El gusto del futuro
Casi todo me pareci¨® irreal en la noche del domingo. Con una sonrisa-rictus pegada al rostro, Felipe Gonz¨¢lez insist¨ªa en que aqu¨ª no hab¨ªa pasado nada, y que adem¨¢s ¨¦l se encargaba de que nada pasase. Lo ocurrido se deb¨ªa a que los espa?oles no se dieron cuenta de que la econom¨ªa hab¨ªa entrado ya en fase de recuperaci¨®n y votaron como si siguiera la crisis. Tambi¨¦n contaba el accidente inexplicable de la corrupci¨®n. Pero hab¨ªa tiempo para invertir la tendencia y, como si los votantes fuesen conejos reproductores de una granja, cab¨ªa hacer del 35% conseguido la base para futuras victorias. Por lo dem¨¢s, Gonz¨¢lez felicitaba al Partido Popular. La gente del PSOE se ha hecho obediente: todos felicitan al PP. Los dem¨¢s se felicitaban a s¨ª mismos. Julio Anguita recreaba una escena de hogar y exhib¨ªa sobre sus rodillas una ni?a peque?a medio dormida, muy antigua, con unos grandes lazos sobre la cabecita. La satisfacci¨®n de Anguita no le permit¨ªa adelantar el menor juicio sobre las perspectivas abiertas por el relativo ¨¦xito. Programa, programa y programa. Tampoco se atrev¨ªa a decir nada el vencedor de la noche, discreto y bien educado. Al asomarse a la calle de G¨¦nova, Aznar parec¨ªa temer la euforia de sus seguidores y evocaba ante ellos la triple fidelidad, a la Corona, a la democracia y a Espa?a. Entre tanto, en el bosque de ense?as del partido, las banderas rojigualdas sin escudo constitucional recordaban que lo de Mercedes de la Merced representa algo m¨¢s que un lapsus individual. El ¨²nico pol¨ªtico importante que escapaba al ensue?o era el que ven¨ªa gobernando en la sombra. "Lo nuestro es lo nuestro", creo recordar que dijo Pujol. No le afectaba mucho el ¨¦xito del PP. Su pol¨ªtica no ten¨ªa razones para cambiar.Quiz¨¢ porque la jugada le hab¨ªa salido redonda, en especial tras el respaldo otorgado a su estrategia por el electorado catal¨¢n. Si la ca¨ªda del PSOE puede resultar excesiva, viene a reforzar a¨²n m¨¢s la dependencia de Gonz¨¢lez respecto de su apoyo parlamentario. No hay raz¨®n ahora para desear una moci¨®n de confianza, y menos un gobierno de coalici¨®n que llevara a CiU a compartir desgaste y riesgos con el PSOE. Los intereses de ambos coinciden, pero las ventajas son claras para la parte catalana, que puede incluso contar con la preferencia de Gonz¨¢lez por aparentar que decide en solitario. As¨ª que los inconvenientes no le vendr¨¢n de este lado al presidente, sino de los l¨ªderes regionales y locales de su propio partido, alarmados por el desastre que se les avecina en el 95. En el v¨¦rtice, tanto para Gonz¨¢lez como para Pujol, gobernar es resistir, por lo menos a corto y medio plazo.
Otra cosa es que resulte f¨¢cil para Gonz¨¢lez la recuperaci¨®n. El tema irresuelto de la corrupci¨®n ha quebrado justificadarnente la confianza de muchos votantes en quien se presentaba ante ellos como un gran estadista. La reciente crisis deja en exceso al descubierto su obsesi¨®n por conservar el poder a cualquier precio, asumiendo sin pesta?ear, como hiciera Craxi en Italia, la posible destrucci¨®n de un legado hist¨®rico cargado de entrega y de sacrificios. Durante la campa?a, Gonz¨¢lez minti¨® hasta al expresar una y otra vez su confianza personal en Mor¨¢n, como antes mintiera al confesarse abochornado por los descubrimientos de corrupci¨®n que ¨¦l hizo todo lo posible por evitar. Tocqueville escribi¨® hace tiempo que era un deber para los gobernantes democr¨¢ticos inculcar en los ciudadanos el gusto del futuro. La responsabilidad del ¨²ltimo Gonz¨¢lez es bien clara: una vez disipado el mito de la modernizaci¨®n, haber intentado asentar ¨²nicamente la izquierda espa?ola sobre el miedo del pasado. Los resultados ah¨ª est¨¢n.
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