Sobre 'el art¨ªculo' de Manuel Vicent

Ten¨ªa 17 a?os. Atravesaba una ¨¦poca en la que trataba de convencerme que las corridas de toros no pod¨ªan gustarme (me dur¨® poco, despu¨¦s me convenc¨ª para siempre de que disfrutaba en los toros, porque me conectan al lenguaje de la vida).Un d¨ªa acompa?¨¦ a mi hermano, que llevaba un cami¨®n de ganado al matadero. Al llegar, el olor del ambiente, adem¨¢s de a esti¨¦rcol, es de sacrificio. Aguantan echando espuma por la nariz en la boca de un t¨²nel estrecho y abarrotado, que les conduce a la descarga el¨¦ctrica, sin poder darse la vuelta como les dicta el instinto. En esa macabra espera sufren unos retorcijones contra el cemento que les hacen sangre en la cabeza y el cuello; y braman, braman de angustia hasta dejarte sorda.

Despu¨¦s viene la primera descarga, y la segunda, cinco o diez minutos de descargas el¨¦ctricas, y a¨²n no se ha muerto. Queda moribundo hasta que otro operario, ayud¨¢ndose de improperios, le da un buen tajo en el cuello para que sangre. Sus extremidades -que a¨²n se mueven- te anuncian los ¨²ltimos latigazos de existencia. En total han transcurrido 20 minutos de muerte y m¨¢s de dos horas desde que entraron en el t¨²nel. Supongo que a¨²n se sigue matando as¨ª en los mataderos. En cualquier caso, no me interesa. Ahora tengo 30 a?os y desde aquel d¨ªa soy vegetariana. Y no soy torera, pero ya me gustar¨ªa.

No vaya usted a un matadero nunca, mejor ir a casa Lucio a pedir un miura medio hecho. Estar¨¢ buen¨ªsimo, pero se enga?a a s¨ª mismo cuando cree que esa carne que come ha muerto serenamente .-