El cambio de tendencia en Am¨¦rica Latina
Uno de los acontecimientos m¨¢s trascendentes e inesperados en la evoluci¨®n reciente de las econom¨ªas de Am¨¦rica Latina ha sido el cambio de tendencia en materia de flujos de capital. Durante los a?os ochenta -la llamada d¨¦cada perdida-, debido al agobiante peso de la deuda externa, al alza en las tasas reales de inter¨¦s en el mundo y a la reticencia. de la banca de volver a prestarles a pa¨ªses sobreendeudados o quebrados, el continente se volvi¨® un exportador neto de capitales. Tr¨¢gica involuci¨®n para una regi¨®n en desarrollo, que requiri¨® desde el siglo pasado, y sin duda por mucho tiempo m¨¢s, una fuerte dosis de financiamiento externo para suplir un ahorro local raqu¨ªtico. El estallido de la crisis financiera mexicana en agosto de 1982 puso fin a una larga ¨¦poca de disponibilidad -aunque no de abundanciade recursos externos para Am¨¦rica Latina. Por casi 10 a?os, la regi¨®n quedar¨ªa desprovista de cualquier apoyo for¨¢neo a su esfuerzo de desarrollo.A partir de 1991, esa tendencia se invirti¨®: de enviar capitales al resto del mundo por un concepto u otro, Am¨¦rica Latina pas¨® de nuevo a ser un importador neto de financiamiento, b¨¢sicamente a trav¨¦s de caudalosos flujos de inversi¨®n extranjera, principalmente de cartera o especulativa, pero en parte tambi¨¦n directa. Pa¨ªses como M¨¦xico, Venezuela, Argentina, Brasil, Chile y Per¨² se vieron sumergidos por una aut¨¦ntica marea de recursos dirigidos a sus respectivas bolsas de valores, o a la compra no burs¨¢til de empresas privatizadas. L¨ªneas a¨¦reas, minas, empresas telef¨®nicas, sider¨²rgicas, de energ¨ªa el¨¦ctrica: buena parte del sector estatal construido. a lo largo de varios decenios en casi todas las econom¨ªas de Am¨¦rica Latina se puso a remate. De all¨ª los indigentes Estados latinoamericanos obtuvieron considerables ingresos, ya fuera para supuestamente combatir la pobreza en algunos casos, para pagar sus deudas en otros m¨¢s o, por ¨²ltimo, simplemente para enriquecerse y despilfarrar esas ganancias en alg¨²n rubro imaginario del presupuesto.
Mucho se ha discutido sobre los motivos reales de esta transformaci¨®n de perspectivas. Al principio la mayor¨ªa de los analistas y observadores hicieron hincapi¨¦ en la relaci¨®n entre flujos de capital y estabilidad macroecon¨®mica: el dinero flu¨ªa a aquellos pa¨ªses cuyas econom¨ªas hab¨ªan puesto en pr¨¢ctica las reformas necesarias y logrado los equilibrios indispensables. Liberalizaci¨®n comercial, desregulaci¨®n y privatizaciones en lo tocante a reformas; control de la inflaci¨®n, reducci¨®n de impuestos y, sobre todo, del gasto para eliminar d¨¦ficit fiscales. Estos eran, se supon¨ªa, los requisitos para atraer c¨¢pitales.
En un segundo momento, los estudiosos m¨¢s perspicaces comprendieron que adem¨¢s de dichos est¨ªmulos hab¨ªa otros: en particular los elevad¨ªsimos rendimientos en d¨®lares que se pod¨ªan obtener en los llamados, mercados emergentes, en una coyuntura en la cual las tasas de inter¨¦s en Estados Unidos y en Europa se hallaban en sus niveles m¨¢s bajos en varias d¨¦cadas. Una cierta estabilidad cambiar¨ªa, aunada a fuertes ganancias en moneda local, hac¨ªa de las bolsas de valores de M¨¦xico, Buenos Aires, Caracas o S¨¢o Paulo sitios de atracci¨®n para capitales cada vez m¨¢s m¨®viles y menos satisfechos con los magros rendimientos disponibles en sus pa¨ªses de origen.
De all¨ª surgi¨® una primera contradicci¨®n: resultaba que flu¨ªan capitales en montos iguales a pa¨ªses como Brasil, que no hab¨ªa llevado a cabo el ajuste estructural recomendado, y a la Argentina en v¨ªas de convertirse en la ni?a de los ojos de las finanzas internacionales. Llegaba dinero a Venezuela, que presentaba serios riesgos de inestabilidad pol¨ªtica y social desde el llamado caracazo, que se produjo en febrero 1989, y en menor medida quiz¨¢ a Chile, verdadero paradigma de estabilidad pol¨ªtica y macroecon¨®mica.
Las consecuencias de esta heterogeneidad de interpretaciones y causas empezaron a vislumbrarse a comienzos de este a?o. La coyuntura de hoy se parece mucho al panorama de 1982, cuando una serie de razones diversas convergieron para interrumpir, a trav¨¦s de la crisis mexicana, lo que hab¨ªa sido un caudal de capitales hacia Am¨¦rica Latina -v¨ªa cr¨¦ditos en lugar de inversi¨®n especulativa- igual o m¨¢s nutrido que el de estos ¨²ltimos anos.
Tres factores contribuyeron a poner fin, por ahora en todo caso, a la bonanza latinoamericana: la subida de las tasas de inter¨¦s, en Estados Unidos, la crisis mexicana y la tendencia a bajar intereses en valores de renta fija en Am¨¦rica Latina, para estimular econom¨ªas aletargadas. De los tres, el alza en las tasas americanas fue el factor decisivo, de la misma manera que el anuncio de una nueva Pol¨ªtica monetaria por Paul Volcker, el entonces presidente de la Reserva Federal, en mayo de 1980, indujo el aumento vertiginoso de las tasas de inter¨¦s reales que condujo a la crisis de la deuda. A partir de febrero de este a?o, dicha convergencia de factores desat¨® una tendencia contraria a la que hab¨ªa prevalecido desde 1990. Comenzaron a perder valor las bolsas de valores, cayeron los bonos latinoamericanos y, en general, la fascinaci¨®n con los llamados mercados emergentes empez¨® a desvanecerse. Y de la misma manera en que en 1982 la debacle mexicana repercuti¨® negativa y en ocasiones injustamente en la situaci¨®n de otros pa¨ªses, la sangr¨ªa de divisas iniciada en M¨¦xico a principios de febrero, en parte por razones estrictamente mexicanas, pronto se extendi¨® a otras naciones. La nueva crisis mexicana fue de nuevo el detonante del cambio de tendencia en Am¨¦rica Latina. No es de extra?arse: la Bolsa mexicana de valores representa la mitad de la capitalizaci¨®n de todas las bolsas latinoamericanas. Y las turbulencias por las que atraviesa la econom¨ªa de M¨¦xico y su arcaico sistema pol¨ªtico son m¨¢s fuertes y preocupantes que las de otros pa¨ªses de la regi¨®n en este momento.
Entre su punto m¨¢s alto de este a?o y su nivel a principios de mayo, en d¨®lares, la Bolsa mexicana hab¨ªa ca¨ªdo 24%, la de Buenos Aires igual, la brasile?a 40% y la de Venezuela m¨¢s de 30%. Si se mide el desplome mediante el descenso a lo largo del ¨²ltimo a?o, la variaci¨®n es menor, pero tambi¨¦n considerable: 17% para M¨¦xico, 5% en Argentina, sorprendentemente nula para Brasil, y casi 201/6 para Venezuela. Si se analiza el ¨ªndice Emerging Markets Bond Index (EMBI) de JP Morgan, que mide la evoluci¨®n del valor de las obligaciones latinoamericanas, la ca¨ªda es m¨¢s estrepitosa. El ¨ªndice pasa de 100 en v¨ªsperas de alzamiento de Chiapas y de la quiebra del Banco Latino de Caracas y Miami, a casi 75 a principios de abril, para estabilizarse -por ahora- por debajo de 85 puntos. Se trata entonces de una p¨¦rdida de casi 20% en cuatro meses: un p¨¦si-
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