Corros y jotas al son del viejo Nuevo Mester

Alejandro, un dulzainero de Cabezuela (Segovia), tuvo que dejar de soplar por el tudel en mayo de 1977 porque se le cay¨® el ¨²ltimo diente que le quedaba y ya no pod¨ªa sujetar el estrangul. As¨ª le ocurrir¨¢ a esta gente de Nuevo Mester de Juglar¨ªa, cuyos seis integrantes llevan ya 25 a?os dando vida a la m¨²sica tradicional castellana: que se jubilar¨¢n cantando y haciendo re¨ªr y bailar. Como ayer en la plaza Mayor, desafiando al mal tiempo para encontrar buenas caras. Y la alegr¨ªa y el sudor se desbordaron entre los pasos de jota.

Ante 3.000 personas -la plaza casi llena-, los chicos del Mester dieron vida al baile a lo llano, a las canciones de corro, a los romances templados, y movieron los hilos de danzantes duchos y torpes, biso?os y a?ejos. El gent¨ªo se divirti¨®, m¨¢s que nada porque algo tendr¨¢ la m¨²sica tradicional para haber durado tanto. Las coplas retrataron la vieja exaltaci¨®n del vino, el regodeo de los requiebros entre novios o el romance de los comuneros, que este grupo populariz¨® poniendo m¨²sica tradicional a los versos de Luis L¨®pez ?lvarez. "?Castilla, entera, se siente comunera!", gritaba la gente en masa.

Letras picarescas

En los tiempos del franquismo, la canci¨®n popular se limitaba oficialmente a las coplas de las hermosas pastorcillas y los ¨¦picos duques. Lo dem¨¢s estaba prohibido. Pero debajo, en la vida rural, pervivieron las letras picarescas y subversivas: "En la canal de su pecho / tiene mi ni?a un reloj, / cuando el reloj da la una / pongo la mano en las dos"; o "ya se est¨¢ poniendo el sol, ya se debiera haber puesto, para el jornal que ganamos / no es menester tanto tiempo". ?se es el m¨¦rito del Nuevo Mester -un grupo semiprofesional que no vive realmente de esto-, que ha rescatado la memoria hist¨®rica de toda una regi¨®n y la ha puesto a la altura que se merece.Muchos identifican a¨²n la canci¨®n popular con aquellas cursiladas que se cantaban en la Secci¨®n Femenina. Anoche, quien tuviera esta idea equivocada y se pasara por la plaza Mayor habr¨¢ descubierto que el jolgorio, la irreverencia y el buen humor est¨¢n ligados a la canci¨®n tradicional en su misma ra¨ªz.

Muchos madrile?os comprendieron ayer algo de todo esto, y muchos castellanos de origen se sintieron orgullosos de ello. Y todos se movieron. Los universitarios hac¨ªan corros y gusanos para rememorar canciones infantiles que aprendieron antes de llegar a Madrid; los abueletes mostraban ufanos la t¨¦cnica del un dos tres, un dos tres y vuelta; los m¨¢s bailaban Por el puente de Aranda con buen tino. Y hasta unos cuantos del grupo El Candil, vestidos de paisano, se pusieron a danzar en un rinc¨®n con sus casta?uelas salmantinas y dejaron que se les cayera la babilla a unos cuantos nost¨¢lgicos que se pararon a mirarles. Luego, cuando el final, los unos y los otros jadearon, se quitaron el sudor de la frente y se marcharon a casa m¨¢s contentos que un azumbre lleno de vino.