Mazzantini, el se?orito loco
Debido a la ajetreada vida urbana, es muy posible que muchos madrile?os no hayan reparado en que el pasado domingo fue el 110? aniversario de la confirmaci¨®n de alternativa de Luis Mazzantini, uno de los m¨¢s curiosos matadores de toda la historia.?Hemos dicho curioso? Luis Mazzantini Egu¨ªa naci¨® en Elg¨®ibar (Guip¨²zcoa) en 1856, de madre vasca y padre italiano, un ingeniero que constru¨ªa ferrocarriles en Espa?a. Estudi¨® en colegios de pago, vivi¨® unos a?os en Italia -hablaba espa?ol, italiano y franc¨¦s- y de adolescente volvi¨® a Espa?a durante el reinado de Amadeo de Saboya para trabajar en los establos del Palacio Real; despu¨¦s lleg¨® a ser jefe de estaci¨®n en Santa Olalla, en la provincia de Toledo. Pero esta vida oscura no le llenaba: el joven quer¨ªa ser rico y famoso. As¨ª que intent¨® ser cantante y, al darse cuenta de que no ten¨ªa talento, decidi¨® ser matador de toros. Esto era ins¨®lito -entonces, para llegar a ser matador hab¨ªa que ser primero banderillero- y los toreros le bautizaron el se?orito loco.
Pero Mazzantini persisti¨®, y tras participar en mojigangas y novilladas tom¨® la alternativa. Aquel 29 de mayo de 1884 estaba en Madrid para confirmarla de manos de Lagartijo. El se?orito no defraud¨®: tore¨® con valor y tumb¨® sus toros de colosales estocadas, una suerte verdaderamente suprema en aquel entonces. Ser¨ªa su tarjeta de visita: con capa, banderillas y muleta, Mazzantini era s¨®lo eficaz, pero con la espada se transform¨®. Aprovechando su altura y fortaleza, entraba por derecho para liquidar a sus enemigos con estocadas fulminantes. Ahora es considerado como uno de los mejores estoqueadores de todos los tiempos.
M¨¢s tarde Mazzantini -los dem¨¢s coletudos ya le llamaban don Luis- tuvo el coraje de enfrentarse no s¨®lo con Guerrita, el amo de la fiesta, sino con la mayor¨ªa de los ganaderos. En aquel entonces eran los criadores quienes determinaban el orden de lidia de sus reses, y muchos espadas se sintieron perjudicados, especialmente cuando alternaban con Guerrita, que siempre se vio favorecido. Gracias a Mazzantini, se impondr¨ªa el sorteo de las reses. Tambi¨¦n consigui¨® importantes incrementos en los honorarios de los matadores, cosa que le agradecieron vivamente Frascuelo y Lagartijo, con quienes altern¨® durante los ¨²ltimos a?os de sus carreras.
Fuera de las plazas, don Luis era m¨¢s singular todav¨ªa. Fue protagonista de muchas canciones populares. Se negaba a vestir el t¨ªpico traje corto de los coletudos, y muchas veces se enfund¨® el frac o esmoquin; asist¨ªa a tertulias literarias o a la ¨®pera, segu¨ªa las ¨²ltimas tendencias pict¨®ricas a trav¨¦s de sus amigos artistas, y charlaba con la mayor naturalidad con miembros de la familia real. Todav¨ªa en activo, Mazzantini form¨® parte de la empresa de la plaza de Madrid, lo cual le vali¨® la censura de muchos cr¨ªticos y aficionados. Tambi¨¦n compr¨® la consabida ganader¨ªa pero, como les pasa a la mayor¨ªa de los toreros, sus reses no dieron gran juego. A pesar de estar casado, don Luis parece haber tenido varios idilios, uno de ellos con la actriz Sarah Bernhardt, a quien regal¨® una sortija que cost¨® la mitad de sus honorarios por una corrida.
Una vez retirado, Mazzantini se dedic¨® a la pol¨ªtica: fue sucesivamente concejal en el Ayuntamiento de Madrid, teniente de alcalde, miembro de la Diputaci¨®n Provincial y gobernador civil de Guadalajara y ?vila, cargos en los que demostr¨® un marcado monarquismo. Ya viudo -cu¨¢ndo muri¨® su mujer, don Luis se cort¨® la coleta y la at¨® a la mu?eca del cad¨¢ver-, muri¨® en Madrid en precarias circunstancias econ¨®micas, al parecer de una complicaci¨®n cardiaca.
Naturalmente hay muchas an¨¦cdotas en torno a don Luis, casi todas ellas contadas por Juan Miguel S¨¢nchez y Manuel Dur¨¢n Bl¨¢zquez en su excelente libro de reciente aparici¨®n, Luis Mazzantini, el se?orito loco (librer¨ªa Gaztambide). Una tarde, un picador suyo, ?ngel Montalvo, entr¨® en la habitaci¨®n de Mazzantini, donde el maestro descansaba vestido con uno de los batines de seda que usaba para recibir a las visitas de confianza.
-?Tan temprano y abusando del aguardiente? -pregunt¨® el maestro.
-Que no es pa'tanto, don Luis.
-?No he visto cosa igual!
-Oiga ost¨¦, don Luis: ost¨¦ no habr¨¢ visto nunca esto m¨ªo, pero tampoco hab¨ªa visto yo enjam¨¢ a un matador de toros envuerto en la funda de un piano.
En otra ocasi¨®n, durante un debate municipal, Mazzantini desafi¨® a un rival pol¨ªtico a un duelo. ?ste se neg¨®.
-?Por qu¨¦? -le espet¨® nuestro hombre, acalorado.
-Porque si yo le mato, dir¨¢n que don Luis ha recibido su ¨²ltima cornada, y si usted me mata a m¨ª, dir¨¢n que don Luis ha dado su ¨²ltima estocada. En ambos casos, yo llevo los cuernos, y no estoy dispuesto.
La contestaci¨®n provoc¨® hilaridad en la c¨¢mara. Mazzantini, sabiendo que hab¨ªa pinchado en hueso, se levant¨® y abraz¨® a su enemigo, entre la aprobaci¨®n general.
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