Clint Eastwood asume la respuesta europea al proteccionismo de Hollywood
Los hermanos Coen fallan en la pel¨ªcula inaugural 'El gran salto'
ENVIADO ESPECIAL No parece casual -en Cannes hay muy pocas cosas que no est¨¦n calculadas- que los rostros sobre los que anoche, en la fiesta inaugural, se concentraron los focos de la escalinata del palacio de La Croisette fueran los de cuatro cineastas norteamericanos que hacen su trabajo al margen de la pol¨ªtica de los grandes estudios de Hollywood: Tim Robbins, protagonista del brillante e irregular El gran salto, que abri¨® la competici¨®n; Joel y Ethan Coen, autores de la pel¨ªcula, y Clint Eastwood, presidente del jurado, que con pocas palabras hizo suya la respuesta europea al proteccionismo de Hollywood: rec¨ªproca plena apertura de sus respectivos mercados.
Tampoco parece casual que los otros tres cineastas estadounidenses que en los pr¨®ximos d¨ªas tendr¨¢n un lugar bajo esos mismos focos, sean Alan Rudolph y Quentin Tarantino, no menos radicales e independientes; y finalmente, que el gran Robert Altman, bestia negra y l¨¢tigo del gran jefe hollywoodense, Jack Valenti, reciba aqu¨ª dentro de unos d¨ªas un homenaje por todo lo alto, que convierte a este viejo y ya legendario cineasta, pionero de la estirpe de los independientes del llamado off-Hollywood, en la estrella de lujo de Cannes 94.Tampoco parece casual que ni una sola gran producci¨®n del otro lado del Atl¨¢ntico compita este a?o en Cannes. Arguyen, en declaraciones a la prensa francesa, desde all¨ª, que no hay ninguna a punto y que el mes de mayo es para ellos mala fecha. Pero esto no se entiende si se recuerda que el a?o pasado acudieron aqu¨ª ocho pel¨ªculas norteamericanas y el anterior 16; y que antes de hace siete a?os -cuando salieron a la luz las divergencias y tensiones entre EE UU y Francia acerca del reparto del mercado audiovisual europeo- Hollywood ocupaba m¨¢s de medio Cannes.
Parece m¨¢s cercano a la verdad que Hollywood tiene pel¨ªculas, pero no quiere traerlas a Cannes, ni aqu¨ª quieren ped¨ªrselas. Con toda evidencia hay, sin declaraci¨®n formal de hostilidades, un desaf¨ªo de Hollywood y una respuesta europea, a trav¨¦s de Cannes, a ese desaf¨ªo. Con su presencia aqu¨ª, los hermanos Coen, Rudolph, Tarantino, Altman y Robbins, expresan que esa tierra de ausencias y silencios no les concierne, no es la suya. Y un hombre de mucho m¨¢s peso, Clint Eastwood, que con su peque?a productora Malpaso puede permitirse hacer las pel¨ªculas que le venga en gana, con quien le venga en gana y dentro o fue ra de Hollywood, v a mucho m¨¢s all¨¢ y solt¨® aqu¨ª ayer una afirmaci¨®n que hoy debe haber erizado muchas cabelleras californianas.
Dijo: "Me gustar¨ªa que Hollywood se internacionalizase y que los distribuidores europeos puedan llevar m¨¢s pel¨ªculas de aqu¨ª a EE UU. Los filmes hollywoodienses funcionan bien en Europa y yo deseo que todas las pel¨ªculas tengan el mismo tratamiento en todos los mercados, para que as¨ª el p¨²blico americano aprenda a ver otros tipos de cine.... Todas las pel¨ªculas extranjeras no pueden tener ¨¦xito all¨ª, pero si se las deja entrar se acabar¨¢ creando una demanda de ellas... Me resisto a creer que no hay [en EE UU] un mercado para las pel¨ªculas europeas".
En cuanto a la pel¨ªcula inaugural, El gran salto, de los hermanos Coen, hay poco que decir: est¨¢ fracasando en su pa¨ªs y nos tememos que en Europa no logre desquitarse. Es una comedia rara, original, brillante y algunas de sus escenas son realmente magn¨ªficas, pero como totalidad falla: tiene -lo que es una imperdonable torpeza en cineastas habitualmente tan astutos- demasiados puntos altos, quiere estar siempre arriba del todo, mantener constantemente en vilo al p¨²blico, dar la campanada en cada plano; y esto satura, fatiga, no deja res-. pirar y finalmente corta al espectador el hilo de la atenci¨®n. El exceso de ambici¨®n se paga en el cine muy caro y el gran talento de estos j¨®venes cineastas ha topado esta vez con un exceso de ingenuidad. Debieran haber recordado esta m¨¢xima del viejo zorro Ernst Lubitsch: "Para que una comedia funcione no se puede tener continuamente excitado al espectador: hay que dejarle dormitar a ratos y, cuando comience a aburrirse, despertarlo de golpe".
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