Bugno l¨ªa la madeja
El ataque del ex campe¨®n mundial le da la etapa y espesa la general
"Una para ti, otra para ti". Gianni Bugno ha cambiado. El anta?o hura?o campe¨®n mundial de los ojos claros est¨¢ relajado. Se siente sin presi¨®n. En el podio, un lugar que en el Giro llevaba tiempo sin visitar -desde 1992 no ganaba en Italia ni una etapa-, lo expres¨® de la mejor manera: regalando una rosa roja a cada una de las dos azafatas que le agasajaron por su victoria. Algo ha cambiado. "Ahora tengo la. cabeza puesta s¨®lo en la bicicleta, y no a p¨¢jaros, como antes explic¨® el elegante italiano por la ma?ana. "Estreno unas ruedas de cuatro radios -en la bicicleta y espero hacerlo bien". Bien lo hizo y li¨® la madeja del Giro. Su actuaci¨®n el¨¦ctrica en los tres ¨²ltimos kil¨®metros espesa m¨¢s la mermelada de una general en la que todos los primeros quieren ser protagonistas. Un nuevo combatiente ha entrado en el duelo. Hoy la subida a Campitello Matese har¨¢ de rayo purificador: los verdaderos papeles ser¨¢n asignados entre tanto pretendiente.
Indur¨¢in, afectado
Miguel Indur¨¢in es uno de los afectados por la tormenta. Su forma ayer fue mod¨¦lica. Estaba preparado para lo peor, para el caos y el desorden, y se encontr¨® una etapa limpia y clara, f¨¢cil de interpretar. Porque Bugno puso a prueba las palabras y las teor¨ªas. "Que no se piense el Banesto que les voy a hacer la carrera", avisaba Argentin, el l¨ªder. "Porque me ?mporta un comino la maglia rosa y s¨®lo pienso en atacar, en inventar nuevas formas de cansar a Indur¨¢in". Y desde el Banesto le respond¨ªan: "Pero para atacar, primero hay que defender; y si le atacan, ?qu¨¦ har¨¢ Argentin?". El l¨ªder, el sabio Argentin, reaccion¨® como se debe y regal¨® a millones una etapa hermos¨ªsima. Historia de borrar unos cuantos errores.
"No mires para atr¨¢s", le urg¨ªa el comentarista a Bugno en su cabalgada final. Quedaban menos de tres kil¨®metros. El terreno era en suave cuesta y Bugno decidi¨® meter todo el desarrollo posible e irse solo. ?gil y elegante se march¨®. "?Qu¨¦ de errores ha cometido mi equipo!", lloraba Argentin. "Primero, yo, cuando mand¨¦ a todos trabajar para anular la fuga de Chiappucci. Y luego, ellos, que al final no estaban donde ten¨ªan que estar".
Cuando se fue Bugno, despu¨¦s de unos cuantos kil¨®metros corridos a un ritmo imposible, llenos de ataques y contraataques, Argentin se vio de rosa y solo. Valientemente se puso al frente, intentando revivir el tiempo perdido. Sus compa?eros de partida, Furlan, Berzin, Ugrumov, no se sabe d¨®nde estaban. S¨®lo tir¨® del carro Argentin. Despu¨¦s apareci¨® Berzin -casi todo el resto de la etapa siempre a la vista entre los primeros- que le relev¨® como el rayo, casi como si atacara. Y a la rueda del fogoso y despistado ruso, el imponente y tranquilo Indur¨¢in. "Claro que me cansan", dec¨ªa luego el navarro. "Pero tambi¨¦n se cansan ellos". Y el l¨ªder del Banesto -"el m¨¢s fuerte de todos", seg¨²n un Bugno que s¨®lo aspira al papel de pretendiente, que "ya es mucho"-, con facilidad le adelant¨® y se puso a sprintar. "Quise probarme, pero termin¨¦ quinto", explic¨®.
Argentin, por poco, salv¨® su maglia; Bugno logr¨® su objetivo y tuvo tambi¨¦n tiempo para hacer buenas obras: por la ma?ana, hablando con un sordomudociego; por la tarde, dando su gorra a un inv¨¢lido en una silla de ruedas; Indur¨¢in est¨¢ ah¨ª despu¨¦s. de dos d¨ªas peligrosos; la clasificaci¨®n general sigue siendo una fila india de generales con mando en plaza.
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