Moruchos para una exposici¨®n
Carriquiri / Padilla, Garc¨ªa, Gonz¨¢lez
Cinco novillos de Carriquiri, discretos de presencia, varios sospechosos de pitones, moruchos; 5? salt¨® tres veces al callej¨®n y fue devuelto. Sobrero de Barcial, terciado, inv¨¢lido, manso.
Juan Jos¨¦ Padilla: media atravesada, estocada corta, tres descabellos -aviso- y dos descabellos (silencio); estocada corta erpendicular trasera y descabello (silencio). Juan Carlos Garc¨ªa: pinchazo, otro hondo y dos descabellos (silencio); bajonazo y rueda de peones (oreja con algunas protestas). Rafael Gonz¨¢lez: pinchazo y estocada corta perpendicular (silencio); pinchazo y estocada (aplausos y salida al tercio).
Plaza de Las Ventas, 1 de mayo. 3? corrida de las Fiestas de la Comunidad. Cerca del lleno.
La exposici¨®n de moruchos que ha de completar el fastuoso panorama del estado actual de la fiesta, tuvo en esta novillada festera y comunitaria amplio surtido, piezas de museo, aut¨¦nticas joyas moruchas para dar y tomar. La ¨²nica dificultad ser¨ªa saber cu¨¢l de ellos merec¨ªa figurar en hornacina rococ¨®, presidiendo la sala. Opinan aficionados que el quinto, pues brinc¨® tres veces al callej¨®n, tres, y de continuar en el ruedo seguramente habr¨ªan sido cuatro veces, cuatro, o cinco veces, cinco (y, de ah¨ª, al infinito, infinito).
El morucho saltimbanqui le hab¨ªa cogido gusto al callej¨®n, no se sabe muy bien por qu¨¦. Cada brinco provocaba en los tendidos un gran alboroto -movimiento de multitudes, acalorados trajines e incontroladas crispaciones, ayes, risas nerviosas, carcajadas estent¨®reas, seg¨²n sensibilidades y temperamentos- y algunos espectadores raros no se recataban en manifestar su complacencia. "Nunca vi correr tanto a los guardias", se o¨ªa decir por all¨ª. El morucho cruzaba despavorido el redondel huyendo de la condici¨®n humana, y ya lo iban a picar cuando hocic¨® en la arena -m¨¢s de terror que de invalidez- y el presidente, aprovechando la feliz circunstancia de que el Pisuerga pasa por Valladolid, sac¨® el pa?uelo verde.
Sali¨® en sustituci¨®n del morucho un Barcial, la ganader¨ªa de los patas blancas, y el animalito de Dios hac¨ªa honor a la marca de la casa: las ten¨ªa, efectivamente, blancas, junto a una frente lucera y una capa berrenda que completaban sus se?as de identidad. Los toros berrendos-luceros-calceteros de Barcial se hermosean siempre con ese pelaje, y en cambio ni la capa luminosa y variopinta le favorec¨ªa al sobrero; si ser¨ªa feo, el t¨ªo. "M¨¢s feo que pegarle a un cura", se o¨ªa decir tambi¨¦n. Result¨®, adem¨¢s, inv¨¢lido, manso y morucho, aunque no tanto como sus cong¨¦neres. A¨²n hay clases.
El Barcial, a fin de cuentas, acab¨® embistiendo con franqu¨ªa, si bien quiz¨¢ no fuera por bondad de coraz¨®n sino porque Juan Carlos Garc¨ªa le hizo el favor de torearlo. Pero no torearlo de cualquier manera: con valent¨ªa, hondura y sabor; con la autenticidad propia de los toreros buenos; con el arte bien aprendido de templar, mandar y mandar. A las tandas de excelentes muletazos en redondo sigui¨® una de naturales de esas que ya no se ven, ejecutadas desde el mando y la templanza, cargando por a?adidura la suerte y ligando los pases. Gran tanda de naturales esa, que ya no igual¨® en la repetici¨®n y se duda de que haya muchos toreros por ah¨ª capaces de mejorarla.
Mat¨® Juan Carlos Garc¨ªa de infamante bajonazo y este era motivo suficiente para no merecer la oreja que tuvo el detalle de regalarle el presidente. Un espectador propuso a Juan Carlos Garc¨ªa que le regalara al presidente un jam¨®n. Se lo dijo al estilo de Las Ventas; o sea, a voces, para que se enterara todo el mundo. Fue hablar por no callar, en realidad. Pues saben la afici¨®n en general y el espectador aquel en particular que en Las Ventas no hacen falta jamones para cortar orejas. Los presidentes son m¨¢s orejistas que el propio p¨²blico y si por ellos fuera, se pondr¨ªan a flamear el pa?uelo durante la petici¨®n, y a gritar desaforados mientras tanto, siguiendo la moda.
A los moruchos, ya puede suponerse, no hab¨ªa manera de meterles mano. Los novilleros, sin embargo, estuvieron pundonorosos y esforzados intentando provocarles unas embestidas imposibles. Juan Jos¨¦ Padilla banderille¨® animoso a los suyos, despu¨¦s les aguant¨® los parones y los arreones, entre otras impertinencias. De similar forma procedieron en sus primeros turnos Juan Carlos Garc¨ªa y Rafael Gonz¨¢lez, y este a¨²n consigui¨® sacar pases al sexto a base de sudar el terno y exponerse a un sinsabor. Claro que el m¨¦rito del torero se lo atribuyeron algunos al morucho y le aplaudieron en el arrastre. Al parecer ese lo descartaban para la exposici¨®n, por bravo. Le digo a usted...
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