"No podemos asumir lo que ha hecho"
Los hijos del empresario que se quem¨® 'a lo bonzo' velan su aparcamiento
Manuel Jim¨¦nez no ha podido explicar todav¨ªa a Josefa, su mujer, por qu¨¦ se prendi¨® ego a lo bonzo en la Gerencia Municipal de Urbanismo el martes. "Entre que tiene la m¨¢scara de ox¨ªgeno en la boca y s¨®lo le puedes o¨ªr a trav¨¦s de un mal tel¨¦fono...". Josefa y sus cuatro hijos no se explican c¨®mo se le ocurri¨® rociarse con gasolina y acercarse el mechero ante ¨¦l t¨¦cnico municipal que firm¨® la orden de derribo de su aparcamiento -ilegal y no legaliza ble, seg¨²n el Ayuntamiento junto a la carretera de Barcelona y el aeropuerto de Barajas.Adam (17 a?os) y No¨¦ (16), los dos hijos mayores de Manuel y Josefa, velaron el martes los coches y camiones que quedan en el aparcamiento, junto con el vigilante del negocio y un pastor alem¨¢n, Jacko, que pon¨ªa cara de no entender por qu¨¦ rompen la cerca de su guarida.
"No somos capaces de asumir lo que ha hecho mi padre", susurran los dos hermanos. Para ellos, como todos los que conocen a Manuel, de 45 a?os, la reacci¨®n suicida no encaja con su car¨¢cter. Ayer s¨®lo uno de los cuatro hermanos -todos tienen nombres b¨ªblicos: Abraham, de 15 a?os, y Jacob, de seis, completan la familia- acudi¨® al colegio. "Jacob se puso a temblar, no pudo dormir ni comer, pero ya est¨¢ m¨¢s tranquilo", dice Adam (con eme, no con ene' ). PASA A LA P?GINA 5
"Es nuestra ¨²nica forma de vida"
Adam, convertido en el hombre de la casa, se qued¨® anoche de nuevo de guardia para vigilar que no desapareciese ning¨²n veh¨ªculo del aparcamiento Sotanpark, SL. "He. dormido cuatro o cinco horas", suspira."Los dos coches de la Polic¨ªa Municipal se fueron a las cinco de la tarde, cuando los obreros terminaron de trabajar, y una sola persona no puede controlar todo el parking", explica.
Jacko, el pastor alem¨¢n, no est¨¢ entrenado para defender su terreno y atacar a los intrusos: se limita a ladrar cuando oye alg¨²n ruido. "No me encuentro con fuerzas para ver a mi padre", musita Adam.
El no teme que sus ojos vean a Manuel con la cara quemada, los brazos y el torso quemados y una mascarilla de ox¨ªgeno en la boca. Ya lo vio postrado en una cama de hospital cuando tuvo un accidente hace unos a?os. "Ahora tenemos que estar aqu¨ª para atender a la gente", argumenta.
Ayer todav¨ªa quedaban 20 o 30 de los dos centenares de coches y camiones que descansan en esos 9.000 metros cuadrados de terreno agr¨ªcola que ocupa el aparcamiento. En el terreno caben unos 200 camiones grandes y 1.000 coches si no comparten el asfalto del estacionamiento con los colosos sobre ruedas. "No hemos podido localizar todav¨ªa a algunas de las empresas que guardan aqu¨ª sus coches", explica.
Uno de los que todav¨ªa duermen all¨ª, una enorme gabarra, espera a que la Guardia Civil -que lo deposit¨® en el aparcamiento tras un accidente- lo recoja. Ahora tendr¨¢n que buscar otro terreno donde trasladar los que quedan hu¨¦rfanos, como los que tiene en dep¨®sito la Guardia Civil.
Tampoco el socio de Manuel Jim¨¦nez en el negocio del estacionamiento, Felipe Garc¨ªa Esteban, acudi¨® ayer al solar de la carretera de Barcelona, seg¨²n coment¨® Adam.
Entretanto, el abogado del herido, Jos¨¦ Luis L¨®pez del R¨ªo, prepara la documentaci¨®n que permita obtener una orden judicial que paralice el derribo.
Bromas macabras
"Pero entonces ya no quedar¨¢ nada que salvar", solloza Josefa. Los empleados de una contrata municipal continuaron ayer destrozando las instalaciones del aparcamiento: ni una valla en pie que le separe de la carretera.
El primog¨¦nito de Manuel cree que las desgracias nunca vienen solas. ?l se rompi¨® un ligamento de la rodilla derecha jugando al baloncesto y baja las escaleras de la caseta de control del aparcamiento a la pata coja. Las muletas descansan en una esquina. Y se le ha roto la escayola por cuatro sitios. "Se junta todo", musita.
Ni Adam ni sus hermanos cre¨ªan que las vallas rotas significasen el final del negocio. "Pensarnos que la asociaci¨®n de vecinos estaba echando tierra para arreglar el carnino", explica.
El despacho de Jorge Ortueta, el jefe de Disciplina Urban¨ªstica, donde Jim¨¦nez se prendi¨® fuego, recuper¨®. ayer el color blanco de la pintura reciente, pero no perdi¨® el olor a quemado. "Pues no ha habido muchos comentarios", afirma una funcionaria del departamento.
Pero s¨ª tuvieron que escuchar alguna que otra broma macabra ("?tienes fuego?", le dijo un compa?ero de otro departamento a uno de los subordinados de Ortueta).
Josefa asegura que su familia s¨®lo posee el aparcamiento. "Es nuestra ¨²nica forma de vida", a?ade. ?El futuro? "Como toda la vida", filosofa Adam, "volver a empezar de cero: si no hay para comer, no se come". Dice que ese esp¨ªritu luchador se lo debe a su padre. "Todo se hereda, ?no?".
S¨®lo teme que su padre caiga en una depresi¨®n cuando salga del hospital y vea el suelo del aparcamiento levantado, las vallas por los suelos y su solar vac¨ªo.
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