La cosa caballo
El camino hacia Epsom es algo mucho m¨¢s trascendente que la v¨ªa sagrada de Eleusis, aunque se nos permita ir en tren. Pero el tren sale por lo general, a las 11.16- de la estaci¨®n Victoria. ?Victoria! ?Pod¨ªa tener otro nombre? Vamos desde Victoria hasta la victoria, pues de eso se trata, y apenas recordamos a Victoria Regina, cuyas iniciales escrib¨ªa a balazos Sherlock Holmes en las paredes de Baker Street: esa buena mujer s¨®lo fue una vez al Derby (en a?os abundantes en imperio, pero hambrientos de lo dem¨¢s) y la multitud irreverente se lo hizo pasar fatal. Escarment¨®. Y es que sea para reinantes o plebeyos, la peregrinaci¨®n a Epsom propicia siempre la reflexi¨®n filos¨®fica. Por ejemplo, este a?o yo la emprend¨ª d¨¢ndole vueltas a un enigma planteado por Ortega (en ?Qu¨¦ es filosofia?): "En el caballo que vemos en el hip¨®dromo, ?qu¨¦ es el ser, la cosa caballo?". Tremendo reto, cuya relevancia metaf¨ªsica ser¨ªa ocioso encarecer a mis lectores mayores de edad, que a¨²n cursaron obligatoriamente filosof¨ªa en su bachillerato. ?Ah¨ª es nada, el ser de la cosa caballo!Por un momento me anim¨® ver que uno de los participantes en el Derby de 1994 ten¨ªa un nombre que lo afiliaba a mi gremio: Plato's Republic. Pero de inmediato comprob¨¦ que su cotizaci¨®n en las apuestas era rid¨ªculamente baja, pues sal¨ªa 500 a 1. Los boomakers, que en cuesti¨®n de la cosa caballo son la m¨¢xima autoridad, descartaban sin miramientos a este candidato plat¨®nico. Como siempre, resultaba m¨¢s aconsejable remitirse a los aristot¨¦licos, aunque fuesen de la l¨ªnea moruna de Avicena, ya que el m¨¢ximo favorito era el potro Erhaab propiedad de uno de los jeques del petr¨®leo. Ese nombre, Erhaab, significa en ¨¢rabe algo as¨ª como atemorizante o intimidador. Tales antagonismos nominalistas y de cotizaci¨®n cara a la victoria tienen su incidencia metaf¨®rica, al menos en Inglaterra. En un art¨ªculo que yo acababa de leer sobre la sucesi¨®n del fallecido John Smith a la cabeza del Partido Laborista, se dec¨ªa que el Erhaab de esa contienda era Tony Blair, mientras que a Robin Cook lo comparaba con el postergado Platos Republic. Y es que all¨ª el Derby es a¨²n algo respetado y, por tanto, polim¨®rficamente significativo. La disputa sobre si la carrera debe trasladarse del mi¨¦rcoles en que ahora se corre (como hace siglos) al fin de semana para aumentar la asistencia de p¨²blico es un debate que ya dura a?os. En Espa?a, en cambio, la cosa caballo no goza de tantos miramientos: acaba de suprimirse por decreto el Gran Premio de Madrid, la ¨²nica carrera espa?ola que ven¨ªa sucedi¨¦ndose desde hace 75 a?os, y nadie ha respingado p¨²blicamente ante semejante atropello, ni siquiera en el mundillo h¨ªpico. No me recuerden, por favor, que atropellos m¨¢s graves no faltan: sigo creyendo que es mejor no aumentar tampoco el n¨²mero de los veniales.
Ycontin¨²a su reflexi¨®n Ortega: "El verdadero ser del caballo est¨¢ debajo de sus elementos aparentes, visibles y tangibles: es una cosa latente bajo esas cosas presentes, color, forma, etc¨¦tera". ?En qu¨¦ puede consistir esa cosa latente, debajo de todas las aparentes? ?Cu¨¢l ser¨¢, por ejemplo, el verdadero ser de Erhaab? En apariencia, es un potro m¨¢s bien peque?o, de pelo casta?o sumamente oscuro, robusto y compacto, torneado todo ¨¦l en formas redondas. Tiene m¨¢s aspecto de millero que de fondista, por lo que quiz¨¢ la dur¨ªsima milla y media del Derby pueda resultarle excesivamente larga; en cambio, su conformaci¨®n f¨ªsica es la m¨¢s adecuada para las ondulaciones de la pista de Epsom, cuyas subidas y bajadas han desequilibrado fatalmente a muchos estilizados zanquilargos. Podemos calibrar estas apariencias, el garbo de su paso, el lustre de su pelo, y tambi¨¦n estudiar minuciosamente las gestas de sus padres y dem¨¢s ancestros: pero lo que hay bajo todo eso, su verdadero ser, no se demostrar¨¢ hasta que se enfrente al reto de la gran carrera. Como bien dijo hace mucho el maestro Federico Tesio, el criador de pura sangres m¨¢s importantes de este siglo, lo que decide la grandeza o mediocridad de un caballo no es la gen¨¦tica ni la est¨¦tica, sino un simple poste de madera: la meta del Derby de Epsom.
En la ins¨®litamente soleada tarde de junio en la que debe dar la verdadera medida de su ser, Erhaab no se enfrenta a un problema o dos, sino a 24, pues tantos son los participantes que este ano aspiran al Derby. Bueno, lo cierto es que muchos de ellos no pretenden tanto la victoria, sino una simple colocaci¨®n en la carrera, considerando que tambi¨¦n el tercer o cuarto puesto est¨¢n muy bien remunerados. Como no hay ning¨²n favorito indiscutible, pues caben dudas sobre la resistencia de Erhaab y hay otra media docena de corceles a los que la c¨¢tedra h¨ªpica concede casi las mismas probabilidades de triunfo, muchos propietarios (entre ellos, el del pobre Plato?s Republic) se han apuntado con la esperanza de que las incidencias de la prueba les sean casualmente favorables. Esta aglomeraci¨®n de convocados, la mayor en bastantes a?os, augura un Derby lleno de problemas de tr¨¢fico, en el que jamelgos agotados obstaculizar¨¢n en el momento menos oportuno el avance de los que tienen m¨¢s probabilidades de triunfo. Como ¨²nica ayuda para afrontar tales inconvenientes, Erhaab no cuenta m¨¢s que con Willie Carson, el diminuto veterano escoc¨¦s (52 a?os) que ya ha acompa?ado a otros tres ganadores del Derby en su paseo triunfal. Erhaab cuenta con Willie... y, desde luego, tambi¨¦n con su verdadero ser.
Quien tiene oficio sabe hacer las cosas como mandan los c¨¢nones; quien tiene tambi¨¦n talento, las hace como mandan en cada caso las irrepetibles circunstancias. Desde el punto de vista de la ortodoxia, Willie Carson se salt¨® casi todas las reglas que se aconsejan a los jinetes en el Derby: ocup¨® una posici¨®n demasiado rezagada, avanz¨® por el interior de la pista en lugar de intentar abrirse hacia el exterior, se vio obligado a cambiar espectacularmente de l¨ªnea para poder rebasar a sus adversarios. Pero gracias a que fue muy atr¨¢s no se vio mezclado en los choques y empujones del tumultuoso recorrido, uno de los m¨¢s sucios que se han visto en el Derby de los ¨²ltimos a?os. Al avanzar por el interior de la pista, Erhaab redujo al m¨¢ximo la distancia que deb¨ªa correr, aunque no siempre le fue f¨¢cil encontrar hueco para colarse: Willie lleg¨® con la garganta destrozada de tanto gritar a sus contrincantes pidiendo paso, ronquera muy explicable pues ese tipo de favores no son frecuentes, y m¨¢s cuando uno de los que le cerraban el camino era Lester Piggott, que es sordo como una tapia. Cuando Erhaab sali¨® por fin de la m¨ºl¨¦e, a poco m¨¢s de doscientos metros de la meta, llevaba muy delante a tres escapados entre los que todo el mundo crey¨® que deb¨ªa decidirse la victoria. Con decisivo ah¨ªnco, Willie Carson zigzague¨® hasta el exterior de la pista, emparej¨¢ndose casi por fuera con el tr¨ªo de cabeza. Faltaba ya terriblemente poco para la llegada y todos los caballos parec¨ªan haber hecho su m¨¢ximo esfuerzo, sin guardarse ni un ¨¢tomo de energ¨ªa. Y entonces lleg¨® el momento del ser verdadero, de lo que se oculta bajo las apariencias, de lo que no se muestra, sino que se demuestra: Erhaab cambi¨® de tranco, se equilibr¨® como un bailar¨ªn despu¨¦s de su pirueta y aceler¨®. Gan¨® por casi un cuerpo de ventaja.
Despu¨¦s hubo debate sobre si no ser¨¢ mejor restringir la participaci¨®n en el Derby, limitando el n¨²mero de contendientes a 15 o 20 todo lo m¨¢s y rechazando a los que nada tienen que hacer en la carrera salvo estorbar, como ese Plato's Republic que sali¨® ¨²ltimo y ¨²ltimo lleg¨®, a una distancia estelar del triunfador. Vivimos tiempos en que siempre sobra gente y a los perdedores se les designa y descarta de antemano. Pero lo hermoso del Derby es, a mi juicio, que a nadie se le niegue la oportunidad de probar su val¨ªa, su substancia. Hasta Plato's Republic tiene derecho a intentarlo una vez en la vida. A fin de cuentas en eso consiste la verdad de la cosa caballo, su nobleza. Por cierto, ?qu¨¦ es eso de la nobleza? Muy sencillo: fuerza sin avidez ni exclusiones. Nos- convendr¨ªa recordarlo tambi¨¦n a quienes queremos ser humanos. Supongo que a eso apunta Canetti en uno de sus aforismos, cuando habla de implantar en nosotros otros corazones "de caballos en vez de h?enas".
es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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