Planes de estudios y humanidades
Al parecer, quieren cargarse las humanidades. Y de un modo m¨¢s general, un tipo de ense?anza abierta, dise?ada en base a criterios que vayan m¨¢s all¨¢ de la supuesta utilidad pr¨¢ctica para una supuesta actividad profesional. Pero, ?qui¨¦n se las quiere cargar?De creer lo que se publica con frecuencia en los medios de comunicaci¨®n, los autores de la fechor¨ªa ser¨ªan las autoridades, pol¨ªticas y acad¨¦micas principalmente, que, ignorantes o mal¨¦volas, querr¨ªan acabar con la afici¨®n por la cultura y con la capacidad razonadora de nuestros j¨®venes.
La verdad es que mi experiencia de muchos a?os de rector no es exactamente ¨¦sa, aunque es indudable que abundan, yo soy testigo, gentes obtusas en puestos de mucho mando. Cada mes de octubre, por ejemplo, la opini¨®n p¨²blica se moviliza para exigir un aumento del n¨²mero de plazas, es decir, profesores, locales y medios materiales, en las carreras que son juzgadas m¨¢s. ¨²tiles por las familias, y si es necesario, a costa de otras disciplinas que no gozan, en estos momentos, del favor del p¨²blico. La sensaci¨®n dominante no es entonces la preocupaci¨®n por el futuro de las humanidades, sino, m¨¢s bien, que la oferta docente es poco menos que un capricho de la comunidad acad¨¦mica y sus autoridades, aisladas como est¨¢n del mundo real.
En lo que a los planes de estudios se refiere, lo que se observa es una presi¨®n creciente, a mi juicio err¨®nea, en favor de la especializaci¨®n a ultranza. Y digo err¨®nea porque, independientemente de mis inclinaciones personales, la experiencia reciente demuestra que no es posible prever los conocimientos que van a ser necesarios a lo largo de toda una vida profesional. En el mundo de hoy, los saberes ¨²tiles cambian con mucha rapidez, por lo que los ¨²nicos valores seguros son la capacidad de razonar, la de aprender cosas nuevas, el h¨¢bito de estudio y conocimientos b¨¢sicos tan amplios como sea posible. La ense?anza adecuada al mundo de hoy es, pues, la que se inspira en esos valores, adem¨¢s de los conocimientos espec¨ªficos imprescindibles en cada disciplina.
Lo contrario, justamente, de la cantinela del ?y esto para qu¨¦ sirve? en boca de tantos estudiantes, padres y madres de estudiantes, periodistas y hasta profesores. Lo que se demanda no es el valor educativo de un saber, sino su hipot¨¦tica utilidad en el sentido m¨¢s reductor y miope, contraproducente tal y como he comentado antes, que lleva al empobrecimiento intelectual y a la renuncia a equipar debidamente los cerebros de los j¨®venes. La educaci¨®n no es tan simple como a veces se cree; hay disciplinas import¨¢ntes por sus contenidos y otras por su capacidad de educar en el rigor intelectual o en el pensamiento abstracto, por ejemplo. As¨ª, muchos universitarios, en sinton¨ªa con una gran parte de la opini¨®n p¨²blica, y jaleados por voces que se extra?an de que en este tercermundista pa¨ªs nuestro no existan titulaciones extravagantes, de ¨¢mbito realmente microsc¨®pico, presiona en favor de planes hiperespecializados, de una concentraci¨®n total en la disciplina escogida. Incluyendo las titulaciones human¨ªsticas, tanto o m¨¢s que otras, en su af¨¢n implacable por excluir materias ajenas, incluidas las m¨¢s pr¨®ximas de car¨¢cter tambi¨¦n human¨ªstico. Y todo ello, as¨®mbrense, en contradicci¨®n con los criterios de lo que podr¨ªamos llamar autoridades, el Consejo de Universidades por ejemplo, que propugnan una mayor apertura, sin demasiado ¨¦xito ante la contestaci¨®n de la base.
Al parecer, el pueblo llano, siempre sensato, sensible y previsor, quiere salvar un tipo de ense?anza menos obtusa y m¨¢s inteligente, mientras que las autoridades, desoyendo sus sabios consejos, se empe?an en carg¨¢rsela. Pues bien, no es ¨¦sa mi experiencia.
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