Las ambulancias municipales se comprometen a llegar en menos de siete minutos a una urgencia

Madrid5 15 de mayo de 1991. Entre la multitud que se agolpa en la Castellana para ver el final de la Vuelta Ciclista. a Espa?a se encuentran unos sanitarios vestidos deamarillo junto a una ambulancia. Es el estreno del Servicio de Ambulanc¨ªas Municipal de Urgencias y Rescate (SAMUR). Tres a?os despu¨¦s, siguen atentos a las incidencias. En este dempo han atendidodesde desastres como el de la marquesina. del cine Bilbao hasta lo que ellos denominan como ataques de caspa (avisos de poca, hnportancia). Y siempre Regando en menos de siete minutos. Su meta es reducirlo.

La semana pasada el SAMUR traslad¨® su central junto a la Polic¨ªa Municipal y adopt¨® su n¨²mero de tel¨¦fono, el 092. "Queremos ara?ar un minuto al reloj. Con el tel¨¦fono de los municipales se van a agilizar los avisos, explica Jos¨¦ Luis Gilarranz, jefe del SAMUR. Adrenalina en estado puro corre por los cables de este servicio, y por las venas de los m¨¢s de 200 profesionales que trabajan en ¨¦l. Cada a?o atienden cerca de 30.000 llamadas.Para llegar lo antes posible al escenario de la tragedia, 47 unidades de emergencia peinan Madrid en tres turnos. La noche del viernes pasado transcurri¨® con relativa calma. Cinco emergencias. La primera, a las doce de la noche. Una mujer perdi¨® la vida en el hospital Gregorio Mara?¨®n tras ser arrollada por un coche Audi que se dio a la fuga. El SAMUR que la recogi¨® -una especie de UVI m¨®vil- logr¨® reanimarla de una parada cardiac¨¢, pero falleci¨® en el quir¨®fano.

L¨¢grimas

Las noches de los fines de semana ya no son tan agitadas como hace dos a?os. "Lo normal era acudir a unos 20 accidentes de tr¨¢fico. Ahora, si un viernes pasamos de seis urgencias es un r¨¦cord", explica Emilio Benito, uno de los hist¨®ricos del SAMUR. En las manos de Benito estuvieron los cuerpos mutilados de Irene Villa y el comandante Villalobos tras el atentado de ETA en 1991. Sus ojos vieron en febrero de 1992 la muerte de dos de sus compa?eros, arrollados por un coche en la M-40. Se dispon¨ªan a atender a un herido en un accidente de tr¨¢fico. Son las dos ¨²nicas ocasiones en que Benito ha llorado. "En esto no te puedes permitir los sentimiento? sentencia.

La ruta sigue. La radio escupe una llamada: accidente en la M-30, en el t¨²nel del Vicente Calder¨®n. El segundo aviso de la noche llega cerca de la una. Comienza una carrera fren¨¦tica en mitad del atasco. Al olor de las tres SAMUR que ya maniobran junto al Vicente Calder¨®n acuden al menos dos ambulancias y cuatro gr¨²as privadas. Han pillado la frecuencia de la Polic¨ªa Municipal y quiz¨¢s hagan negocio remolcando el coche accidentado -"sienipre que pague el seguro"-

Esa noche, el concejal de Sanidad, Sim¨®n Vi?als, se mueve entre los sanitarios que atienden a los heridos, embutido en el chaleco amarillo del SAMUR. Un dolor de muelas, a eso de las cuatro de la madrugada, le retir¨® de la calle. El SAMUR, que cuenta con cerca de 800 millones de presupuesto anual, seg¨²n su portavoz, recibe visitas frecuentemente. Se trata de uno de los servicios mimados por el Ayuntamiento.

Tras la llamada de la M-30, tres avisos m¨¢s. Un choque sin heridos graves, un atropello y una mujer que se tir¨® al metro al filo de las siete de la ma?ana completaron el turno de noche. Los chalecos amarillos se movieron con agilidad entre amasijos de hierros, humo y oscuridad. Como desde el primer d¨ªa, hace tres a?os.