a la crisis econ¨®mica, al despilfarro tecnol¨®gico y al escepticismo te¨®rico, por algunos bautizado posmodernismo.
As¨ª llegaron los galgos, con sus labias sanguinolentas de festines cazadores, con sus himnos solemnes de rancio abolengo, con sus ahora electr¨®nicas artes hipn¨®ticas y con sus viejas alianzas y eternas fidelidades a los poderes de siempre. Han ocupado las escalinatas del templo en el que se agitan mercaderes y se entretienen comisiones parlamentarias. Y esperan. Tal vez esperan para volver a sus simas hist¨®ricas, sombras futiles en sociedades inm¨®viles. Pero si los embriones de nuevos proyectos culturales, sociales, pol¨ªticos empiezan a brotar en esta incipiente transici¨®n hist¨®rica hacia algo que no sabemos pero tal vez deseamos, las fuerzas del mal, que ya est¨¢n entre nosotros, arrancar¨¢n el coraz¨®n de nuestras ciudades.
es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid y consejero del Consejo Asesor de Ciencia y Tecnolog¨ªa del Gobierno.
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