Pololo y los cacharros
En la plaza de las Comendadoras, uno de los rincones m¨¢s recoleto y buc¨®lico de Madrid, est¨¢ instalada durante las fiestas de San Isidro una feria de cacharros. A la sombra del convento y de la sede de los caballeros de la Orden de Santiago, unos pocos tenderetes dan cobijo sosegado a variopintos botijos, jarras, macetas, parag¨¹eros, candelabros, tazas, azucareros, ollas, c¨¢ntaros, porrones, estropajeros, platos, c¨¢rceles de grillos, ensaladeras, tinajas, ceniceros, chocolateras y mil cachivaches m¨¢s.La mayor¨ªa de esos cachirulos son trastos cotidianos humildes y muy primarios. No se puede prescindir de ellos, al igual que sucede con la amistad, los colchones, los fines de semana y las juergas clandestinas. Todos est¨¢n hechos de barro; en caso de duda u olvido pueden ser denominados simplemente cacharros, con toda propiedad. Esta palabra, cacharro, es m¨¢s sofisticada de lo que aparenta. De hecho, sirve tambi¨¦n para designar cualquier cosa que no funciona como debiera, a persona renqueante, a ¨®rgano esquivo: sin ir m¨¢s lejos, el aparato sexual masculino es denominado cacharro por muchas mujeres y numerosos despechados.
Ir a visitar cacharros con Pololo es un delirio teol¨®gico, una risa peripat¨¦tica. El tal Pololo, redomado racional, regenta un caf¨¦ en la plaza de las Comendadoras. Madrile?o endocrino y delicadamente cosmopolita, con m¨¢s de 30 a?os de edad y menos de 40, tiene raptos de lucidez que jam¨¢s hubiera tolerado la Inquisici¨®n. Ante un perplejo alfarero que no daba cr¨¦dito a lo que o¨ªa, esgrimi¨® anteayer este discurso: "Dios cre¨® al hombre del barro, oficio noble y bizarro, pues de todos fue el primero: el hombre, el primer cacharro; Dios, el primer alfarero. Ahora bien, ciudadano, la mujer es porcelana fina, tetera sibilina. Ellas han venido a este mundo para cachifollar la l¨®gica, el celibato y la paciencia, pero no pueden vivir sin cacharros, y viceversa".
El artesano, at¨®nito, musit¨®: "Yo no soy poeta, joven. Soy de Puente del Arzobispo, y si le contara esas cosas a mi mujer pensar¨ªa que Madrid me hab¨ªa trastornado. Me tomar¨ªa por el pito del sereno". Y Pololo: "El pito, ¨¦sa es la cuesti¨®n, como dijo Cicer¨®n. El hombre es un botijo. Y un botijo sin pitorro es un trasto absurdo. Una moto estropeada. Un loro que no habla, seg¨²n Manolo Tena. En cuestiones de pito, el ahorro es desatino, y adem¨¢s una porquer¨ªa. Ustedes los alfareros, con toda aviesa intenci¨®n, hacen huchas en forma de cerdo. Por cierto, vamos a tomar unas copas porque el barro se hace polvo si no est¨¢ bien cocido". Acabaron cantando el himno del Principado frente al cuartel del Conde Duque.
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