En la basura
En el editorial de EL PA?S Fuera de juego, del pasado 9 de junio, leo: "Ser culto, entre otras cosas, quiere decir saber fijar la frontera de ese juego". El de la realidad y la ficci¨®n, se entiende. Ser culto, pues, es delimitar y deslindar: es discernir.Y digo yo: la cultura que se nos sirve y que nos apacienta, a todas horas y en todas partes, ?delimita y deslinda? ?Cultiva el discernimiento, que es la gloria del pensamiento humano? ?O, por el contrario, mezcla y confunde, despieza y revuelve, borra fronteras y desconoce l¨ªmites? Con raz¨®n hablamos de telebasura, un ejemplo entre tantas otras basuras. En la basura, todo est¨¢ troceado y revuelto. La basura es el producto de la descomposici¨®n, un producto continuo y no discreto, homog¨¦neo y sin fronteras. En ella y en su indiferencia vivimos, nos movemos y somos. Es nuestro caldo de cultivo: un caldo que comienza con la descomposici¨®n y acaba en la deposici¨®n. Comienza con la basura y acaba en las heces.
Inmersos en ese caldo, ?ha de asombrarnos que unos rapaces ignoren lo que va de lo vivo a lo pintado? Si no queremos hablar de culpas, porque somos al¨¦rgicos a la moral, hablemos de causas y de con causas: pura psicolog¨ªa. Cuando un actor de cine ha sido presidente de Estados Unidos es obvio que la realidad se toma como juego y que el juego se convierte en la ¨²nica realidad, reality show, mare m¨¢gnum o caos. Arist¨®teles sostuvo que la ficci¨®n purifica porque crea distancia y conocimiento. Siempre y cuando la ficci¨®n se asuma como tal, lo cual es atributo de la madurez, equidistante de la inmadurez y la podredumbre que la alimentan. La ficci¨®n, en cambio, que usurpa el territorio de lo real, y es nuestro caso, corrompe y confunde, degrada y estupidiza. El ser es devuelto al feto; la creaci¨®n, al caos, y al hombre no se lo comen los gusanos porque ¨¦l mismo es gusano. La secuencia, resumida, es simple: el mercado y su avaricia preparan la p¨®cima; ¨¦sta induce el sopor de los consumidores, sopor adonde se solapan la vigilia y el sue?o, la conciencia y el inconsciente, y en ese estado torpe, en ese trance, comienza el juego macabro donde no hay alguien, sino algo y lo mismo, a merced del azar que bordea la nada-
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