La derecha
Laderecha espa?ola se ha vuelto insaciable. Los diputados en el Congreso exigen del Gobierno acciones ilegales para completar su tarea de limpieza del pa¨ªs (Ramallo grita para que el Gobierno d¨¦ informaciones que no puede dar). Los empresarios exigen que la reforma laboral se haga m¨¢s a fondo por el fondo que ellos quieren. Los intelectuales de la derecha se dedican a descalificar a los que no les placen.Esto ¨²ltimo es lo m¨¢s novedoso.
No porque no se hiciera antes, sino porque no se hac¨ªa desde tiempos muy pret¨¦ritos. Esto, pens¨¢bamos muchos, era cosa de Ricardo de la Cierva, que se erig¨ªa en azote de infieles cuando Franco.
Ahora resulta, por ejemplo, que Santos Juli¨¢ era conocido por ser un historiador de tres al cuarto (lo dice Jim¨¦nez Losantos); o resulta que Ludolfo Paramio es un soci¨®logo de baratillo (Pablo Sebasti¨¢n lo resuelve con alusiones a su estructura ¨®sea).
Pero no hay que asustarse. Lo de Losantos y Sebasti¨¢n es un residuo franquista que los pol¨ªticos de la derecha saben que ya no procede. El franquismo era una variante suave del nazismo. Los nazis mataron a todos los intelectuales polacos, y Franco s¨®lo fusil¨® a los que agarr¨® durante los primeros meses de su victoria. A los dem¨¢s los dej¨® morir de tuberculosis en la c¨¢rcel o los castig¨® sin venir aqu¨ª unas d¨¦cadas.
Los tardofranquistas que enamoran ahora desde las p¨¢ginas de opini¨®n de los peri¨®dicos y revistas no quieren matar a Santos Ju¨ª¨¢ y Paramio. S¨®lo quieren castigarlos sin cenar y fingir que ellos han estudiado para ofrecer a sus jefes un discurso robusto. Lo que pasa es que es muy dif¨ªcil llevarse, por ejemplo, a Aza?a al corral ajeno sin enterrar todos los papeles.
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