Europa y el Mediterr¨¢neo
La imagen que ofrece el Mediterr¨¢neo al final de nuestro siglo est¨¢ lejos de ser reconfortante. Su costa septentrional acusa un retraso con respecto al porte de Europa, y su costa meridional con respecto a la del norte. La cuenca mediterr¨¢nea dif¨ªcilmente llega a unirse al continente, tanto en el norte como en el sur o en el levante. Por otra parte, ?se puede considerar el Mediterr¨¢neo como un conjunto coherente, sin tener en cuenta las fracturas que lo dividen, los conflictos que lo desgarran: Palestina, L¨ªbano, Chipre, Magreb, ex Yugoslavia? Nuestro mar parece abocado al destino de un mundo ex'
La Uni¨®n Europea se realiza sin hacer referencia al Mediterr¨¢neo: una Europa aislada de la cuna de Europa. Las explicaciones que se dan de ello, banales o repetitivas, a duras penas logran convencer. Los esquemas del Norte, a trav¨¦s de los cuales se. observa el presente o el futuro mediterr¨¢neos, rara vez concuerdan con los del Sur. La costa septentrional del mar interior tiene una percepci¨®n de su entorno y una conciencia diferentes a la de la costa de enfrente. Hoy parece que lo ¨²nico que las costas mediterr¨¢neas tienen en com¨²n es su insatisfacci¨®n.
Las conciencias mediterr¨¢neas se alarman y, de vez en cuando, se organizan. Sus ex?gencias han proclamado, en el transcurso de las ¨²ltimas d¨¦cadas, varios planes o programal: la Carta de Atenas y la de Marsella, la Convenci¨®n de Barcelona y la de G¨¦nova, el Plan Azul y despu¨¦s el PAM (Plan de Acci¨®n para el Mediterr¨¢neo), etc¨¦tera. Estos esfuerzos, loables y generosos-en cuanto a sus intenciones, fomentados o apoyados por ciertas comisiones gubernamentales o instituciones internacionales, s¨®lo han tenido resultados limitados. Los Estados que poseen una fachada que da al mar no tienen en general m¨¢s que rudimentos de una pol¨ªtica mar¨ªtima.. Rara vez llegan a ponerse de acuerdo sobre algunas tomas de posici¨®n concretas, que hacen las veces de pol¨ªtica com¨²n.
Se ha dicho de todo sobre este "mar primero" convertido en "estrecho mar¨ªtimo", sobre su unidad y su divisi¨®n, su homogeneidad y su disparidad. No es una "realidad en s¨ª misma" ni una "constante": el conjunto mediterr¨¢neo est¨¢ compuesto por varios subconjuntos... La costumbre de percibir el Mediterr¨¢neo ¨²nicamente- a partir de su pasado dista mucho de estar abandonada. Los conceptos hist¨®ricos o pol¨ªticos sustituyen a los conceptos sociales o culturales sin llegar a armonizar ni a coincidir unos con otros. Este espacio rico en historia ha sido v¨ªctima de toda clase de historicismos, procedentes tanto del Norte como del Sur. La tendencia a confundir la representaci¨®n de la realidad mediterr¨¢nea con la propia realidad no ha desaparecido, ni mucho menos. Una identidad del ser, al amplificarse, eclipsa o rechaza f¨¢cilmente una identidad del hacer mal definida. En m¨¢s de un lugar, la retrospectiva sigue prevaleciendo sobre la perspectiva.
El Mediterr¨¢neo ha afrontado con retraso la modernidad. No ha vivido el laicismo en todas sus orillas. Cada costa conoce sus propias alternativas, que se reflejan en el resto de la cuenca o en otros espacios, a veces lejanos. La materializaci¨®n de una coexistencia (este t¨¦rmino me parece m¨¢s apropiado que el de convivencia) tantas veces proclamada con respecto a las regi¨®n es multi¨¦tnicas o plurinacionales, territorios en los que se cruzan y se entremezclan culturas variadas y religiones diversas, ha sufrido un cruel fracaso ante nuestros ojos. No es casualidad que precisamente en encrucijadas como L¨ªbano o Bosnia Herzegovina sigan desarroll¨¢ndose dos guerras tan crueles como perseverantes. No puedo dejar de detenerme aqu¨ª un instante, con dolor y perplejidad, y cambiar el tono de mi discurso,
Recib¨ª de Ivo Andric, poco despu¨¦s de su premi¨® Nobel, una de sus novelas traducida al italiano, con una dedicatoria escrita en el mismo idioma que conten¨ªa una cita de Leonardo: "Da Oriente a Occidente, in ogni punto ¨¦ divisioHe". Esta idea me sorprendi¨®: ?cu¨¢ndo y c¨®mo el pintor pudo hacer una observaci¨®n o tener una experiencia semejantes? Sigo sin sabeAo. Muchas vee es he pensado en esta breve cita con ocasi¨®n de mis periplos mediterr¨¢neos. M¨¢s tarde, he podido darme cuenta de hasta.qu¨¦ punto es aplicable al destino de la antigua Yugoslavia y las divisiones que la han desgarrado: frontera entre Oriente y Occidente, l¨ªnea divisoria entre los imperios oriental y occidental, lugar del cisma cristiano, fall¨¢ entre el catolicismo latino y la ortodoxia bizantina, entre la cristiandad y el islam. Primer pa¨ªs del Tercer Mundo en Europa o primer pa¨ªs europeo en el Tercer Mundo, cuesta decir si este pa¨ªs era m¨¢s lo uno o -lo otro. Se a?aden' otras divisiones., vestigios de los imperios supranacionales, habsburgu¨¦s y otomano, restos de los nuevos Estados recortados al antojo de los acuerdos internacionales y de los programas nacionales, herencia de dos guerras mundiales y de una guerra fr¨ªa, ideas de naci¨®n del siglo XIX e ideolog¨ªas del siglo XX, direcciones tangentes o transversales EsteOeste y Norte-Sur, divergencias entre los pa¨ªses desarrollados y los que est¨¢n en v¨ªas de desarrollo, y as¨ª sucesivamente. Tantas divisiones enfrentadas en esta parte de la pen¨ªnsula balc¨¢nica, con una intensidad que recuerda a las tragedias, cl¨¢sicas. El Mediterr¨¢neo vive muchos otros conflictos, en la propia costa, entre el litoral y el interior del pa¨ªs.
El S¨¢hara (palabra que sig nifica "tierra pobre") hace avanzar sus arenas e invade si glo a siglo, kil¨®metro a kil¨®metro, la tierra que, lo rodea. En muchos sit?os no queda m¨¢s que una franja cultivable entre mar y desierto. Este territorio est¨¢ cada vez m¨¢s poblado. La mayor¨ªa de sus habitantes son j¨®venes, mientras que los de la costa del norte han envejecido.
Las hegemon¨ªas mediterr¨¢neas se ejerc¨ªan alternativamente poi-que los antiguos Estados ce d¨ªan ante los nuevos. Las ten siones que se generan a lo largo de la costa causan inquietud. Una desgarradora alternativa divide las mentes, tanto en el Magreb como en el Maslirek: modernizar el islam o islamizar la modernidad. Dos pasos que no parecen ir parejos: el uno contradice al otro. As¨ª se agravan las relaciones entre el mundo ¨¢rabe y el Mediterr¨¢neo, pero tambi¨¦n dentro de las propias naciones ¨¢rabes, entre los proyectos unitarios y las pol¨ªticas particulares. Hasta la cultura est¨¢ all¨ª demasiado desgarrada como para influir en el inconsciente colectivo y presentarlo en t¨¦rminos de conciencia. Es u til echar un vistazo fuera de los l¨ªmites de nuestra cuenca para evitar repetir lo ya experimentado. El mar Negro, nuestro vecino, est¨¢ ligado al Mediterr¨¢neo y a algunos de sus mitos: antiguo mar de aventura y de enigma, argonautas, b¨²squeda del vellocino de oro, sacrificio de Ifigenia. Ucrania sigue extendiendo junto a ¨¦l una gran llanura continental, tan fecunda como mal ex plotada, a la que la historia no ha permitido desarrollar una vocaci¨®n mar¨ªtima. Rusia ha tenido que volverse hacia otros mares al norte y buscar en ellos su fortu na. Hoy reclama salidas o pasillos en la costa del Euxino y del mar interior. El mar Negro se ha convertido, para la mayor¨ªa de sus ribere?os, en un golfo dentro de un golfo. All¨ª se perfilan tambi¨¦n divisiones en el Este. El Adri¨¢tico, llamado en tiempos "el golfo de Venecia", se ve hoy reducido a la condici¨®n de golfo. Sus puertos son cada vez menos pr¨®speros, el agua est¨¢ contaminada, los peces son cada vez m¨¢s escasos. Detengamos ah¨ª nuestro periplo, ya nos lo sabemos: el resto parece ser el silencio.
Parece que no sirve denada repetir, con resignaci¨®n o exasperaci¨®n, los atentados que sigue padeciendo nuestro mar, pero a pesar de ello nada nos autoriza a ignorarlos: degradaci¨®n del medio ambiente, contaminaci¨®n, capitalismo salvaje, movimientos demogr¨¢ficos mal controlados, corrupci¨®n en sentido. propio y en sentido figurado, falta de orden y escasez de disciplina, localismos, regionalismos, y muchos ismos m¨¢s.
Sin embargo, el Mediterr¨¢neo no es el ¨²nico responsable de esa situaci¨®n. Sus mejores tradiciones -que se propon¨ªan asociar un arte y un arte de vivir- se enfrentaron a ¨¦l en vano. Las nociones de solidaridad y de intercambio, de cohesi¨®n y de colaboraci¨®n, deben ser sometidas a un examen cr¨ªtico, tanto dentro del Mediterr¨¢neo como fuera de sus fronteras.
"?Existe el Mediterr¨¢neo fuera de nuestra imaginaci¨®n?", se preguntan tanto en el Norte como en el Sur, en el Este como en el Oeste, en levante como en poniente. Y no obstante, est¨¢ ah¨ª: hay indiscutiblemente un "ser en el mundo mediterr¨¢neo", si no un modo de ser ¨²nico, a pesar de las escisiones y de los conflictos que vive o padece esta parte de nuestro mundo com¨²n. Algunos ven, de principio a fin, las orillas del Mediterr¨¢neo; otros no alcanzan a divisar m¨¢s que sus fachadas. Esto denota no s¨®lo dos conceptos o dos planteamientos, sino tambi¨¦n dos sensibilidades y dos vocabularios diferentes. La fractura que de ellos se deriva es a veces m¨¢s profunda que las otras: provoca otras fracturas, ret¨®ricas,- estil¨ªsticas, imaginarias, alternativas que se nutren del mito o de la realidad, de la miseria o de cierto orgullo. Hay que reconocer que este gran anfiteatro lleva demasiado tiempo ofreciendo el mismo repertorio: hasta el punto de que los gestos de sus act¨®res son a menudo conocidos o previsibles. Su genio ha sabido, sin embargo, en todas las ¨¦pocas, reafirmar su creatividad, renovar su capacidad de fabulaci¨®n incomparable. Tenemos que replantearnos en este momento las nociones caducas de periferia y de centro, las viejas relaciones de distancias y proximidades, los significados de los cortes y de los enclaves, -de las simetr¨ªas frente a las asimetr¨ªas. Las formas ret¨®ricas y narrativas, pol¨ªticas e incluso dial¨¦cticas, inventos del esp¨ªrit¨² mediterr¨¢neo, han servido durante mucho tiempo y a menudo parecen gastadas. Una raz¨®n m¨¢s para no dej arse don¨²nar del todo?por ese pesimismo hist¨®rico que indiqu¨¦ al principio, similar tal vez a una angustia heredada de aquellos grandes iTavegantes del pasado que se dirig¨ªan a orillas desconocidas. ?Podremos detener o impedir nuevas divisiones en cada punto de Oriente a Occ¨ªdente? ?Cu¨¢ndo y c¨®mo?
Son preguntas que quedan abiertas. Est¨¢ clara la urgencia de plantearlas y de reflexionar sobre ellas en un momento decisivo de la historia de Europa y de la transformaci¨®n de las relaciones a la escala de nuestro mundo.
es escritor ex yugoslavo y croata, autor del Breviario mediterr¨¢neo.
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