Los gallos que cantan al anochecer
Cerca del mediod¨ªa fueron entrando en el Congreso los padres de la patria. Llegaban los socialistas casi convictos y confesos con el ce?o a media asta; los populares ven¨ªan cantando bajo la lluvia con paraguas, muy felices. La corrupci¨®n era la patrona del d¨ªa. Se ha hablado tanto de ella que uno ha imaginado que pod¨ªa ser una se?ora de carne y hueso que estar¨ªa sentada en el palco como invitada presidiendo sus propias exequias. Iban entrando los diputados y la importancia o tama?o de cada pez gordo lo establec¨ªa el mont¨®n de c¨¢maras y periodistas que lograba agrupar a su alrededor. Los micr¨®fonos mord¨ªan la boca de los l¨ªderes exigiendo su raci¨®n de esti¨¦rcol. Desembarc¨® Aznar junto a la verja con malet¨ªn y gabardina, y sonriendo bajo el maquillaje le dio un beso en plan castigador a Celia Villalobos frente a la garita y desde lejos recibi¨® el grito de un Javier Arenas euf¨®rico mientras a ras de la pared Corcuera pasaba con cara de perro mirando de reojo a los fot¨®grafos y lo mismo hac¨ªa Solchaga con el rictus helado y Anguita sin importarle el agua que ca¨ªa s¨®lo se ba?aba en la propia sonrisa ir¨®nica y se miraba el porte reflejado en los charcos avanzando entre fogonazos.Al parecer todo el mundo conoc¨ªa de antemano el discurso del presidente. La ¨²nica duda consist¨ªa en saber si esta vez tambi¨¦n tendr¨ªa un efecto somn¨ªfero para el p¨²blico en general y sedante para la oposici¨®n en concreto. En otros festejos del Congreso as¨ª ha sucedido. El invento ha funcionado. Felipe Gonz¨¢lez conoce a la perfecci¨®n el valor curativo de las palabras y la propiedad desinfectante de la saliva. Cualquier problema puede ser envuelto en elocuencia hasta ser controlado. El sopor lo diluye hasta convertirlo en un sue?o.
Los diputados del Partido Popular no estaban dispuestos a caer en la trampa de la dormici¨®n. Durante el tiempo que ha durado el discurso de Felipe Gonz¨¢lez no han cesado de patear, re¨ªr, carcajearse de cualquiera de sus afirmaciones creando una marea de fondo sobre la cual la convicci¨®n del presidente del Gobierno no ha naufragado del todo pese a ser zarandeada absolutamente. Cada una de las medidas contra la corrupci¨®n que Felipe Gonz¨¢lez anunciaba golpeando el folio despertaba el jolgorio en la bancada de sus contrarios. Los socialistas tratan ahora de ponerse al frente de la lucha por la regeneraci¨®n moral del pa¨ªs. Dan la sensaci¨®n de esos gallos que se confunden de crep¨²sculo y cantan cuando en lugar de salir el sol ya est¨¢ anocheciendo y las tinieblas se ciernen sobre el gallinero.
Despu¨¦s de comerse un filete y parte de la alegr¨ªa en el almuerzo, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha arremetido con una invectiva directa, contundente, efectista contra la persona pol¨ªtica del presidente del Gobierno. Le ha hecho responsable de la corrupci¨®n. Iba y ven¨ªa desde lo escrito a la yugular de Felipe Gonz¨¢lez y entre los suyos era de ver el asombro que despertaban sus bajonazos implantados con una ira medida en el cuerpo de su adversario por un l¨ªder muy crecido y excitado ante los desastres de la patria. Todo el mundo esperaba la respuesta de Felipe Gonz¨¢lez. Forma parte del rito que el presidente trate de anestesiar a la clientela en el discurso de entrada y se revuelva como un tigre herido en las r¨¦plicas. Una vez m¨¢s el rito se ha cumplido. Felipe Gonz¨¢lez ha contraatacado golpeando la intimidad pol¨ªtica de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, all¨ª donde pod¨ªa desestabilizarlo m¨¢s: no ser consecuente con lo que predica. Por un momento le ha levantado la alfombra y la corrupci¨®n ha flotado por todo el recinto. Parec¨ªa que todos se iban a ahogar en ella. Desde su esca?o entre Gonz¨¢lez y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se ha producido un cuerpo a cuerpo. La emoci¨®n del p¨²blico iba como tantas veces fluctuando entre el desencanto y la necesidad de creer al presidente, entre la desconfianza en las fuerzas de Aznar y la convicci¨®n de que este l¨ªder ya es imprescindible.
Felipe Gonz¨¢lez era ese gallo que cantaba al anochecer. Pero la sesi¨®n continuaba a lo largo de la tarde y a medida que la lengua de los pr¨®ceres se calienta, ya se sabe, los problemas se reblandecen como la cera hasta que al final el cansancio de tantas palabras id¨¦nticas se confunde con la soluci¨®n. Y uno acaba por creerse las promesas mediante el cansancio. Los populares ya han perdido el respeto al presidente del Gobierno. ?sa es una evidencia que se ha manifestado en esta sesi¨®n del Parlamento. No se sabe si es la ¨²ltima lecci¨®n. S¨®lo parece incuestionable que a partir de ahora los socialistas tendr¨¢n que gobernar de otra forma si no quieren que los insultos que en la bancada del Partido Popular han brotado espont¨¢neamente no se reproduzcan en la calle y el p¨²blico comience a echarles huevos.
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