Valderrama el grande
Miura / Campuzano, Fundi, Valderrama
Toros de Eduardo Miura, con gran trap¨ªo y romaria, mansos, broncos, peligrosos.Manejables 2? (inv¨¢lido) y 4?.
Jos¨¦ Antonio Campuzano: estocada (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo y media (silencio). Fundi: estocada tendida (silencio); dos pinchazos bajos perdiendo la muleta, tres m¨¢s y espadazo escandalosamente bajo (bronca). Domingo Valderrama, que confirm¨® la alternativa: bajonazo (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo hondo y bajonazo (ovaci¨®n y salida al tercio); curado en la enfermer¨ªa de contusi¨®n corneal, pron¨®stico reservado.
Asistieron a la corrida el Rey, la Condesa de Barcelona y la Infanta Do?a Elena.
Plaza de Las Ventas, 9 de junio. 27? corrida de feria. Lleno.
Se hizo presente Domingo Valderrama y fue la sensaci¨®n. Al Miura m¨¢s miura de la tarde, que abr¨ªa plaza, le junt¨® las zapatillas en los medios para lancearlo a la ver¨®nica, ci?¨® la media, empalm¨® una revolera en la que el torazo le parti¨® el capote en dos, y perseguido e indefenso con aquel trapillo en la mano que flameaba el ventarr¨®n, el miura le alcanz¨® y le peg¨® un volteret¨®n terrible.
Presagios de tragedia se cern¨ªan sobre el coso mientras zamarreaban por el redondel el miura gigant¨®n y avisado, el torero chiquit¨ªn de coraz¨®n inmenso, las cuadrillas desordenadas y estremecidas, el picador sa?udo que embrutec¨ªa la suerte acorralando al toro contra las tablas. Los card¨ªacos ten¨ªan mal porvenir y a los sanos se les pon¨ªa mal cuerpo cuando, tras brindar al Rey, Domingo Valderrama avanz¨® a los medios, desde all¨ª cit¨® al toro que manseaba a un kil¨®metro de distancia, recibi¨® imp¨¢vido la galopada, y tan pronto meti¨® su cabezota la fiera en la muletilla torera, ya estaba el peque?o diestro d¨¢ndole derechazos, como si aquel bronco animal de imponente estampa fuera una perita en dulce.
Claro que no era una perita en dulce; amarga si acaso, pura hiel, espantable criatura venida del Averno. Adem¨¢s bat¨ªa el viento, desbaratando la muleta y su tersura, y Domingo Valderrama hab¨ªa de luchar contra todo: viento, toro, infortunio.Nada le arredr¨®, sin embargo, y continu¨® ensayando el toreo, ahora por naturales, ahora por ayudados y cuanto fuera menester.
Si hubiese quedado un remoto prurito de equidad en el p¨²blico para compensar agravios comparativos, Domingo Valderrama habr¨ªa dado la vuelta al ruedo en ese toro -y en el otro - bajo un clamor. Los derechazos, los naturales, los ayudados, no los sac¨® limpios y arremataos, se o¨ªa comentar en el tendido. S¨®lo faltar¨ªa eso, con semejante miuraza. Pero recordaban los aficionados buenos aquel los toros febles que les salieron. a las figuras y pues no les obedecieron una vez al pico del derechazo, se excusaban: es que se me ven¨ªa al pecho, es que me miraba, es que me hac¨ªa muecas, es que se met¨ªa el dedo en la nariz. Y todo el mundo asintiendo... Hasta que lleg¨® la miurada, y entonces aquellos toruchos desobedientes parecieron hermanitas de la Caridad, mientras los dengues de las figuras daban risa.
Jos¨¦ Antonio Campuzano tuvo los dos ¨²nicos toros manejables y se le fueron sin torear; el segundo de la tarde deslucido, por inv¨¢lido, y del cuarto quiz¨¢ no se fi¨® dada la catadura de lo que estaba saliendo. A ambos les peg¨® pases, mas sin hondura ni ajuste, sin armon¨ªa ni -reuni¨®n. En cambio, como lidiador, estuvo eficaz, seguro y en su sitio.El Fundi bullidor, banderillero f¨¢cil y normalmente a toro pasado, cuando se encontr¨® con sus toros en los tercios finales fue como si se tropezara con un muro. Bronco el tercero, al que abrevi¨® la faena, el quinto result¨® ser un aut¨¦ntico pregonao. Lidiado sin orden ni concierto, convertida la suerte de varas en un navajeo, resabiado por las pasadas en falso de los banderilleros, a?adi¨® el miura rebeco a su innata sabidur¨ªa las tauromaquias de Pepe-Hillo, de Montes y de El Bombero Torero que le ense?aron las cuadrillas, y lleg¨® a la muleta con instintos criminales. Fundi hubo de librar las tarascadas como pod¨ªa y matarlo de mala manera.
Posiblemente al toro le falt¨® un puyazo en regla. Porque esa es otra. Pese a las tropel¨ªas de la acorazada de picar, casi todos los miuras llegaron a la muerte defendi¨¦ndose violentamente. En lugar de ahormarlos picando delantero, los del castore?o los acorralaban para destrozarlos el espinazo, convirtiendo la llamada suerte en una desgracia nacional. Cualquiera de ellos ser¨ªa merecedor del premio que ha creado un grupo de doctores, catedr¨¢ticos y literatos: el Trofeo Conde Dr¨¢cula al Picador M¨¢s Sanguinario.
Descuartizado por el varilarguero el sexto, qued¨® prob¨®n y desarrollando sentido, mas ten¨ªa delante al gran Valderrama, que ya lo hab¨ªa fijado de salida con unos capotazos maestros, y en tiempo de muleta lo desafi¨® de frente, le sac¨® los medios pases posibles por ambos pitones puso en juego su diminuta persona, y finalmente consum¨® la proeza de estoquear aquella especie de bagel pirata de la mar oc¨¦ana metamorfoseado en toro y miura, cuyas astas le bamboleaban amenazantes por encima de la cabeza. Menudo coraz¨®n torero tiene ese valeroso chaval¨ªn, que sent¨® sus reales en el hist¨®rico ruedo de Las Ventas.
Babelia
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