Buena actriz y poca risa
La actriz Carme Sansa se plantea un desaf¨ªo dif¨ªcil, y lo gana. Est¨¢ en escena y, al mismo tiempo, repetido su rostro por dos pantallas de televisi¨®n, una de ellas enorme.Gran parte del gesto del actor, que empez¨® a ganarse con la iluminaci¨®n el¨¦ctrica, sobre todo en la bater¨ªa, y que se perdi¨® con el desarrollo de esa iluminaci¨®n -apasionada por el teatro oscuro, de contrastes, de sombras, de bultos y relieves; como en otros aspectos, interesado en la reducci¨®n del peso del actor como del autor, beneficiando, en cambio, las apariciones t¨¦cnicas dirigidas-, se ha ganado en el cine y en la televisi¨®n: Carme Sansa ve su rostro enormemente agrandado ante los espectadores, y su gesto, su expresi¨®n, su mirada, son de excelente actriz.
Un d¨ªa cualquiera
De Dario Fo y Franca Rame, versi¨®n de Carla Matteini. Gat Companyia Teatral. Int¨¦rpretes: Carme Sansa, Alfons Flores, J. L. Salinas. Iluminaci¨®n: Pep Fern¨¢ndez. Sonido y v¨ªdeo: Ferr¨¢n Rialp. Escenograf¨ªa: Alfons Flores. Direcci¨®n: Enric Flores. Teatro Infanta Isabel. Madrid, 14 de abril.
Efectos
Dram¨¢tica, eso s¨ª. Como ¨¦sta es una comedia c¨®mica, o tragic¨®mica, o bufa -que es la palabra que le gusta a sus autores, Dario Fo y Franca Rame-, ese excelente ejercicio se le queda desplazado.La acumulaci¨®n de efectos de los escritores-actores (la obra est¨¢ hecha originalmente para Franca Rame), donde se mezclan suicidios, broncas y orgasmos de vecinos, equ¨ªvocos telef¨®nicos, trampas esc¨¦nicas, relatos incongruentes, tallarines y pollos, electr¨®nica y disparates (nota para el director, para el escen¨®grafo: en una casa electr¨®nica no se tiene una m¨¢quina de escribir de treinta a?os atr¨¢s), se pierde: deb¨ªa dar todo mucha risa, m¨¢s a¨²n a p¨²blico tan ansioso y expectante como el espa?ol, y da poca.
El espect¨¢culo de los atracadores en la casa electr¨®nica deber¨ªa ser perfectamente hilarante, y no lo eso, al menos, lo fue en la noche del estreno. Una anotaci¨®n al margen, pero relacionada, es que cada vez se aguanta peor el teatro que comienza cerca (a veces, despu¨¦s) de las once de la noche en una poblaci¨®n que ya madruga, y que comienza a ejercer de p¨²blico cuando ya est¨¢ cansada.
Es interesante ver que incluso teatros que habitualmente representan a las ocho de la tarde celebran sus estrenos a las once: con la esperanza de que vayan ministros o alcaldes que, v¨ªctimas de la ansiedad pol¨ªtica y de un miedo freudiano a que levantarse de su poltrona pueda significar verla ocupada por otro, luego no van y sus butacas se quedan vac¨ªas, o las ocupan secretarias o funcionarios, si es que no se las dan a sus primos.
Digo esto aqu¨ª porque en parte la falta de respuesta puede deberse a ello; aunque sin duda con una actriz c¨®mica y un director con otro ritmo podr¨ªa haber tenido mejor ¨¦xito.
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