Vecinos
Son como todos: discretos, de aspecto normal, educados y absolutamente imprevisibles. El difunto Fassbinder hizo una pel¨ªcula que lo mostraba con pulcritud. ?Por qu¨¦ se vuelve loco el se?or R. ?. Un apartamento de clase media, una ciudad como cualquier otra y un protagonista como todos: normal, discreto, educado e imprevisible. Un d¨ªa, el se?or R. cogi¨® un candelabro del sal¨®n (probablemente alg¨²n resto de regalo de boda) y no dej¨® bicho viviente. Pod¨ªa ser el vecino.Despu¨¦s supimos de ex combatientes que devastaban hamburgueser¨ªas en alguna localidad de California. As¨ª, sin m¨¢s. Rodney King, al que acaban de ponerle un piso de 500 millones largos de pesetas antes de impuestos, fue el estandarte de una noche enloquecida en Los ?ngeles. Los desheredados lo ten¨ªan claro: si pegan a un negro, ?arrasa un bazar coreano!
Raymond Carver est¨¢ de moda gracias a su talento y a la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de algunos de sus relatos realizada por Robert Altman. En el titulado Diles a las mujeres que nos vamos nos cuenta c¨®mo uno de los dos vecinos discretos, normales, imprevisibles y educados machaca con una piedra a dos j¨®venes excursionistas. Porque s¨ª.
Jack Unterweger, el poeta de la c¨¢rcel, parece que pudo encontrar la f¨®rmula para acabar con la prostituci¨®n: est¨¢ siendo juzgado como presunto asesino de 11 damas.
Es verdad que son an¨¦cdotas, casos aislados, pero tambi¨¦n lo es que pueden ser s¨ªntomas, indicaciones de por d¨®nde pueden venir los tiros en un futuro m¨¢s o menos pr¨®ximo. Kurt Cobain, por ejemplo, demostr¨® c¨®mo resolver la contradicci¨®n entre la rebeld¨ªa y el ¨¦xito consumista: con un M-16. En su caso el tiro vino de ¨¦l mismo. Es lo que en los tiempos de las creencias se denominaba autogesti¨®n yugoslava. Ahora la autogesti¨®n queda para los suicidas y Yugoslavia para los buitres.
La atm¨®sfera es espesa, inquietante, pre?ada de malos presagios. En el despacho de un gran patr¨®n de las fuerzas del orden corren de mano en mano las bolsas repletas de billetes. Las cuentas opacas ven la luz mientras los hombres p¨²blicos se adentran en las sombras. Todos son normales, educados, discretos, alguno incluso de aspecto respetable, siempre imprevisibles. Miserias del ser humano en un fin de siglo que cada vez se parece m¨¢s al comienzo de Blade Runner.
Pesimismo del coraz¨®n en un atardecer hermoso y pl¨¢cido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.