Joseph Beuys
A pesar de mi escaso conocimiento -en el sentido profundo- de la obra de Joseph Beuys, me siento, como artista, ¨¦ticamente implicada en la incomprensi¨®n que en general ha despertado su obra en Espa?a. He vivido muchos a?os de mi vida en Alemania, y ello implica, en muchos sentidos, haber vivido y experimentado la obra de este artista, de la misma manera que vivir en Nueva York, donde tambi¨¦n lo hice por varios a?os, implica vivir y experimentar el minimal.Discutir a Beuys, hoy d¨ªa, entablar una pol¨¦mica sobre la validez de su trabajo, es tan absurdo como discutir a Vel¨¢zquez, o a Mantegna, pongamos por caso. Por esto, no trato de hacer una defensa de su obra, es obvio que no lo necesita. Lo ¨²nico que trato en estas cortas l¨ªneas es rendirle el merecido homenaje que una sociedad viciada, tradicional, conservadora y convencional le ha negado por incomprensi¨®n.
La obra de Beuys es revoluci¨®n, no revolucionaria. La obra de Beuys no es lo que se manifiesta a la mirada, sino las mil asociaciones naturales, religiosas, m¨ªticas, cultas, que nos proporciona. La disposici¨®n de sus cosas (nunca objetos) vive en la clave enigm¨¢tica de sus vivencias personales, nunca olvidadas, sino memorizadas y sublimadas a la categor¨ªa suprema de arte. La obra de Beuys es ¨¦tica y, por ello mismo, indiscutiblemente est¨¦tica. Su lenguaje es el lenguaje de lo natural cercano, lo vivencial primario, lo protector, lo materno.
Ese silencio, ese calor, esa envoltura viva, es, sin duda alguna, el m¨¢s cercano conocimiento que podemos adquirir de lo espiritual, de lo l¨²dico. No s¨¦ qu¨¦ en tiende la gente por arte. No s¨¦ lo que quiere. El arte no son objetos, nunca lo fueron, sino con cepciones, disposiciones de la realidad, entendiendo ¨¦sta ampliamente, no s¨®lo como lo dado a los sentidos directamente, sino como aquella cosa en la que par ticipamos recreando, no miran do, sino viendo, y esto es, esencialmente, el descubrimiento de nosotros mismos.
La b¨²squeda de la verdad puede seguirse por diferentes caminos; Beuys lo hizo a trav¨¦s de sus experiencias sensoriales, que, repito, sublim¨® hasta hacerlas universales y eternas. Me averg¨¹enza la falta de profundidad del. p¨²blico espa?ol, que ha desatendido la llamada de Beuys a lo supremo, a lo trascendental, y se ha regocijado en la barbarie de lo populachero y de lo f¨¢cil, tan brutal como la obra de Botero. No admito comparaciones. Uno es arte, el otro comercio.-
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