Castraci¨®n inaugural
En el Mundial de 1990, celebrado en Italia, un chino mat¨® a su padre porque no le dej¨® ver la ceremonia inaugural. Los 15 millones de norteamericanos que se declaran aficionados al f¨²tbol tendr¨ªan que asesinar a un superpadre tras ser privados de contemplar la inauguraci¨®n de Chicago. Aunque la ceremonia apenas contaba con media hora de programaci¨®n, a los de la cadena deportiva ESPN les pareci¨® una eternidad trat¨¢ndose de un deporte como el f¨²tbol. En su lugar retransmitieron en vivo el US Open de golf y se olvidaron del Soldier Field, en cuyas gradas estaba el presidente Clinton con su hija, el canciller Helmut Kohl, el presidente de Bolivia y otros mandatarios m¨¢s.El lema de la inauguraci¨®n, con 2.000 participantes ondeando banderas, estaba concebido como una bienvenida al mundo. "Ser¨¢ un welcome al estilo americano", anunciaron por anticipado los organizadores. 2.000 millones de espectadores a lo ancho del mundo presenciaban la fiesta mientras los norteamericanos pensaban, o¨ªan y ve¨ªan otras cosas. Nunca un Mundial de f¨²tbol se ha encontrado con un anfitri¨®n m¨¢s adormilado.
Si la ceremonia inaugural se ha hurtado televisivamente a la naci¨®n, no faltan sin embargo dosis de buena voluntad en la prensa para hacer comprender el fen¨®meno del f¨²tbol. Resulta muy duro atraer la atenci¨®n de un p¨²blico que hoy por hoy no sabe qu¨¦ es un penalti, ignora si por cada gol te dan uno o varios puntos y se queda de una pieza cuando se entera de que el tiempo real de un encuentro lo decide el ¨¢rbitro.
Este Mundial ha introducido nuevas reglas tendiendo a favorecer el espect¨¢culo. La primera cr¨ªtica que recibe el f¨²tbol por parte del espectador estadounidense es que se trata de un discurrir sin acontecimientos. Repiten una y mil veces que ser¨¢ imposible conquistar espectadores americanos con algo tan tedioso y pobre en resultados. ?La pasi¨®n del resto del mundo? En estos t¨¦rminos, EE UU deber¨ªa entenderse no s¨®lo como otro pa¨ªs sino como otro planeta.
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