La gloria del empe?o
?Y qu¨¦ vamos a hacer hasta el advenimiento del Mundial? Porque acaba la Liga y las tardes de domingo adquieren de pronto la misma desolaci¨®n existencial que tuvieron en la adolescencia, cuando a¨²n no hab¨ªamos descubierto los carruseles de la radio, con su vocer¨ªo de conexiones urgentes entre anuncios de brandies y cacaos, y uno se dedicaba a andar a la deriva por el barrio, a merodear por los billares y los cines mientras se forjaba un porvenir aventurero o a escribir poemas desesperados de amor en esa hora funesta en que hab¨ªan concluido los partidos y la tarde empezaba a saturarse de una melancol¨ªa fastidiosa que pertenec¨ªa ya m¨¢s al lunes que al domingo. Como casi todos los que frecuentamos aquellos colegios de curas con patios de tierra entre paredones cuartelarios, uno sali¨® de all¨ª en plena crisis religiosa y sin apenas otro bagaje cultural que una aceptable t¨¦cnica en la pierna derecha, la pasi¨®n m¨ªstica por el regate y ese cierto instinto para profundizar por los espacios libres que tan ¨²til puede resultar a veces en la vida. Desde entonces ha pasado mucho tiempo, pero del mismo modo que C¨¦sar Vallejo dice que por m¨¢s que se sucedan los a?os nunca alcanzar¨¢ la edad de su madre, tampoco nosotros llegaremos nunca a tener la edad de Butrague?o, y a¨²n menos la de Cruyff, porque a los jugadores y entrenadores los veremos siempre con los ojos de la adolescencia, y siempre nos seguir¨¢n pareciendo tan viejos como entonces. M¨¢s que apasionados, los futboleros pac¨ªficos solemos ser meramente pueriles.Pero hay, adem¨¢s, algunos entrenadores, y equipos, que no s¨®lo son viejos, sino que tienen esa edad adicional e irremisible de quienes fingen venir de vuelta de todos los sue?os juveniles, y se jactan de ello, y han disfrazado su ramploner¨ªa de sensatez. Gentes con madurez rotunda de capataces de almac¨¦n, que ense?an un poco el colmillo risue?o, experto y valent¨®n, apenas le mientan algo sobre la fantas¨ªa o la galanura. Los que hemos sufrido durante casi dos a?os a ese ol¨ªmpico portavoz de la. nada que es Benito Floro, que s¨®lo horas antes de ser cesado, en un rapto dionisiaco, estrell¨® contra el suelo el caramillo de su circunspecci¨®n para legar al fin algo sustancioso a la posteridad: "Con la punta de la polla nos los follamos" (y otra cosa hubiera sido si en vez de reservarse ese pasaje para la despedida lo hubiera largado nada m¨¢s llegar al Madrid, en vez de aquello de "me llamo Benito Floro y soy profesor de educaci¨®n general b¨¢sica") nos cre¨ªamos ya curtidos contra el arte del balbuceo y de la obviedad. Pero no hab¨ªamos contado, ay, con Clemente, ese perro viejo, gracioso siempre a costa ajena, que cada vez que intenta una iron¨ªa le sale una bravuconada, y en cuyos ojos brilla la pasi¨®n concupiscente por el marcaje al hombre, el chupinazo al ¨¢rea, la cicater¨ªa, la brega y el garbanzo, como en los mejores tiempos del franquismo. Quiz¨¢ lo mejor y lo peor, si es que no lo ¨²nico, que puede hacer un entrenador es contagiarle al equipo su esp¨ªritu y su edad. Fuera de eso, para lo cual sin duda hace falta talento, tienen un algo de impostores, y no creo que yo, o usted, o cualquiera, hubi¨¦ramos hecho en el Madrid un papel menos airoso que el de Floro. Tambi¨¦n hubi¨¦ramos podido liderar y malograr cualquiera de los proyectos de Jes¨²s Gil, y, como seleccionadores, qui¨¦n sabe, a lo mejor pasar¨ªamos a la historia tan inadvertidos como el que m¨¢s.
Pero muchos sabemos, porque nos lo han ense?ado no tanto la vida como los libros que nos invitan a mejorar la vida, que vale m¨¢s, y es m¨¢s hermoso, la gloria de un fracaso quim¨¦rico que el triunfo utilitario y ruin de los pragm¨¢ticos. ?Ah,si Espa?a lograra fracasar con la inspirada generosidad con que lo ha hecho Brasil en los ¨²ltimos Mundiales! ?Y si los mal llamados pragm¨¢ticos pudieran entender que ¨¦se es precisamente el mejor y m¨¢s pr¨¢ctico camino hacia el ¨¦xito en el marcador (y no en el coraz¨®n) que tanto persiguen! Pero el f¨²tbol, que acaso debiera desquitarnos un poco del af¨¢n de rapi?a que todo lo gobierna, se ha convertido en el reflejo exacto de esa cultura que nunca m¨¢s que aqu¨ª merece ser llamada del pelotazo. Cosas de profesionales. "Yo, ante todo, soy un profesional", se oye decir a la gente del f¨²tbol, haciendo virtud de la evidencia. Ojal¨¢ dijeran alg¨²n d¨ªa: "Adem¨¢s de profesional, yo soy un seductor".As¨ª que esperemos que el Mundial no se convierta en una tediosa e interminable tarde de domingo. Y ojal¨¢ que los jugadores, los nuestros y todos, cuando salten al campo se acuerden de aquella escena en que Don Quijote y Sancho est¨¢n montados en el caballo Clavile?o, con los ojos vendados, y dispuestos a emprender una grande y fingida aventura. "?No se estar¨¢n burlando de nosotros?", pregunta Sancho. Y Don Quijote dice: "?Y qu¨¦! All¨¢ los burladores con sus burlas, que a nosotros no podr¨¢n arrebatarnos la gloria del empe?o".
Pues eso: que el adversario no se deje ganar, que el ¨¢rbitro no nos quiera, que el Clemente de turno no admita m¨¢s burlas que las suyas. ?All¨¢ ellos! A nosotros, que nos quiten lo bailao: el alto intento de la seducci¨®n.Luis Landero es escritor.
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